Cuentan la tradición y los escritos hagiográficos que San Erasmo de Fornia, al que posteriormente se conoció como San Elmo o San Telmo, se encontraba predicando las enseñanzas cristianas allá por el siglo III después de Cristo cuando un rayo cayó a pocos metros de él.
Dicen que el santo apenas se perturbó y que continuó con sus oraciones como si nada hubiese pasado, de ahí que los marineros españoles que se embarcaban hacia la conquista de América siglos después invocasen su figura ante el miedo de naufragar cuando las tormentas y los relámpagos arreciaban. Este es, en principio, el origen de considerar a San Telmo como el patrón de los marineros.
No obstante, y a pesar de no considerarme el más indicado para cuantificar la eficacia de este método oratorio a San Telmo, me gustaría que conocieseis otro personaje histórico al que, personalmente, le otorgaría con más méritos el altisonante distintivo de Patrón de los marineros: James Lind, uno de los pioneros que la medicina tuvo contra el escorbuto.
El escorbuto era el azote de la marina. Era un modo realmente horroroso de morir: las encías sangraban, se caían los dientes, las heridas ya cicatrizadas volvían a abrirse y el tejido de la boca se pudría formando una espantosa halitosis.
Como os podéis imaginar no hay cifras oficiales ni exactas pero las estimaciones más aceptadas dicen que en los 300 años que van desde el siglo XV al XVII, más de tres millones de marineros murieron a causa del escorbuto. El escorbuto era la causa más común de muerte de todo aquel que embarcaba y no solía distinguir entre marinería y oficialidad.
Cuando un capitán planificaba un largo viaje, alguna travesía que se estimara fuese a durar más de un año, sabía con total seguridad que casi la mitad de la tripulación iba a contraer escorbuto. En algunos navíos y en trayectos aún más largos (de hasta cinco años) ese porcentaje se elevaba hasta el 80%… y pocos lograban sobrevivir.
El gran problema era que no se sabía cuál era su causa. A lo largo del tiempo se especuló con incontables razones para la enfermedad como el aire ahogado y maloliente de los apretados camarotes, el espesamiento de la sangre, la grasa en las ollas de las cocinas del barco o incluso la tristeza y la apatía. Y así como las posibles causas que se barajaron ahora nos resultan ridículas, los remedios que se llegaron a aplicar tampoco se quedan atrás: desde baños en sangre animal hasta enterrar al marinero en arena hasta la cabeza… La verdad es que se intentó con casi todo.
Con el tiempo y sobre todo con el éxito sobrevenido e inesperado de algún tratamiento ocasional que salvó la vida de algunos marineros, la cuestión se fue delimitando un poco y a base de observación y experimentación los remedios se fueron orientando hacia la dieta… Pero lo cierto es que surgieron tantas dietas milagrosas y productos “antiescorbúticos” que se hacía difícil saber cuál era la correcta.
Es aquí cuando entra en escena nuestro “santo patrón”… Un aventurado escocés que respondía al nombre de James Lind y que, a mediados del siglo XVIII, desempeñó labores médicas en el buque de la Royal Navy “Salisbury” en dos cortos viajes (sí, 10 semanas embarcado era un viaje corto en aquella época) durante los años 1746 y 1747.
El primero de estos viajes lo horrorizó y en el segundo se llenó de gloria…
Dicen que la penicilina surgió de las pesadillas que Alexander Fleming tenía ante la visión de cientos y cientos de muertos por infecciones en los hospitales de campaña de la Primera Guerra Mundial… Pues algo parecido le ocurrió al bueno de James Lind durante su breve periodo marino, puesto que tan solo 80 marineros, de los 350 originales que le acompañaron en el HMS Salisbury, regresaron a puerto, el resto o falleció o tuvo que ser reemplazado durante la travesía.
Lind tenía que hacer algo, y lo que se le ocurrió no es más que lo que ahora llamaríamos experimentación con grupos de control… La idea era simple, pero brillante: Tratar conjuntamente pero con diferentes remedios a varios grupos de marineros y anotar su evolución. Así, a algunos los trató ofreciéndoles vinagre, a otros berros, a otros les dio incluso agua de mar, y por supuesto a otro puñado de afectados les dio naranjas y limones… El resultado de estos últimos se probó como eficaz y los marineros que comieron cítricos se recuperaron mejor y más rápidamente que el resto.
Aun así el escocés no las tenía todas consigo porque otros productos y verduras como el “Chucrut” (una especie de repollo escabechado) también lograron apaciguar el escorbuto, por lo que Lind en aquel año (1747) aún no sabía a ciencia cierta cuál era la clave al rompecabezas.
La casualidad, o simplemente el hecho de pertenecer a la misma armada, hizo que Lind terminase conociendo a uno de los personajes que a la postre se convertiría en uno de los más influyentes de la Historia moderna: El capitán James Cook (al que por cierto, aprovecho para aclarar que todos llamamos de manera incorrecta “Capitán” cuando durante sus viajes en realidad era Teniente” y no fue ascendido hasta mucho después).
Cook se disponía a zarpar en 1768 hacia el sur del océano Pacífico con la misión (en una primera etapa) de estudiar el insólito acontecimiento del tránsito de Venus que ocurriría al año siguiente, en 1769.
Siguiendo las indicaciones de Lind, y en previsión de una larga travesía, Cook se tomó muy en serio la dieta de sus marineros planificando un estricto menú que incluía supuestos “antiescorbúticos” como sopa deshidratada en forma de gachas, berros, mastuerzos de hoja ancha y el famoso “Chucrut” de repollo.
Pero seamos sinceros… el chucrut sabía a demonios. Su sabor agrio era horrible y algunos de los marineros, después de tan solo unas semanas engullendo todos los días aquella espantosa comida avinagrada, se rebelaron e incluso dos de ellos se negaron a probarlo más.
Cook no se andaba por las ramas y en su diario dejó anotada la pena por negarse a seguir la dieta:
“Castigamos a Henry Stevens y a Thomas Davister con 12 latigazos cada uno por rechazar su ración”…
Sin embargo el castigo físico no era algo que agradara a Cook (al que los historiadores suelen describir como un hombre afable, paternal y bastante razonable) así que, ideó un brillante plan para que la marinería siguiera la dieta, y hasta la pidiera…
Al día siguiente, Cook retiró del chucrut de la dieta de los marineros, pero sibilinamente, lo dejó en el menú de los oficiales…
La respuesta no se hizo esperar y también la podemos leer en sus propias palabras:
“Pues tal era el carácter y el modo de ser de los marineros en general que, en el momento en que vieron que sus superiores lo valoraban y a ellos se les negaba, de la noche a la mañana se convirtió en el producto más selecto del mundo y su inventor en el hombre más honrado…”
Aunque no hay que exagerar… el chucrut contiene algo de vitamina C, sí, pero tampoco era la solución definitiva al escorbuto. A pesar de la estricta dieta del teniente Cook, con el paso de las semanas algunos marineros comenzaron a mostrar síntomas evidentes de enfermedad, menos que de costumbre pero aún así… ahí estaban.
Y nuestro próximo protagonista iba a ser uno de los afectados: sir Joseph Banks.
Banks era un naturalista, aventurero y loco de la botánica que se embarcó en el Endevour de Cook para descubrir, detallar y describir todas las nuevas especies que pudiese encontrar por aquellas lejanas tierras.
En su apartado de wikipedia se dice que Banks “fue elegido para participar” en esta expedición aunque en realidad esta frase es simplemente un eufemismo. La verdad es que Banks compró su pasaje en el Endevour a base de poner pasta en la mesa. Y es que cuando digo que este naturalista londinense era un “loco de la botánica” no exagero ni un ápice puesto que soltó de su bolsillo la impresionante cantidad de 10.000 libras (lo que hoy podrían ser fácilmente millón y medio de euros) para “ser elegido” a bordo de la expedición… De hecho, su donación supuso gran parte del montante total, igualando incluso lo que la propia Royal Society donó para el viaje.
Pero el dinero no lo compra todo y Banks vio peligrar su pasión botánica cuando, a mitad del viaje, comenzó a descubrir que el escorbuto hacía mella en su cuerpo… encías sangrantes, heridas en la boca y en la cara, fuerte halitosis y dientes que empezaban a moverse más que la cubierta del Endevour…
Banks se propuso hacer lo que años atrás había hecho el propio Lind, pero esta vez el paciente sería él mismo… Comenzó a probar en su propio cuerpo diferentes tratamientos e iba anotando los resultados obtenidos a la noche siguiente.
- Bebía una pinta de malta cada tarde… nada.
- Comía con estricta solemnidad británica su ración de chucrut… nada.
- Y finalmente probó con zumo de limón… ¡Eureka!
En el diario del botánico podemos leer:
“Recurrí al zumo de limón. El efecto fue sorprendente… en menos de una semana mis encías se hicieron más fuertes que nunca y ahora mismo solo me quedan algunos pocos granos en la cara”…
Era la vitamina C de los cítricos. Ellos por supuesto aún no lo sabían y ni siquiera podían imaginar que este ácido ascórbico es indispensable para una síntesis correcta del colágeno… Lo que sí quedaba claro es que el zumo de naranja y de limón funcionaban, y cuando Banks remitió sus visibles resultados a Cook, éste se olvidó un poco del avinagrado chucrut y comenzó a incluir diversas clases de cítricos en la dieta de los marineros.
El resultado fue increíble, milagroso… histórico. Ningún marinero de la expedición del Endevour murió de escorbuto, algo impensable en esa época.
A su vuelta en 1771, tres años después de haber zarpado del mítico puerto de Plymouth, Cook informó a la Royal Society del eficaz remedio que había permitido escapar con vida a todos y cada uno de los marineros enrolados en la expedición. Aún así, y a pesar de los asombrosos resultados obtenidos con los cítricos, su inclusión oficial en las dietas marineras todavía tardaría casi dos décadas ya que hasta 1789 ni las investigaciones de Lind ni los relatos vivientes de Cook fueron aceptados…
Eso sí, a partir de entonces, y oficialmente desde 1795, todas las expediciones de la armada británica comenzaron a llevar en sus bodegas una buena cantidad de naranjas y limones consiguiendo así que el escorbuto desapareciera poco a poco de las cubiertas de los buques en todo el mundo.
Este post ha sido realizado por Javier Peláez (@irreductible) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Referencias y más información:
Podéis encontrar más información en la monumental obra de viajes de James Cook, W Strahan and T Cadell, London, 1773, en Archive.org podéis acceder a la edición de 1821 de Longman con sus tres viajes, y en la Captain Cook Society tienen un extenso archivo muy recomendable. También podéis ver el documental dedicado a su primer viaje de la serie «Viajes de descubrimientos» dónde cuentan algunas de las anécdotas aquí resumidas. Sobre James Lind recomiendo un vistazo a los documentos (solo extractos) en su James Lind Library, en el que se reproducen algunos fragmentos de su Tratado sobre el escorbuto de 1753, obra clave para erradicar con esta enfermedad. Y finalmente si queréis ampliar información sobre Joseph Banks en la web del Natural History Museum tienen más videos, anécdotas e información sobre sus aportes botánicos.
El viaje de exploración que acabó con siglos de escorbuto
[…] El viaje de exploración que acabó con siglos de escorbuto […]
molinos
Sobre Banks merece muchísimo la pena el libro de Richard Holmes «La era de los prodigios. Terror y belleza en la ciencia del Romanticismo.»…que recorre su vida y su contribución a la ciencia desde que se embarcó en el Endeveour hasta su muerte.
Buen post.
Rafel
Un article molt ben construït i engrescador.
Seria interessant saber les raons científiques de per què la falta de vitamina C provoca aquesta «desconstrucció» del cos.
Salut
Rafel
Kenneth
Ho diu al mateix article, torna’l a llegir 🙂
Metabòlisi deficient del colàgen per falta d’àcid ascòrbic.
Juanjo Ruiz
Gracias; lo he pasado bien leyendo el artículo.
explorandosinrumbofijo.com
Muy interesante, me ha encantado leerlo. Gracias.
Suso
La referencia a San Telmo tiene varias imprecisiones. El nombre da cuenta de la mezcla entre dos santos, San Erasmo y fray Pedro González. El culto marinero de ambos dió que sus nombres se confundieran e incluso se asumieran. fray Pedro González era un dominico natural de Frómista, fallecido en la ciudad de Tui en 1246, mientras que San Erasmo es un obispo italiano. En España el San Telmo que se venera es el dominico (precisamente poneis una imagen de él). Tanto españoles como portugueses extendieron su culto por medio mundo. El dominico español también se relaciona con las tormentas, en concreto por un milagro en vida. De ahí que también se denominen los «fuegos de San Telmo» en su honor. Aunque existe confusión en el nombre (a partir del siglo XVI sobre todo), el culto en la Península Ibérica ha sido siempre al dominico palentino.
Javier Peláez @Irreductible
Gracias por el apunte. Sí, tienes razón, buscando algo más de información veo que la figura de San Telmo ha sido una especie de unión entre estos dos personajes (voy a incluir la aclaración en el pie de foto)
David Zavala
Excelente artículo sobre el escorbuto, Cook y los viajes de exploración y descubrimiento del siglo XVIII. Hay algo que habéis pasado por alto, el hecho de que la oficialidad gozaba de ciertos privilegios, fueros de origen o por ascenso. Uno de ellos consistía precisamente en poder embarcar fruta fresca, la cantidad que quisieran. Precisamente una de ellas, el pomelo, gozaba de aceptación por su durabilidad (no mucha más que las de otros alimentos frescos, por cierto) pero sí había un claro distingo entre el azote que el escorbuto hacía entre la oficialidad y la marinería. Por otro lado, ¿habría algo acerca del Almirante Cosme D. Churruca? Saludos
Frank
Y cómo se conserva un cargamento de limones en la bodega de un barco durante un año sin que se pudran?
José Angel
Pues he escuchado, de la historia del Mojito, que ya cuando se conocía que consumir el zumo del limón evitaba enfermar de escorbuto, una de las soluciones para conservarlo era echarlo al ron que bebían los marineros. A este brebaje se le llamaba Mojo.
Javier Peláez @Irreductible
Imagino que irían cargando las bodegas conforme iban atracando en diferentes puertos…
Txemary
De hecho era normal llevar algún limonero o naranjo, aunque no duraban mucho más y lo que daban era mayormente para el capitán y la oficialidad si llegaba, porque no podían ser plantas muy grandes. Pero vamos, que lo intentaban todo…
Jose Manuel Mates Luque
Urdaneta ya tuvo exito conyra el escorbuto antes que los ongless. Una ponencia del investigador maritimo Xabier Armendariz en un congreso de historia y arqueologia Asia-Pacifico de hace unos años lo indica.
María
El problema para conservar más tiempo la vitamina c dicen que lo inventaron los gallegos con el pulpo a feria y el pimentón, que se podía llevar seco…
Demian
Puede ser que llevaran jugo de cítricos y alcohol ? o es un mito ?
El viaje de exploración que acabó con siglos de escorbuto | Imaginariums
[…] Fuente […]
Paco
Hombre si ves que el artículo de la wikipedia es incorrecto hasta ese punto lo suyo es modificarlo.
Si lo importante es divulgar…
El viaje de exploración que puso fin a siglos de escorbuto | colaboraciones con otros medios | La Aldea Irreductible
[…] [Vuelvo a colaborar con la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco y en esta ocasión os ofrezco un artículo plagado de anécdotas, datos curiosos y personajes geniales. Podéis leer el post completo en: «El viaje de exploración que acabó con el temible escorbuto»] […]
Oscar Boto
De hecho, el mote antiguo que le dan los a americanos a los ingleses es «Limeys». Por los cítricos, sobre todo limas, que llevaban a bordo de los barcos.
juan
Me parece interesante añadir que Pedro María González , médico en la expedición de Malaspina, se puede considerar un precursor del tratamiento del escorbuto a base de cítricos y verduras frescas (http://www.islabahia.com/Biografias/JMBlanca/PedroMariaGonzalez.asp y http://jralonso.es/2011/10/16/el-escorbuto-malaspina-y-el-carpin-dorado/)
José Ramón
Magnífico artículo. Creo que hay que reivindicar la figura de Pedro González, médico de la expedición Malaspina. Dejo aquí un enlace por si alguien quiere leer un poco más de esta historia apasionante
http://jralonso.es/2011/10/16/el-escorbuto-malaspina-y-el-carpin-dorado/
Juana Maria Madrid Marín
Me ha fascinado leer el artículo por su calidad y su forma de divulgar ciencia pero además pienso usarlo como recurso para Biología en ESO y Bachillerato por su relación con el método científico, vitaminas, alimentación ….historia de la ciencia. .. Enhorabuena
Daryl
Me parece que los conservaban en barriles y/o cajas mezclándolos con arena.
La plaga del mar | Naukas
[…] Este artículo nos lo envia Beatriz Sevilla (@Feminoacid). Muchas gracias a Sergio L. Palacios que me ha dado permiso para «pisarle» un poco su serie sobre el escorbuto, cuya brillante primera parte está publicada en su blog. Para más información, Javier Peláez (@Irreductible) también escribió hace algunos meses un detallado y curioso artículo sobre el tema en el Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU. […]
Propiedades (y curiosidades) del limón.Notas Naturales
[…] En una de sus expediciones James Cook detectó la eficacia de este fruto para combatir el escorbuto. […]
El viaje de exploración que acabó con siglos de escorbuto… | ECO SOCIAL…OJO CRÍTICO
[…] Fuente: culturacientifica.com […]
Refrescante historia de Mojito
[…] https://culturacientifica.com/2014/08/15/el-viaje-de-exploracion-que-acabo-con-el-temible-escorbuto/ […]
Chucrut guía completa – qué es, beneficios y como hacer chucrut – Adoro mi Cocina
[…] la col fermentada es rica en vitamina C (14,7 mg)* y ayudaba a evitar el escorbuto no fue hasta que empezaran a usar limones (53 mg)* y naranjas (53,2 mg)* como tratamiento que se consiguiera una expedición marina sin […]