#Naukas16 Improbable-mente

Conferencia

El común de los mortales piensa que la mente puede hacer cosas maravillosas. Eparquio Delgado sostiene no solo que esto no es así, sino que la mente es un mito.

Eparquio Delgado: ''Improbable-mente''

Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por eitb.eus

4 comentarios

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  • Avatar de Santiago

    Felicidades por la conferencia. Instructiva y bien explicada, como debe ser.

    Solo una crítica al planteamiento general, del que difiero.

    Eparquio se pasa de frenada. Es cierto que durante mucho tiempo se ha utilizado un concepto erróneo de mente, concretamente, el mencionado en la conferencia «fantasma en la máquina» que tan magistralmente denunció Ryle y que, efectivamente, da fácilmente pie a interpretaciones esotéricas o sobrenaturales. El error también viene del vitalismo aristotélico que vio la mente (llamada «anima» en esos tiempos) como un principio motriz, una especie de «fuerza vital» de los seres vivos, de «energeia» (o potencia en acto), lo cual ha dado lugar a las, tan erróneas como célebres, teorías del élan vital de Bergson o de la líbido de Freud (y sus versiones más actuales en Lacan o Zizek).

    Es cierto, las concepciones dualista y vitalista de la mente son falsas. Sin embargo esto no nos puede llevar a un conductismo eliminativo tal como defendieron Wittgenstein o el mismo Ryle. No creo que la solución esté en cortar por lo sano.

    Lo que pasa con la mente es que es un concepto demasiado amplio, engloba demasiadas cosas diferentes y, en consecuencia, se hace confuso y se presta a malinterpretación. Es lo mismo que pasa, por ejemplo con el concepto de «sociedad». Cuando decimos que «Manolito terminó por ser un delincuente por culpa de la sociedad en la que le toco vivir»… ¿a qué nos referimos por sociedad? ¿Ambiente familiar? ¿Amistades? ¿Sistema educativo? ¿Gobierno? No queda nada claro, pero de eso no podemos inferir tajantemente que la sociedad no existe. Lo que hay que hacer, sencillamente (o no siempre tanto), es precisar a qué nos referimos.

    La mente incluye muchas cosas: consciencia, memoria, emociones… en ella mezclamos estados, habilidades, creencias, representaciones, acciones, estructuras… Es un cajón de sastre muy confuso. Sin embargo, eso no nos debe llevar a decir que nada de eso existe y que lo único que hay son «disposiciones conductuales». Es un reduccionismo que se quita de un plumazo la mente en vez de intentar explicarla. Tanto Wittgenstein como Ryle son muy hábiles criticando la filosofía de la mente anterior, pero su propuesta es muy pobre. Yo no veo por dónde coger el concepto de «disposición conductual». Se me queda raquítico y no me quedo para nada satisfecho explicando, por ejemplo, la percepción del color rojo como una mera disposición a hacer algo. Lo dicho: criticando una visión errada de la mente se pasa de frenada y se carga la misma mente.

    Saludos.

  • Avatar de Masgüel

    Coincido y discrepo con Delgado. Coincido y discrepo con Santiago.

    La charla está muy bien, pero cabe matizar. Como apunta Santiago, a veces le bailan los términos. Afecta al breve repaso que hace a la ciencia y filosofía de la mente del siglo XX. Santiago, sin embargo, acusa de Delgado de defender un conductismo eliminativista. No me lo parece, incluso aunque Delgado estuviese de acuerdo. Yo voy a intentar defender que Delgado no se equivoca y sin embargo sus conclusiones son compatibles con una concepción emergentista de la mente. Transcribo el final para ir al grano.

    «La mente, como algo inmaterial o como un producto del cerebro, probablemente no existe. La mente son disposiciones de conducta y la consciencia no es algo que aparezca de forma individual o por acción espontánea, sino que aparece en la interacción en el seno de una comunidad. Ya va siendo hora de que los psicólogos, los neurocientíficos, los sociólogos y todos los que nos dedicamos a estudiar al ser humano, abandonemos el mito de la mente y empecemos a compartir los conocimientos que estamos adquiriendo en los estudios de los diferentes niveles del ser humano. Esto además, nos va a llevar a hacernos otras preguntas y a tener que responder a nuevas cuestiones como por ejemplo dónde queda el libre albedrío, la autonomía o la responsabilidad.»

    Conviene despejar el primer equívoco. Lo que aparece en el la interacción en el seno de una comunidad es la autoconsciencia, no la consciencia. Un tiburón al salir del huevo ya es consciente, sin interación y sin comunidad, pero no es autoconsciente. El emergentismo trata la consciencia como un fenómeno biólogo real e irreducible. Tiene poder causal y supone una ventaja adaptativa. Añade una propiedad nueva al catálogo de la naturaleza. La experiencia consciente, el ámbito de la subjetividad ha de ser ontológicamente considerado.

    La autoconsciencia implica el manejo de significados, de símbolos (siquiera la imagen especular del propio cuerpo) que crean la distinción entre mundo y sujeto. Delgado acierta al reivindicar a Wittgenstein. La autoconsciencia aparece en la interacción en el seno de una comunidad de hablantes. Una disposición de conducta no es un mero mecanismo neurológico. Eso sería caer de nuevo en el cerebrocentrismo y en el error categorial que denunciaba Wittgenstein. Una disposición de conducta es el resultado de la forma de vida en una cultura concreta. La autoconsciencia, el yo, es un mito. Pero el mito, la ficción, tiene poder causal y supone una ventaja adaptativa. También ha de ser ontológicamente considerado. Por eso no se trata de abandonar el mito, sino de asumirlo como tal. Es absurdo plantearnos abandonar el mito de la identidad personal. Es muy útil para organizar nuestra conducta. Los números y los ángulos rectos también son mitos y también hacen falta. Lo que conviene es abandonar otros mitos, como el determinismo físico y entender que la organización, incluida la organización abstracta de significados en las culturas humanas, tiene poder causal. No se comprenderá cabalmente la naturaleza, incluyendo a las comunidades de hablantes, mientras se niegue o no se tenga en cuenta la causalidad descendente. Y efectivamente nos lleva a replantear cuestiones como el libre albedrío, la autonomía y la responsabilidad. Negando el universo bloque del determinismo y aceptando la causalidad descendente, es posible defender las tres cosas sin salirse del naturalismo.

    Disculpa el ladrillo.

  • Avatar de Manuel López Rosas

    Agradezco las participaciones que me resultan, muy esclarecedoras (*) respecto a la categorización y a la ubicación de los espacios y relaciones con que construimos observaciones, y que constituyen intangibles requeridos de examen, explicación, y posiblemente, demostración.

    (*) Me refiero tanto a Esparquio, a Santiago, y a Masgüel, como al trabajo de C. Tomé, al poner a nuestro alcance estos materiales.

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