Experimentación animal (y III)

Experientia docet

Experimentación animal (I)

Experimentación animal (II)

A partir de la última década del siglo XIX se identificaron varios organismos causantes de enfermedades y se desarrollaron las correspondientes vacunas y antitoxinas. Estas investigaciones emplearon miles de animales: la mayor parte conejos y ratones pero también perros, caballos y otros mamíferos. Por ejemplo, Paul Ehrlich usó miles de ratones en el desarrollo de la arsfenanima (1907), conocida comercialmente como Salvarsán a partir de 1910, el primer fármaco específico para la sífilis, y muchos miles más se emplearon en el desarrollo de los primeros antibióticos en los años treinta y cuarenta del siglo XX.

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Los ratones de laboratorio se fueron convirtiendo en el animal preferido para la investigación de enfermedades; la cría endogámica específica para obtener determinadas características comienza en 1910. Para los años treinta empresas como Jackson Laboratories (EE.UU.) eran capaces de suministrar a los investigadores en cualquier lugar del mundo millones de ratones especialmente criados para estudios concretos, incluyendo cáncer, enfermedades infecciosas y fisiología.

La investigación en psicología también consumía muchos animales, especialmente en los ensayos conductuales. Son famosos los perros de Iván Pávlov, pero no tanto un importante número de ratas que se usaron, y se usan, en experimentos sobre el comportamiento y las funciones cognitivas. A este respecto destacan sin duda los experimentos de Harry Harlow y otros sobre el desarrollo de los lazos maternales en monos que, aparte de investigar temas psicológicos importantes, despertaron una reacción social ante el maltrato de primates en la experimentación (maltrato psicológico curiosamente), que desembocaría en el auge del “movimiento de liberación animal” en los Estados Unidos.

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Los primates se usaron poco en experimentación antes del siglo XX. Si bien la similitud con los humanos los hacía, como ya había expuesto Galeno, las mejores aproximaciones al estudio de la anatomía humana, era precisamente esta similitud la que hacía que los investigadores como Claude Bernard se sintiesen incómodos experimentando con ellos.

Durante mucho tiempo se pensó que los primates (incluidos los humanos) eran los únicos que podían contraer el virus de la poliomielitis. Esta creencia es la que dio comienzo a la experimentación regular con primates en la investigación de la polio en 1900. El desarrollo de la vacuna contra la polio en los años cincuenta se basó en el uso de, literalmente, millones de macacos Rhesus. Hoy día, buena parte de los avances en la lucha contra el SIDA se basa en el empleo de chimpancés y otros primates.

Precisamente, han sido las investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas sobre las capacidades cognitivas y emocionales de los simios (monos sin cola) las que han hecho que las investigaciones con ellos se vean envueltas en la polémica. Las investigaciones científicas con simios han hecho a las investigaciones científicas con simios éticamente cuestionables.

Los éxitos de la bacteriología acallaron el movimiento antivivisección del siglo XIX. Sin embargo, éste resurgiría con fuerza en los años setenta del siglo XX con una nueva base filosófica: la idea de que los animales tienen derechos y que es lícito por tanto luchar por su liberación. La oposición organizada a la experimentación animal floreció apoyada en muchos casos en el activismo público de personas famosas del mundo de las artes escénicas y la interpretación cinematográfica.

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En parte debido a la presión de estas organizaciones para limitar, cuando no prohibir, la investigación con animales, los países occidentales comenzaron a legislar en los años ochenta sobre el trato a los animales en la experimentación. Si bien los detalles cambian de país a país, en general estas leyes aumentaron la protección de los animales y limitaron su sufrimiento innecesario, estableciendo todo un aparato burocrático que incluye la inspección de las instalaciones y la supervisión de los protocolos de investigación.

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Hoy día se siguen empleando animales en la experimentación biomédica y en otras áreas de investigación. La inmensa mayoría son ratas y ratones creados, modificados genéticamente, y criados para este fin. Se siguen empleando ratones, ratas, conejos, perros, gatos y otros animales para comprobar la toxicidad de los productos de uso y consumo humanos (entre ellos, pero no solo, los cosméticos). Sin embargo, la introducción de las leyes de protección animal ha llevado a una disminución en el número de especímenes que se emplean, a preferir el uso de invertebrados sobre vertebrados cuando es posible, y al desarrollo de métodos alternativos de experimentación (cultivos tisulares y celulares, modelos matemáticos y computacionales). Con todo, es muy poco probable que la experimentación biomédica pueda reducir su dependencia de la experimentación animal en un futuro próximo.

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En la serie Apparatus buscamos el origen y la evolución de instrumentos y técnicas que han marcado hitos en la historia de la ciencia.

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

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