Fitorremedios

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Imagen de la ribera del Guadiamar tras el accidente y tras la creación del corredor verde (Imagen: Pensando el territorio).
Imagen de la ribera del Guadiamar tras el accidente y tras la creación del corredor verde (Imagen: Pensando el territorio).

Hace unos meses se ha hecho público el hallazgo, en Filipinas, de una nueva especie de planta, a la que han puesto el nombre de Tinorea niccolifera. El descubrimiento de una nueva especie no tiene, en sí mismo, nada de particular. El interés de este hallazgo radica en el hecho de que la planta en cuestión es capaz de acumular níquel extrayéndolo del suelo. La planta tolera altas concentraciones de ese metal en su interior sin experimentar daño alguno. No es, ni mucho menos, la primera planta de la que se conoce esa característica; de hecho, aunque representan una fracción mínima del total, hay alrededor de quinientas especies vegetales capaces de acumular metales o metaloides. A estas plantas se las denomina hiperacumuladoras. Y son muy especiales, porque los metales pesados son muy tóxicos para casi todos los seres vivos. Para ellas, evidentemente no.

El interés de las plantas que extraen metales pesados del suelo en el que se encuentran y no sufren daño por esa causa es doble. Por un lado, algunas de esas especies se pueden utilizar para recuperar metales de alto valor comercial de zonas en cuyos suelos son abundantes; a eso se le llama fitominería. Y por el otro, también pueden servir para desarrollar “tecnologías verdes”, como la llamada fitorremediación. Así es como se denomina al uso de plantas (de ahí el prefijo fito) para restaurar la calidad ambiental de un enclave que ha sufrido un episodio grave de contaminación o que ha estado expuesto a contaminantes con carácter crónico. Estas tecnologías se utilizan para reducir y eventualmente eliminar la presencia de metales y otras sustancias tóxicas en suelos contaminados. Se trata, por lo tanto, de hacer uso de un fenómeno biológico nada común –la tolerancia a sustancias tóxicas- para resolver un problema ambiental grave. Un buen ejemplo de la utilización de esta técnica para recuperar áreas muy degradadas lo tenemos en el Corredor Verde del Guadiamar, creado para restaurar ecológicamente la zona afectada por el vertido tóxico ocurrido en 1998 por la rotura de la balsa minera de Boliden en Aznalcóllar. Desde 2003 la zona es un paisaje protegido.

El desarrollo industrial y urbano ha alimentado el crecimiento económico y proporcionado bienestar a muchos millones de personas. Pero no todo han sido beneficios; a cambio, el medioambiente ha sufrido graves perjuicios derivados de las actividades industriales. Dado que el deterioro ambiental tiene consecuencias negativas para el equilibrio ecológico a medio y largo plazo, y puede también tener peligrosos efectos sobre la salud humana, las administraciones han tomado medidas para minimizar los impactos de las actividades humanas sobre el medioambiente y de protección de la salud.

Sin embargo, eso no es suficiente, puesto que hay enclaves gravemente afectados por las actividades del pasado y, aunque los ecosistemas naturales tienen cierta capacidad de regeneración, hay problemas que sólo pueden solucionarse mediante el concurso de herramientas científicas y tecnológicas. La traslación del conocimiento a las actividades productivas ha sido, y en ocasiones todavía es, causa de graves problemas ambientales. Pero de la misma forma, el saber humano es la clave para la resolución de los problemas generados previamente o, al menos, puede serlo de buena parte de ellos. La eliminación de la contaminación por hidrocarburos o por metales pesados es un área en el que la ciencia y la tecnología tienen mucho que decir; las plantas que captan metales son un buen ejemplo de ello. Y muy probablemente esas no son las únicas áreas en las que el conocimiento será clave en el futuro para conseguir un entorno de mayor calidad ambiental y más saludable para la gente.


Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU


Este artículo fue publicado el 8/6/14 en la sección con_ciencia del diario Deia.

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