La ciencia, los científicos, los experimentos, los laboratorios, los momentos Eureka, los abusos de la ciencia, la competitividad, la épica y la poesía de la ciencia han sido fuente de inspiración para el cine desde sus inicios. En 1902, Georges Méliès creó con el tema de un imaginario viaje a la Luna la primera película de ciencia ficción.
Durante toda su historia, el cine ha retratado la ciencia con mayor o menor acierto, con mayor o menor realismo, a lo largo de toda su historia y, nos guste o no, nos parezca correcto o no, ha sido para muchos futuros científicos su primer punto de contacto con la actividad científica… aunque fuera en su versión más irreal, loca e inverosímil.
Durante mucho tiempo, la relación entre cine y ciencia se limitó a un uso por parte del séptimo arte de los científicos como tema, y a una indiferencia rayando en el desprecio por parte de la ciencia hacia las películas: por su falta de rigor, sus exageraciones o su frivolidad. Pero vivimos en una época (quiero creer que duradera y que irá consolidándose) en la que cine y ciencia se han acercado para trabajar juntos y, de alguna manera, ayudarse.
La ciencia se acerca al cine para buscar una manera de dirigirse al gran público más accesible, atractiva y emocionante, y el cine se acerca a la ciencia para intentar conocerla más y mostrarla de una manera más rigurosa.
Cine y ciencia se ayudan y tratan de complementarse. La ciencia abre las puertas de sus investigaciones, laboratorios e historias más secretas o desconocidas y el cine presta su manera de contar y sus herramientas creativas y visuales, de adaptar el mensaje.
Imagine Science Films es una organización sin ánimo de lucro, formada por científicos y profesionales del sector audiovisual, creada en el año 2008 y que tiene como fin acercar la ciencia y el arte a través del cine, transformando la manera en la que la ciencia se cuenta en la pantalla y favoreciendo la colaboración entre ambas disciplinas.
Tienen en marcha diversas iniciativas, entre las que me ha llamado la atención el Imagine Science Festival Film, que este año celebrará su novena edición en Nueva York entre el 14 y el 21 de octubre.
“La luz en una película a 24 fotogramas por segundo es el cine, la luz incidiendo en la retina es la visión. La luz del sol que permite la fotosíntesis es el origen de la vida. La luz, por tanto, ha estado siempre implícita en el corazón del Festival, pero este año será además su tema principal.”
Con este sugestivo texto, que deja clara la interacción que se busca con esta iniciativa, se anima a enviar vídeos sobre fotones y fotografía, óptica y el lóbulo occipital, las erupciones solares, las sombras y alucinaciones, o la percepción del color. Animan a participar explorando por todos los medios el tema de la luz como elemento esencial para el cine, la ciencia y su propia existencia.
La organización no excluye ningún otro tema y anima igualmente a enviar cualquier trabajo cinematográfico de contenido científico. Pueden ser cortos o documentales (con una duración de hasta 40 minutos), o películas. El género puede ser cualquiera: documentales de ficción, ciencia explicada a través de historias que enganchen, atractivas visualizaciones de datos, películas experimentales arriesgadas, animaciones innovadoras o documentales de no ficción y películas de ciencia ficción.
Hay que dejar claro que no se trata de un festival pensado para vídeos de divulgación científica sino para cortos, películas o productos de calidad cinematográfica susceptibles de ser proyectados en pantalla grande, en una sala de cine, y que puedan tener incluso una distribución mundial en salas y recorrido en festivales de cine generalistas.
A modo de ejemplo, dos de los proyectos que se mostraron en la edición del pasado año 2015 estuvieron nominados al mejor corto de animación para los Premios Oscar.
El primero de ellos, «World of tomorrow», del director Don Hertzfeldt, es un precioso cortometraje de animación de 16 minutos experimental y de ciencia ficción. ¿Qué tiene de científico? Nada más allá de la idea original. Un clon viaja desde el futuro para conocer a su versión real de niña y llevarla de viaje a conocer las cosas que amará durante toda su vida.
El segundo se titula We can´t live without Cosmos y es un cortometraje, también de animación, del director ruso Konstantin Bronzit, que cuenta sin diálogos la amistad entre dos aspirantes a cosmonautas durante su programa de entrenamiento para conseguir ser los elegidos para volar en una nave espacial. Como dice su director, no es un cortometraje sobre la carrera espacial ni sobre la amistad. Es indudable el anclaje científico que tiene la historia.
Ninguno de los dos está disponible al completo en la red. ¿Por qué? Pues porque al igual que la ciencia necesita dinero para su financiación, los proyectos de cine experimental, que están fuera de los circuitos comerciales, encuentran muchas dificultades para conseguir el dinero suficiente para ser producidos. Ambos cortos, de una calidad extraordinaria, pueden alquilarse online.
Os invito a todos a hacerlo y comprobar cómo la colaboración entre ciencia y cine puede producir obras maravillosas.
Sobre la autora: Ana Ribera (Molinos) es historiadora y cuenta con más de 15 años de experiencia en el mundo de la televisión. Es autora del blog Cosas que (me) pasan y responsable de comunicación de Pint of Science España.
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