La amplitud del trabajo llevado a cabo con las sales en los siglos XVII y XVIII llevó a la conclusión de que las sales consistían en un ácido y una base. Dado que los componentes podían recuperarse algunas veces, los químicos de la época dedujeron que se mantenían intactos en la sal. No sólo eso, la misma sal se podía obtener por rutas diferentes. Estos resultados fueron los que llevaron a los químicos a abandonar la teoría aristotélica de los principios y centrarse en la composición como la propiedad fundamental de las sustancias.
Con todo, el flogisto, el principio de inflamabilidad, jugó un papel dominante durante la mayor parte del siglo XVIII. Su principal defensor, Georg Ernst Stahl, lo usó para explicar la acidez. Afirmó que todos los ácidos derivaban del vitriólico (sulfúrico) y que sólo se diferenciaban en la cantidad de flogisto. Por ello, para que el ataque de Antoine-Laurent Lavoisier a la teoría del flogisto tuviese éxito necesitaba una nueva forma de comprender los ácidos.
Cuando los no metales (carbono, nitrógeno, azufre) ardían (en términos modernos diríamos que se combinaban con oxígeno exotérmicamente) producían óxidos, que eran ácidos en presencia de agua (por eso hasta no hace mucho a estos óxidos se les llamaba anhídridos); de aquí dedujo Lavoisier que lo que generaba la acidez era el oxígeno. Por el contrario, los óxidos de los metales eran básicos y cuando se combinaban con los ácidos eran los oxígenos los que mantenían la sal unida.
Muchas de la innovaciones de Lavoisier se siguen usando hoy día. No así su teoría de la acidez. Alrededor de 1810 Humphry Davy demostró que en la composición del ácido clorhídrico (HClaq) no entraba el oxígeno. El paso lógico era evidente: el hidrógeno era la fuente de la acidez. Esta hipótesis era ampliamente aceptada ya a mediados de siglo.
A los largo del siglo XIX los químicos fueron asimilando gradualmente, y con muchas matizaciones, la idea de que los compuestos químicos estaban constituidos por moléculas submicroscópicas; que estas moléculas se mantienen unidas por fuerzas eléctricas existentes entre los átomos que las constituyen a su vez; que cuando se disuelven en agua muchas de estas moléculas se desintegran en fragmentos cargados llamados iones; y que muchos ácidos y sales existen en estado iónico aunque no estén disueltos (como la sal de mesa, Na+Cl–). Como desarrollo de la hipótesis de Davy, de estos resultados proviene el postulado de que los ácidos y las bases generan, respectivamente, iones hidrógeno (H+) e hidroxilo (HO–) en solución, cuya interacción produce agua neutra, H2O.
Sin embargo la teoría H+ / HO– no podía explicar todas las interacciones. En 1923 Gilbert N. Lewis propuso que los ácidos eran aceptores de electrones y las bases donantes de electrones; H+ (carente de un electrón) y HO– (con un electrón de más)no serían más que casos especiales.
La teoría de Lewis de los ácidos y las bases aún hoy es uno de los principios más omnicomprensivos de la química. Uno de los corolarios es que la acidez y la basicidad dependen de las condiciones de contorno.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Esta anotación es una participación de Experientia docet en el XXXIX Carnaval de la Química cuyo blog anfitrión es Gominolas de petróleo
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