Con el objetivo de averiguar la causa de la disparidad de género en ciencia, y en particular en la divulgación, durante un tiempo me dediqué a leer estudios sobre el asunto. A continuación os traigo una recopilación de los que me parecieron más destacables.
El sesgo en la ciencia
En 2012 un grupo de investigación de Yale envió el mismo currículum a 127 profesores (94 hombres y 33 mujeres) de distintas universidades de Estados Unidos para una posición de administrador de laboratorio1. La mitad iban firmados como «Jennifer» y la otra mitad como «John». Se pidió a los profesores que puntuaran su empleabilidad y competencia, el tiempo que dedicarían a hacerles mentoring (enseñarles a hacer su trabajo), y el salario que les ofecerían.
Se encontró que las diferencias en el género de los candidatos eran significativas, no así las de los profesores. Los currículums firmados con nombre de mujer fueron percibidos como menos competentes y menos empleables; además de que se dedicaría menos tiempo a su mentoring y recibirían un salario 3700 $ menor al año. Estos resultados fueron independientes del género de las personas que evaluaban los curriculums.
La amenaza del estereotipo
Una posible causa que se da en la literatura para la baja participación de las mujeres en la ciencia y la divulgación científica es la amenaza del estereotipo. Este concepto, acuñado por Claude Steele, se refiere a una situación en la que alguien corre el riesgo de confirmar un estereotipo negativo que se aplica a una demográfica a la que pertenece.
Existen varios estudios2 sobre la amenaza del estereotipo en distintas demográficas, pero me centraré en el de las mujeres3. Consistía en tres experimentos. En el primero se pidió a un grupo mixto de 56 personas con el mismo nivel de matemáticas (cursadas durante el mismo tiempo y con las mismas calificaciones) que hicieran un examen fácil y uno difícil. En el examen fácil los resultados fueron similares, pero en el difícil las mujeres lo hicieron notablemente peor.
En el segundo experimento se repartió un grupo de 30 mujeres y 24 hombres en dos aulas distintas, y se les pidió que hicieran el examen difícil del experimento anterior. En una de las aulas se dijo que los resultados del examen no habían presentado diferencias de género anteriormente y en la otra se dijo que sí que las habían presentado. En ambas se cumplió lo que se había dicho, en la primera sala no hubo diferencias en los resultados, y en la segunda las mujeres tuvieron resultados peores que los de los hombres.
Para comprobar si había efectos más allá de ser una profecía autocumplida, se repitió el experimento en condiciones ligeramente distintas: más estudiantes, de otra universidad, y un examen ligeramente más largo y no tan difícil. En una de las aulas se dijo que no había habido diferencias de género, y la otra se dejó como control, es decir, no se dijo nada. Los resultados del segundo experimento se repiten en este, de lo que se deduce que decir o no que hubo diferencias de género no produce variaciones en el rendimiento.
A este tipo de profecía autocumplida «de fábrica» es a lo que se le conoce como amenaza del estereotipo. Para contrarrestar los efectos de los sesgos cognitivos en contra de las mujeres se suele proponer la acción afirmativa, que consiste en dar cierta ventaja a personas pertenecientes a colectivos que se percibe que cuentan con desventajas (discriminación, normalmente) de partida.
La acción afirmativa
Un grupo de profesoras de varias universidades (entre las cuales la de Stanford y la Pompeu Fabra) hizo un estudio4 para averiguar los efectos de la acción afirmativa en participación y rendimiento.
Se pidió a catorce grupos de seis personas (tres hombres y tres mujeres) que resolvieran tantas sumas de cinco números de dos cifras como pudieran, en cinco minutos. Al acabar el tiempo, se les preguntaba si preferían ser evaluados de manera individual (es decir, recibir 0,50 $ por cada problema bien resuelto), o de manera competitiva (entrar en un torneo en el que las dos personas que más problemas hubieran resuelto acertadamente recibirían 1,50 $ por cada uno). El torneo se hacía tal cual, o con acción afirmativa – es decir, al menos uno de los dos ganadores tenía que ser una mujer.
En términos de participación el efecto es bastante acusado: sin acción afirmativa, de todas las mujeres participaban aproximadamente un tercio, y de todos los hombres tres cuartas partes; mientras que con acción afirmativa, participaban más del 80 % de las mujeres y menos del 40 % de los hombres. Esto podría haber sido causado por el cambio de probabilidad en cierta medida (para ganar, una mujer bajo acción afirmativa solo ha de ser la mejor de las mujeres, mientras que un hombre tiene que ser el mejor de todos los participantes). No obstante, esta variación en la distribución de género de los participantes es mayor de la que se explicaba por el cambio en la probabilidad.
Por otro lado, en términos de rendimiento, los efectos son inexistentes. Con o sin acción afirmativa, la cantidad de high-performers, personas con alto rendimiento (entre 14 y 20 problemas bien resueltos) es la misma, y su rendimiento es igual de alto. Lo único que cambia es su distribución de género: sin acción afirmativa el 25 % son mujeres y, con ella, la mitad. Es decir, en estas circunstancias al menos, no se da el típico problema asociado con la acción afirmativa – no se descartan hombres más cualificados en favor de mujeres menos cualificadas.
Efectos inesperados
Desafortunadamente, la presencia de mujeres trae algunos efectos imprevistos. Un grupo de investigación de las universidades de Pisa y de Aalto, en Helsinki, analizó5 los datos de la Abilitazione Scientifica Nazionale, la habilitación nacional italiana para puestos de profesor de universidad en ciencias. Estudiaron cómo afectaba la composición de género de los tribunales (cinco hombres, o bien cuatro hombres y una mujer, y ocasionalmente tres hombres y dos mujeres) a la probabilidad de aprobar de las candidatas.
Encontraron que, por cada mujer que hay en el tribunal, las probabilidades de aprobar de una candidata bajaban un 2 %. Y cuál fue su sorpresa al descubrir que esto no ocurría porque las evaluadoras fueran más duras con las candidatas (que de hecho eran ligeramente más laxas), sino porque los hombres eran más exigentes – su comportamiento cambiaba con la presencia de una mujer en el tribunal.
Esto no quiere decir que las mujeres se libren por completo de este sesgo, puesto que el grupo evaluador del primer estudio incluía mujeres.
La conclusión que se puede sacar de todo esto es que existe un sesgo cognitivo en contra de las mujeres, que afecta tanto a hombres como a mujeres. La acción afirmativa resuelve parte del problema en algunas ocasiones, pero en otras es peor el remedio. Y, en cualquier caso, todavía queda mucho por hacer.
Referencias:
1 Moss-Racusin, C. A., J. F. Dovidio, V. L. Brescoll, M. J. Graham, and J. Handelsman. “Science faculty’s subtle gender biases favor male students.” Proceedings of the National Academy of Sciences 109, no. 41 (October 2012): 16474-79. doi:10.1073/pnas.1211286109.
2 Steele, C. M., & Aronson, J. (1995). Stereotype threat and the intellectual test performance of African Americans. Journal of Personality and Social Psychology, 69(5), 797-811. doi:10.1037/0022-3514.69.5.797
Aronson, J., Lustina, M. J., Good, C., Keough, K., Steele, C. M., & Brown, J. (1999). When White Men Can’t Do Math: Necessary and Sufficient Factors in Stereotype Threat. Journal of Experimental Social Psychology, 35(1), 29-46. doi:10.1006/jesp.1998.1371
3 Spencer, Steven J., Claude M. Steele, and Diane M. Quinn. “Stereotype Threat and Women’s Math Performance.” Journal of Experimental Social Psychology 35, no. 1 (January 1999). doi:10.1006/jesp.1998.1373.
4 Niederle, Muriel, Carmit Segal, and Lise Vesterlund. “How Costly is Diversity? Affirmative Action in Light of Gender Differences in Competitiveness.” Management Science, INFORMS 59, no. 1 (April 2008): 1. doi:10.3386/w13923.
5 Bagues, Manuel, Mauro Sylos-Labini, and Natalia Zinovyeva. “Do Gender Quotas Pass the Test? Evidence from Academic Evaluations in Italy.” SSRN Electronic Journal (2014): 1. doi:10.2139/ssrn.2457487.
Este post ha sido realizado por Beatriz Sevilla (@feminoacid) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
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Sergio Montañez
Interesante artículo.
Todavía queda mucho para que el comportamiento general de los hombres no se vea tan alterado por la presencia o no de mujeres, y esto tiene que ver con que muchos ámbitos sigue siendo llamativo en vez de normal que haya mujered.
Lo que más me sorprende hoy en día es que los medios de comunicación, que son los principales agentes que intervienen en la educación de la población, sigan haciendo estas cosas:
https://t.co/ptLs9xOuUD
Y que pocos se escandalicen de ello
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