No sabemos quién fue el ser humano que se topó por primera vez con alguno de los gigantescos huesos de dinosaurios. Es seguro que ocurrió hace miles de años y que, a partir de ahí, muchas de las leyendas de monstruos y criaturas mitológicas surgieron del sorprendente encontronazo con uno de estos colosales fósiles. En China dieron lugar a las fantásticas historias de dragones y en la Europa medieval se pensaba que eran los restos de animales gigantes que fallecieron durante el diluvio universal…
Lo que sí podemos decir con certeza es que la primera persona que se dedicó a extraer, catalogar y describir de manera más o menos científicas los primeros fósiles de dinosaurios fue Gideon Mantell que, durante las primeras décadas del siglo XIX, desenterró docenas y docenas de ellos.
No deja de ser irónico que siendo Mantell un reputado médico, cirujano y dentista el primer fósil encontrado en los estratos de los bosques de Tilgate en Inglaterra, fuera precisamente un diente, al que por su semejanza con los incisivos de una iguana (por supuesto, mucho más grande) dio el nombre de Iguanodon (diente de iguana)
La fiebre por la búsqueda de estos grandes huesos y dientes fosilizados nos dejó geniales personajes como Mary Anning, William Buckland o el propio Richard Owen quien en 1849 publicó el primero de los cuatro volúmenes de su History of British Fossil Reptiles que sería a la postre la obra que dieran el nombre, ahora tan popular, de Dinosaurios a estos hallazgos prehistóricos.
Y cuando hablo de fiebre no creo exagerar puesto que la búsqueda de fósiles de dinosaurio se extendió como un virus por todo el mundo, llegando en poco tiempo a los convulsos Estados Unidos que, por esta época se hallaban inmersos en un terrible proceso bélico contra los indios nativos americanos.
Durante aproximadamente un siglo (1775-1890) y con periodos de tregua y vuelta a las armas, las tierras norteamericanas fueron testigos de cruentas batallas, masacres y confrontaciones entre británicos, franceses, estadounidenses y las numerosas tribus de indígenas que, sin embargo, no iban a ser obstáculo para la pasión del protagonista de nuestro artículo: el geólogo y paleontólogo Ferdinand Vandeveer Hayden.
Cuentan que los indios tienen un notable respeto por los locos. Para ellos, la locura da acceso a otra perspectiva de la realidad que no es visible para el resto de personas, un aspecto del mundo que está vedado para todos los demás.
Y eso precisamente era lo que los indios pensaban de Ferdinand Hayden, que estaba loco… Al contrario que otros “rostros pálidos” aquel extraño personaje no guerreaba ni tampoco buscaba oro… al revés, en lugar de buscar el brillante metal, Hayden se paseaba escarbando en el suelo buscando piedras, limpiándolas cuidadosamente y guardándolas con mimo y esmero en su mochila.
Gracias a que los indios pensaban que estaba loco, Hayden pudo recorrer muchos de los territorios en guerra desde las Grandes Llanuras de Montana hasta los valles del Río Missouri sin tener demasiados problemas con las tribus locales.
Sin embargo, su búsqueda de huesos no estuvo siempre exenta de peligros y Hayden se encontró en diversas ocasiones entre dos fuegos, atrapado entre las flechas indias y las balas estadounidenses… lo cual aumentó su fama de loco entre todo aquel que presenciaba la escena: Entre el tiroteo y las cargas de caballería, un pequeño personaje agachado y escurridizo se escondía aquí y allá sin perder de vista sus preciadas piedras con fósiles.
Los indios, a la vista de su extraño comportamiento, le dieron un nombre que ha llegado hasta nosotros y que da título a este artículo: El hombre que coge piedras mientras corre.
De Hayden conservamos sus interesantes trabajos geológicos y paleontológicos así como el descubrimiento de los primeros restos de tiranosáuridos (Deinodon), y sobre todo esta genial historia que nos muestra hasta dónde es capaz de llegar un científico apasionado para realizar su trabajo.
Este post ha sido realizado por Javier Peláez (@irreductible) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Referencias y más información:
La historia de Hayden la encontré por primera vez en el fantástico podcast de Enrique Ganem y Ángeles Aranda, llamado el Explicador. (Aquí podéis escuchar el audio). También podéis ampliar información en los enlaces del texto, incluyendo el link a la obra de Richard Owen History of British Fossil Reptiles de manera gratuita en Archive.org.
Marcos Martínez @euklidiadas
Otra magnífica fuente es ‘Una breve historia de casi todo’, donde Bill Bryson cuenta cómo se perdió el primer hueso fósil documentado.
Irreductible
Sí, de hecho en 2008 (mira que ha llovido desde entonces) ya la conté en la Aldea Irreductible:
http://irreductible.naukas.com/2008/06/25/la-curiosa-historia-de-la-paleontologia/
La historia del hombre que coge piedras mientras corre
[…] La historia del hombre que coge piedras mientras corre […]
Mª Luisa
Es curioso observar la paradoja de presentar gráficamente a a dos pioneras en el mundo de la paleontología y obviar sus aportaciones.
Emilio Molina
He pensado lo mismo. Sería muy interesante conocer también las historias de ellas.
Irreductible
Hola Emilio.
Sí, la historia de Mary Anning es fascinante y sí, es muy interesante. Si no la conocías me alegro de haberla citado al menos y si te parece interesante, ya sabes: Esto es internet, no esperes a que nadie te lo cuente y busca por tu cuenta (lo de Google es un alucine para esas cosas)
Irreductible
Hola MªLuisa.
No veo la paradoja. También «presento gráficamente» a William Buckland y no hablo de él. ¿O solo te parece paradoja lo de Mary Anning por que es mujer y no te resulta paradójico lo de Buckland porque es hombre? No lo entiendo… O sí, quizá es que querías que hiciera un post totalmente diferente dedicado a otra cosa diferente. En ese caso, lo siento, el artículo habla de lo que habla:
El post está dedicado a la anécdota de los indios con Hayden y la introducción de los primeros buscadores de fósiles (sean hombres o mujeres) está para ambientar y presentar esa primera fiebre de fósiles que encuadra la historia de Hayden, que es la que he querido contar.
Quizá algún día escriba sobre Mary Anning y su búsqueda de fósiles para comerciar, y su rechazo por parte de la comunidad científica, etc… Y quizá en ese artículo utilice imágenes de otras personas y obvie sus contribuciones porque ese no sería el tema. Y tampoco en ese caso me resultaría paradójico.