Quien el mes pasado, pese a la sobredosis de noticias electorales, fuese capaz de llegar a la últimas páginas de los periódicos donde se esconde la sección de cultura ya sabrá del fascinante descubrimiento que se realizó en la Alhambra de Granada. Los encargados de restaurar este monumento estaban trabajando en el templete oriental del patio de los leones cuando, al desmontar las piezas que forman la techumbre, se llevaron una agradable sorpresa. Además de puntos de ubicación para ayudar en la construcción, encontraron dibujos nazaríes que llevaban ocultos desde que se construyó el templete en 1380. Estos dibujos incluyen figuras geométricas, vegetales e incluso animales y humanas algo tradicionalmente restringido en el arte islámico. Se especula que los trabajadores realizaban estos dibujos para matar al aburrimiento o como arte clandestino, ajenos al interés que iban a despertar más de 600 años después.
En cualquier caso, este no es el primer secreto oculto que se encuentra en la joya de la arquitectura granadina. En las restauraciones de 1959 y 2011 también se encontraron dibujos ocultos similares que hoy en día son de gran importancia para entender mejor el trabajo de los artesanos. Son muchos los casos en la historia en la que obras de arte han quedado atrapadas bajo otras, bien sea por cuestiones religiosas, por un cambio en los gustos estéticos de la época o por meros motivos constructivos. Entre ellas, El cielo de Salamanca, de visita indispensable en la ciudad charra, que hoy en día se muestra en una sala del patio de las escuelas menores y anteriormente decoraba el techo de la biblioteca de la Universidad. Esta genial obra de Fernando Gallego fue destruida en gran medida por la ampliación de la capilla en el siglo XVIII pero, por fortuna, un tercio quedó oculto bajo la bóveda que se construyó, lo que permitió que sobreviviese hasta que unas obras realizadas a mediados del siglo pasado permitieron su redescubrimiento.
Sobre ángeles escondidos
Otra maravilla oculta durante muchos años la podemos encontrar en la catedral de Valencia, donde los frescos del altar mayor permanecieron bajo una bóveda barroca durante cientos de años hasta que un equipo de restauradores liderado por Carmen Pérez García los sacó a la luz. La historia de estas pinturas está llena de contratiempos pero gracias a la labor de investigación y restauración hoy vuelven a lucir en la bóveda del altar de la catedral.
Tras el incendio acaecido en la Seo en 1469, Rodrigo de Borgia, el que más tarde fue el Papa Alejandro VI, encargó decorar la bóveda en estilo renacentista a los artistas italianos Francisco Pagano y Pablo de San Leocadio. Menos de doscientos años después, el arzobispo Luis Alonso de Cameros ordenó que el altar se reformase por lo que encargaron a Juan Pérez Castiel la construcción de una nueva bóveda ochenta centímetros mas baja que tapase la anterior, del siglo XIII. De este modo los frescos de la bóveda gótica quedaron escondidos indefinidamente. ¿Por qué se tomó esta decisión? Parece ser que con el paso de los años, por efecto del humo de lámparas y velas, las pinturas habían ennegrecido y se consideró necesario reemplazarlas. En cualquier caso, lo más posible es que el deseo de adaptarse al estilo barroco imperante en la época fuese la principal razón y las pinturas de estilo renacentista se considerasen desfasadas. También se apunta que en aquella época la figura de Adriano VI había caído en descredito por lo que retirar las obras encargadas por él era una especie de damniato memoriae.
Afortunadamente, durante los trabajos que comenzaron en 2004 los frescos fueron hallados. Los investigadores introdujeron una cámara digital por una fisura y se pudieron ver, tras muchos años, los ángeles que decoran la bóveda original. Pese a que la humedad y las sales transportadas por el agua habían dañado la pintura, su estado no era tan deplorable como se temía por lo que, no sin polémica, se decidió retirar la bóveda barroca para poder estudiar mejor el fresco. Ésta fue una decisión comprometida ya que el valor artístico de la bóveda reciente también debía de ser respetado. Por ello, la bóveda se dividió en 360 piezas que esperan un lugar adecuado donde ser nuevamente ensamblada. Una vez que el fresco quedó a la vista se pudo ver como además del deterioro por los factores ambientales, los trabajos realizados en el siglo XVII habían afectado al estado de la obra, incluyendo algún dibujo de dudoso gusto realizado por los albañiles. Tras la restauración los ángeles vuelven a volar sobre el cielo de la catedral valenciana, ahora vigilados por unos sensores que permiten un minucioso control de parámetros como la temperatura y la humedad.
Por motivos bien diferentes se ocultaron bajo mosaicos las caras de los serafines, ángeles representados con tres pares de alas, que decoran las pechinas que sustentan la cúpula de Hagia Sofía. Este edificio, construido por orden del emperador Justiniano en el siglo VI, fue en su momento la joya de la cristiandad hasta que tras la conquista de la ciudad por el imperio otomano en 1453 fue convertida en mezquita. A raíz de este cambio muchos mosaicos fueron cubiertos con yeso y cayeron en el olvido por varios siglos. Ya a mediados del siglo XIX el sultán Abdülmecit I encargó a los hermanos Fossati una restauración de la mezquita debido al mal estado en el que se encontraba.
Durante el periodo que duraron los trabajos los hermanos Fossati tuvieron licencia para quitar el yeso y pudieron documentar una gran cantidad de mosaicos lo que un siglo después ayudó en la labores de recuperación. Además, pudieron consolidar ciertas partes el edificio e incluso lo redecoraron. Eso sí, una vez finalizada su labor, toda representación antropomórfica hubo de ser nuevamente cubierta siguiendo las normas islámicas para edificios religiosos. De ese modo, las caras de los ángeles fueron cubiertas con placas doradas y los hermanos Fossati y sus trabajadores fueron los últimos en verlas durante muchos años.
Cuando en 1935 la mezquita fue convertida en museo dentro del proceso de secularización liderado por el presidente Ataturk, muchos de los mosaicos fueron recuperados y restaurados pero las caras de los ángeles siguieron ocultas hasta que en 2009 una nueva investigación desveló el rostro de uno de ellos. Desde entonces, ese serafín contempla el edificio desde su privilegiada posición mientras el velo dorado sigue ocultando a sus compañeros.
Nuevas tecnologías para descubrir el arte oculto
Dentro de la vastísima colección de arte del Louvre se encuentra la conocida como colección Campana, formada por piezas de arte clásico recogidas a lo largo del siglo XIX por Giampietro Campana, un célebre coleccionista italiano. En 2013, un fresco de esta colección fue una de las primeras obras de arte objeto de análisis mediante radiación terahertz. Estudios previos habían concluido que la obra, con aspecto de fresco de época romana, era una falsificación decimonónica, si bien era cierto que el soporte era más antiguo y que la pintura podía haber estado inspirada por los restos de una composición anterior.
Ninguna de las pruebas que habitualmente se realizan para encontrar imágenes ocultas tuvo éxito hasta que la investigadora J. Bianca Jackson empleó una técnica pionera basada en los mismos principios que se emplean para lograr escáneres corporales en los aeropuertos: la espectroscopía terahertz. Empleada para seguridad ciudadana y control de producto en la industria farmacéutica, su aplicación en el ámbito artístico había estado muy limitado hasta hoy en día. Esta técnica emplea una radiación con una frecuencia cercana al teraherzio (1012 herzios), de ahí su nombre. Teniendo en cuenta su longitud de onda (0.1-1 mm), entre el infrarrojo lejano y las microondas, puede ofrecer información complementaria a la que aportan los rayos X o la radiación infrarroja, mostrando secretos ocultos hasta ahora. Además, al ser una radiación poco energética y no ionizante es mucho más segura que la radiografía. Hay que reseñar, que la radiación de esta longitud de onda interactúa con el agua y otras moléculas, lo que impide que pueda viajar grandes distancias en el aire. Además, debido a su longitud de onda relativamente grande las imágenes que ofrecen tienen una resolución limitada en comparación con otras técnicas.
En cualquier caso, esto no supuso un problema para el caso que nos ocupa. Tras haber estudiado siete secciones del fresco del Louvre la doctora Jackson estaba a punto de desistir cuando el instrumento empezó a detectar un contraste entre el fondo y lo que parecía a ser un pintura realmente antigua. En la Imagen 3 podéis ver lo que dicen que es la cara de un romano, que se oculta bajo la composición original. De este modo, paradójicamente, la falsificación no es tan falsa ya que en su interior alberga una obra auténtica, algo que le otorga un valor adicional. Aunque hay que ponerle bastante imaginación para encontrar al supuesto romano no cabe duda de las nuevas posibilidades que abre esta técnica que ya se ha aplicado en otras cosas para detectar la firma de Goya en El Sacrificio a Vesta.
La obra perdida de Leonardo
Como hemos visto en el caso de la catedral de Valencia, descubrir una obra de arte que se encuentra bajo otra puede generar un conflicto, ya que si se trata de patrimonio cultural de primer orden la decisión de retirar la obra más reciente tiene que tomarse con suma cautela. Esto es todavía más crítico si no hay absoluta certeza de lo que se va a encontrar tras la obra que se quiere retirar, que es precisamente lo que sucede en el salón de los quinientos del Palazzo Vecchio de Florencia.
Hoy en día, en dicho lugar, se puede apreciar una serie de frescos sobre batallas históricas realizados por Giorgio Vasari en la segunda mitad del siglo XVI. El experto en arte Maurizio Seracini (más conocido por su aparición en el código Da Vinci) mantiene que bajo una de estas obras se encuentra una gran obra maestra de Leonardo: La batalla de Anghiari. Se sabe a ciencia cierta que Leonardo da Vinci pintó dicha obra, como así lo demuestran sus propios bocetos y algunas copias de sus coetáneos (en una de ellas se inspiró Rubens para realizar a su vez la más famosa copia).
Al parecer, Leonardo empleó una técnica poco común para pintar al fresco (en la que pese a lo que se pueda pensar no era un gran especialista) y la obra quedó inconclusa y se deterioró rápidamente, lo que no impidió que se considerase una auténtica maravilla en su época. Estaba aceptado que el fresco se había perdido completamente o que el propio Vasari lo había destruido durante la reconstrucción del palacio, algo que Seracini se niega a creer. El experto italiano demostró mediante un radar que detrás de la obra de Vasari había una cortina de aire de apenas unos centímetros, prueba inequívoca de que el encargado de redecorar la sala había querido preservar la obra de su ilustrísimo y admirado predecesor, como ya había hecho anteriormente con la Trinidad de Masaccio en Santa María Novella. Por si fuera poco, un misterioso texto en una de las banderas de la obra parecía estar dando alguna pista: “Cerca Trova” (El que busca, encuentra). Bien es cierto que esto es ya menos científico y más propio de la novela de Dan Brown.
Con todo ello, en 2007, obtuvo permiso para buscar la obra oculta pero dado que las técnicas no invasivas no tuvieron éxito, en 2011 se taladraron pequeñas incisiones en la obra de Vasari. Debido a lo invasivo de este proceder solo se pudieron realizar seis, y solo en zonas ya dañadas lo que dificultó mucho el procedimiento. Finalmente se pudo introducir una sonda con una cámara y se recogieron algunas muestras sólidas. Los investigadores identificaron un pigmento negro químicamente muy similar al usado por Leonardo en la Mona Lisa y en el San Juan Bautista, y lo que posiblemente era laca roja, un compuesto habitual en el renacimiento. En cualquier caso, estas pruebas se consideraron inconcluyentes y ante las quejas de muchos otros expertos que afirman que incluso en el improbable caso de que la obra siga ahí, ésta estará casi destruida, la investigación lleva paralizada desde entonces. Hay que tener en cuenta que el fresco de Vasari también tiene un valor incuestionable y cualquier estudio que amenace su integridad tiene que ser debidamente justificado. Así que, de no ser que en el futuro emerjan nuevas técnicas o las pruebas aportadas sean concluyentes, la batalla de Anghiari tiene más oportunidades de ser descubierta en novelas de detectives que en el salón de los quinientos.
Más información:
C. Pérez Garcia (2008) Las pinturas ocultas de la catedral de Valencia, Anuario Métode, (56), 247-255.
N.B. Teteriatnikov (1998) Mosaics of Hagia Sophia, Istanbul: The Fossati Restoration and the Work of the Byzantine Institute Dumbarton Oaks Trustees for Harvard University (Washington, D.C.). [PDF]
J.B. Jackson et al. (2011) A Survey of Terahertz Applications in Cultural Heritage Conservation Science, IEEE Transactions on Terahertz Science and Technology, 1(1), 220-231. DOI: 10.1109/TTHZ.2011.2159538
National Geographic Projects: Finding the Lost da Vinci
Sobre el autor: Oskar González es profesor en la facultad de Ciencia y Tecnología y en la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU
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