Hacerse pasar por quien no se es es una tentación tan provocadora como la de hacerse invisible. Nos estimula porque creemos que cualquiera de ellas nos facilita el acceso a lo prohibido, sea esto unas instalaciones militares o científicas, unos archivos, la casa de cualquier persona famosa o idolatrada, o un cajón de dormitorio que guarda celosamente un secreto.
El cuidado que cualquiera de los encargados de la seguridad de estos lugares pone en proteger su intimidad es comparable al anhelo de las personas que quieren penetrar en ellos y vulnerar su privacidad. Es el clásico argumento de las películas de espías.
Por eso a lo largo de la historia se han ido ideando diferentes sistemas que establezcan barreras a los intrusos en función del grado de importancia de la información contenida en aquellos lugares. En teoría, a mayor trascendencia de la información, más seguridad.
Cuando en el juego del espionaje entran en escena las personas también lo hacen sus características físicas. Los científicos que estudian aquellos rasgos que nos definen como personas únicas, individuales e irrepetibles, se refieren a ellos como caracteres biométricos.
Los métodos más aceptados en la actualidad en la identificación de personas se basan en la recolección de varias muestras de estos rasgos biométricos. Además de nuestra huella dactilar, el reconocimiento facial o de manos, en dos o tres dimensiones; el iris o el árbol vascular (la forma de los vasos sanguíneos) de la retina; el reconocimiento de firma o de voz; el calor facial y por supuesto el ADN, son algunos de los factores más utilizados para medir características físicas o de comportamiento de las personas con el objetivo de establecer una identidad.
Uno de los sistemas presentado hace un par de años como la revolución en la autentificación de personas fue desarrollado por la profesora de la Universidad Complutense de Madrid Celia Sánchez-Ramos. El sistema identificaba los puntos diferenciales de los ojos de los individuos. Para ello, fotografiaba varias veces la córnea de la persona cuya identidad se quiere comprobar. A continuación se comparaban un millar de puntos distintos con otra imagen que debería haber sido registrada previamente, logrando una identificación de alta fiabilidad de la identidad de las personas.
Como decíamos antes, todo esto funciona en teoría porque en la práctica, también nos lo ha enseñado el cine, tanto las huellas dactilares, como el iris, son replicables, o por lo menos pueden ser usadas por terceras personas sin nuestro permiso.
Una huella dactilar se puede copiar a partir de un negativo de su marca, replicándola después en un dedo de látex que sirve en cualquier lector, aunque en las películas no siempre se usan métodos tan sofisticados.
El personaje de Wesley Snipes, en Demolition Man, (Simon Phoenix), logra franquear un escáner de retina con el poco ortodoxo procedimiento de arrancar los ojos de la persona habilitada para acceder a una infraestructura, aunque por fortuna para los espectadores, en otras ocasiones, sólo asistimos a primeros planos de los protagonistas con uno de sus ojos iluminado por una luz roja.
Precisamente, una de las evoluciones más interesantes de la biometría es detectar vida en la persona que se somete a un control. Según, Carlos Travieso, investigador de la División de Procesado Digital de Señales del Instituto Universitario para el Desarrollo y la Innovación en las Comunicaciones de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, “todo sensor o carácter biométrico externo puede ser más fácilmente engañado. Por eso se busca detectar temperatura, o cierta actividad de la persona, para saber que está viva”.
Lo que de momento no nos ha enseñado el séptimo arte es a alguien sometiéndose a un electroencefalograma para averiguar si es quien dice ser. Eso es precisamente en lo que están trabajando los investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Carlos Travieso y Jesús B. Alonso, junto a los doctorandos Marcos del Pozo y Jaime Ticay.
En el artículo publicado en la revista Experts Systems with Applications, los investigadores estudian como distinguir las particularidades del electroencefalograma (EEG) de las personas frente a diferentes situaciones cotidianas, para observar dónde se muestran las diferencias, cuantificarlas y distinguirlas.
“Partimos de la base de que la persona quiere ser identificada. No se trata de engañar al sistema, sino de que éste te de acceso a tu correo electrónico, tu cuenta bancaria en un cajero, o tu ordenador. Para ello estamos trabajando en un sistema colaborativo de biometría interna. Los sistemas en la actualidad se basan en buscar las generalidades, para que sea cual sea la persona que lo usa, este funcione. Nosotros estamos haciendo justo lo contrario. Queremos buscar las particularidades de los pensamientos de las personas para ver si son diferentes y si la persona puede ser identificada a partir de ese pensamiento”.
El sistema se basa en la interacción hombre-máquina sin periféricos. Funciona a partir de un sonido o un video, es decir, partiendo de una estimulación externa que genera una reacción, una sensación en la persona que se somete a control, que se traduce en forma de ondas cerebrales lo que a su vez permite o deniega el acceso en función de la identificación positiva o negativa del sujeto.
En la fase actual de su trabajo están utilizando bases de datos públicas para calibrar y probar los algoritmos y evaluar el sistema.
Afirma Travieso que han descubierto que en las ondas de muy baja frecuencia se muestran diferencias en el electroencefalograma y creen que es posible usar esas diferencias para distinguir entre dos personas incluso aunque las dos estén pensando lo mismo.
“En un futuro incluso queremos ver si la persona está coaccionada para que piense de esa manera en el momento del control, y así evitar el intrusismo en el sistema”.
Referencia:
-Marcos Del Pozo-Banos, Jesús B. Alonso, Jaime R. Ticay-Rivas, Carlos M. Travieso “Electroencephalogram subject identification: A Review”. Expert Systems with Applications, Volume 41, Issue 15, Pages 6537-6554. DOI: 10.1016/j.eswa.2014.05.013.
Esta anotación ha sida realizado por Javier San Martín, (@SanMartinFJ) (@ACTIVATUNEURONA) y es una colaboración de Activa Tu Neurona con el Cuaderno de Cultura Científica.
Dime lo que piensas…y te diré quién eres
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