Las mentiras allanan su propio camino

#con_ciencia

En la novela The Tailor of Panama (El sastre de Panamá), de John Le Carré, el protagonista Harry Pendel, sastre de nacionalidad británica afincado en Panamá, acepta colaborar con el espía del MI6 Andy Osnard y proporcionarle información acerca de las élites panameñas, incluyendo al propio presidente del país. Pero lo cierto es que Pendel no se encuentra en condiciones de proporcionar información digna de tal nombre, por lo que se ve impelido a inventar historias falsas, haciéndolas cada vez más inverosímiles hasta que el mismo Osnard se percata de que el sastre le proporciona invenciones, no verdadera información.

Tramas similares a la de Le Carré son la base de historias en las que el protagonista o algún personaje clave se va liando en una maraña de mentiras de dimensión y complejidad creciente. La historia suele comenzar con una mentira no demasiado grave, pero a partir de esa primera, el mentiroso debe inventar una segunda algo mayor que la anterior para dar cobertura a aquélla, y así sucesivamente. Por esa razón se ha pensado que cuando alguien se adentra por un camino de falsedades sigue esa secuencia, formada por mentiras cada vez mayores, cada vez más inverosímiles.

Una investigación publicada hace unos meses en la revista Nature Neuroscience ha puesto en cuestión esa visión de las cosas. En el estudio se permitía a los sujetos experimentales que engañasen a otros supuestos participantes, resultando beneficiados los primeros como consecuencia de la mentira. La particularidad de este trabajo es que los participantes podían practicar el engaño una y otra vez, sin que la secuencia de mentiras estuviese basada en falsedades cada vez mayores consecuencia de una mentirijilla inicial. No, en este caso las mentiras no se hacían para dar cobertura a las anteriores, sino que cada una de ellas estaba motivada por el beneficio que reportaba por sí misma.

A una parte de quienes participaron se les analizó la actividad encefálica mediante resonancia magnética funcional, con objeto de estudiar qué parte de su encéfalo desarrollaba, en cada caso, mayor actividad. Y resultó que la amígdala fue el área con mayor actividad cuando los participantes mentían por primera vez, pero que conforme lo hacían en sucesivas ocasiones, la actividad se iba reduciendo. En otras palabras, conforme se mentía más veces, la amígdala encefálica se “insensibilizaba”. Los investigadores llegaron a la conclusión de que la respuesta de la amígdala se asemeja a la de muchos sistemas sensoriales, que pierden sensibilidad cuando son expuestos a estímulos en repetidas ocasiones.

La amígdala forma parte del sistema límbico, cuya función principal es la de procesar respuestas emocionales. De acuerdo con la interpretación de los autores del trabajo, la primera respuesta de la amígdala, su activación, es consecuencia de un conflicto emocional entre dos bienes contrapuestos: el económico que se deriva de la ganancia que proporciona la mentira, por una parte, y el ético asociado al comportamiento honrado, por la otra. Sin embargo, la insensibilización de la amígdala hace que ese conflicto sea cada vez menor y que, por ello, la mentira resulte progresivamente más fácil. Por esa razón, una vez se empieza a mentir, la resistencia a la falsedad disminuye, pues la barrera emocional está cada vez a menor altura.

No parece, pues, que una serie de mentiras haya de ser consecuencia de la necesidad de ir cubriendo mentiras anteriores, sino que obedece al hecho de que van allanando el camino a las que las seguirán. En suma, la tolerancia a las mentiras, propias y ajenas, por pequeñas que estas sean, puede acabar siendo una autopista que conduce a grandes falsedades.


Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU


Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 6 de noviembre de 2016.

4 comentarios

  • Avatar de Manuel Lòpez Rosas

    Los problemas que me plantea este comentario son de gran importancia: obligan, en cierta forma, a la reflexión y a una (quizás) necesaria reflexión que defina las propias posiciones en procesos de inserción en las relaciones sociales. ¡De película -2horas! o ¡De novela! que posiblemente lleve un tiempo mayor de atención.

    El escenario de la sobrevivencia se orienta lo mismo por el engaño (consciente o no), la mentira (deliberada o no) y la acción orientada por valores sociales entre los que puede encontrarse (o no) la verdad, alguna versión de la verdad, o nuevos engaños.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *