Cuentan que… escribía ecuaciones interminables en las pizarras de las aulas, caminaba por los pasillos de la universidad sin ver y oír a nadie, ajeno a lo que le rodeaba. Le diagnosticaron esquizofrenia paranoica y su mente vagaba por recónditos lugares. Fue el Phantom of Fine Hall, el fantasma del Departamento de Matemáticas de Princeton, el matemático John Nash. Un hombre, con una mente maravillosa y una vida lejos de serlo. Murió hace unos meses en un accidente de coche, tras recibir el premio Abel, que premiaba la aportación de su trabajo en el ámbito de las matemáticas y cuenta el también matemático Javier Duoandikoetxea, que pasará mucho tiempo antes de que conozcamos a alguien como él.
Dicen que… el cine hizo conocida la vida de John Nash y también la historia de personajes como King Kong y monstruos como Gozdilla. Ambos son una creación ficticia, ¿pero podrían existir en la vida real? Cuentan José Ignacio Pérez y Miren Bego Urrutia que, por ejemplo, King Kong difícilmente podría saltar y correr sin que se hicieran añicos sus huesos. Y es que las proporciones de las partes de su cuerpo no son correctas. Así es, en la medida que crece el tamaño de la masa de los huesos disminuye el de la piel y eso se debe a una razón geométrica.
Parece ser que… los animales también guardan historias realmente interesantes. Eso es lo que tratan de revelarnos en la sección “Animalien aferak” (cosas de animales) los biólogos José Ignacio Pérez y Miren Bego Urrutia. Además de la historia del tamaño de King Kong, hemos conocido a Tusko, un elefante de 14 años de edad y 3.200 kilos de peso al que en 1962 un grupo de científicos inyectó 297 mg de LSD para estudiar el efecto que tenían las drogas en los animales. Tusko murió al de unos minutos, la dosis que le suministraron era suficiente para probar los efectos de la droga psicodélica en 3.000 personas. Aquello fue una metedura de pata, por decirlo de alguna manera, del tamaño del propio elefante. Los investigadores dieron una sobredosis al animal, no calcularon correctamente la dosis, entre otras cosas, porque no tuvieron en cuenta factores como qué funciones fisiológicas iban asociadas a los efectos de la droga.
Es posible que… no sepamos vivir sin reloj. El reloj nos indica que es hora de levantarnos, hora de comer, hora de ir al trabajo, hora de… . Sin embargo, además de nuestro reloj de pulsera, la periodista Amaia Portugal nos explica que tenemos un reloj interno, no sabemos de qué marca y cuyas agujas se mueven al compás de las estaciones del año. Un reloj fisiológico que nos ayuda a adaptarnos al verano y al invierno. Y es que los investigadores han descubierto, estudiando el cerebro de las ovejas, que éste produce proteínas distintas sea verano o invierno, y esto demuestra que el cuerpo se adapta a las distintas estaciones del año.
Y es que… la vida y lo que nos rodea es diverso e interesante. Un gigantesco árbol de curiosidades, como el árbol de la vida. Un árbol que ha crecido espectacularmente gracias al trabajo desarrollado por un grupo de investigadores estadounidenses que han interrelacionado las 2,3 millones de especies que se conocen en el mundo en un mapa de grandes dimensiones. Este mapa permite ir 3.500 años hacia atrás en la historia de la evolución biológica de la Tierra y recoge la labor de más de 500 árboles de la vida descritos anteriormente.
Quizás ya sabrás que… la historia que recoge el árbol de la vida tiene mucho que ver con una unidad funcional a la que llamamos célula. La célula es el elemento de menor tamaño que puede considerarse vivo y los organismos vivos se clasifican dependiendo del número de células. El término célula fue usado por primera vez por el biólogo Robert Hook en su obra Micrographia (1665), donde describe sus observaciones sobre tejidos vegetales. En estas, comprobó que había unidades que se repetían, que le recordaban a las celdas de los monasterios (cella) y de ahí surgió el nombre de célula.
Este concepto básico y otros es lo que trata de acercarnos César Tomé López en la serie “Oinarrizko kontzeptuez”.
Habrás oído decir que… la Tierra tiembla, palpita su interior y se hace notar en el exterior. El geólogo Arturo Apraiz nos cuenta a qué se deben estas vibraciones y porqué a veces los efectos de las mismas son más palpables que otras. Los terremotos no son acontecimientos baladí y concluye este investigador de la Universidad del País Vasco, que si algún científico fuera capaz de dar con el mecanismo para predecir los terremotos con antelación, sería un seguro ganador del premio Nobel. Pero para ello, es fundamental que haya medios suficientes para llevar a cabo la investigación en este campo y es que, como explica la especialista en biomedicina e investigadora del Centro de Investigación Médica Aplicada de la Universidad de Navarra, CIMA, Naiara Perurena: “Sin financiación no puedes avanzar en investigación”.
Y es que, dicen por ahí que… el dinero no da la felicidad, pero ayuda.
Sobre la autora: Uxune Martínez es la responsable de la Base de Datos de la Comunidad Científica Vasca, Inguma y es editora de Zientzia Kaiera.