Hasta el siglo XIX los descubrimientos científicos apenas tuvieron consecuencias materiales o económicas. El desarrollo de la humanidad, en sus aspectos materiales, no se vio significativamente mejorado por la ciencia. Desde mediados del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX, sin embargo, la ciencia ha transformado la faz del mundo.
Descubrimientos o invenciones tales como el cálculo infinitesimal, de Newton y Leibniz, han constituido una herramienta extraordinaria por sus incontables aplicaciones en casi todas las ramas de la ciencia y en la técnica. Los descubrimientos de Faraday y la formulación de Maxwell de las ecuaciones del electromagnetismo en el siglo XIX han causado un impacto profundo y duradero en la historia de la humanidad. Esos descubrimientos y esas ecuaciones han permitido, literalmente, domesticar la electricidad y el magnetismo. Hoy el mundo no tendría nada que ver con lo que es si no fuera por esas ecuaciones, si no fuera por el uso intensivo y generalizado que hacemos de la electricidad en todos, absolutamente todos los ámbitos de nuestras vidas. El mundo depende de la luz, la energía y las comunicaciones, y sin un electromagnetismo domesticado no dispondríamos más que de formas muy limitadas y caras de luz, energía y comunicaciones.
En el terreno de la física y de la química, el conocimiento de la composición de la materia y de los principios que rigen la forma en que sus diferentes componentes interaccionan entre sí ha resultado crucial para poder hacer uso de esa materia en todas las esferas de nuestras vidas, desde la alimentación hasta la salud, pasando por la producción de gran variedad de bienes.
Mención especial merece la invención de los fertilizantes sintéticos. Sin ellos nunca se habría producido la revolución verde del siglo XX y estaríamos atrapados en la trampa malthusiana. No sería posible alimentar a los más de seis mil millones de seres humanos que viven en la Tierra sin sufrir hambre crónica, y sería impensable tratar de conseguir alimentar a los cerca de 800 millones de personas que todavía pasan hambre.
Gracias a la invención de Justus von Liebig hay comida en los supermercados. La alternativa a los fertilizantes sintéticos serían los de origen animal, pero si toda la producción agrícola mundial dependiera de la fertilización animal harían falta 14.000 millones de vacas, es decir, dos vacas por habitante de la tierra.
La alimentación de la humanidad debe y deberá aún más a los descubrimientos de Barbara McClintock en el terreno de la genética vegetal, descubrimientos que le valieron la concesión del premio Nobel en solitario. Sus trabajos fueron el germen de la biotecnología vegetal y son la base sobre la que se edificará la producción de alimentos en el futuro.
Reconocimiento: parte del contenido de esta anotación se ha inspirado en las respuestas dadas por los colaboradores de Naukas a la pregunta de este año: «¿Qué avance o descubrimiento de la ciencia moderna ha hecho progresar más a la humanidad?»
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología en la UPV/EHU y coordinador de su Cátedra de Cultura Científica.
busgosu
Esta cultura del crecimiento infinito de los recursos es una gran mentira, es ignorancia sobre los sistemas complejos y sus relaciones simbióticas.
Hacer alusión que es posible desarrollar nuevas tecnologías para aumentar la disposición de alimentos, es puro desconocimiento de la naturaleza del mundo.
Es hacer caso omiso a la termodinámica.
¿Se debería enseñar termodinámica a los científicos que aun no la comprenden?
Preferiblemente cargarse los postulados de religión economía, que es la propulsora de estas fantasías.
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