Matteo Colombo
Cuando tenía alrededor de cuatro años formulé a mi madre una de mis primeras preguntas “¿por qué?”: “Mamá, ¿por qué vive Pippo debajo del agua?” Mamá me explicó que Pippo, nuestro pez de colores, era un pez, y que los peces viven debajo del agua. Esta respuesta me dejó insatisfecho, por lo que seguí preguntando: “¿Por qué viven los peces debajo del agua? ¿¿Podemos nosotros vivir debajo del agua?” Mamá respondió que los peces respirar extrayendo oxígeno del agua que los rodea; las personas no pueden vivir debajo del agua. Pregunté entonces algo aparentemente sin relación: “¿De qué está hecho el hielo?””El hielo está hecho de agua, Matteo”. Dos días después se encontró a Pippo en nuestro congelador.
Como la mayoría de los niños de cuatro años, me sorprendía con las cosas que ocurrían a mi alrededor. Tan pronto como comencé a hablar empecé a preguntar por qué suceden las cosas. Esto molestaba a los adultos frecuentemente. Pero cuando querían responder a mis preguntas, sus explicaciones me ayudaban a imaginar qué ocurría si las cosas fuesen diferentes. Mis conclusiones eran completamente erróneas algunas veces (como el pobre Pippo comprobó en carne propia). En cualquier caso, errores y explicaciones guiaron mi descubrimiento del mundo: estaba haciendo ciencia antes de empezar a ir al colegio, y lo estaba disfrutando también.
¿Qué es una buena explicación? ¿Y cómo lo podemos saber? Los filósofos de la ciencia han respondido a estas cuestiones tradicionalmente concentrándose en las normas que rigen la práctica explicativa de los científicos, evaluando estas normas sobre la base de sus intuiciones en una serie de casos que implican supuestas explicaciones.
Comenzando con el trabajo de Carl G Hempel en los años sesenta, los filósofos de la ciencia han desarrollado tres modelos de explicación principales. Según el modelo de cobertura legal de Hempel, las explicaciones son argumentos que demostrarían que lo que se está explicando se sigue lógicamente de una ley general. Por el modelo de cobertura legal si un pregunta “¿Por qué un determinado mástil de bandera arroja una sombra de 10 metros de largo?”, una buena respuesta debería citar las leyes de la óptica, la altura del mástil, y la posición del Sol. Esta explicación es buena porque “demuestra que, dadas las circunstancias concretas y las leyes en cuestión, el que el fenómeno ocurriese era algo esperable”.
Otra aproximación es el modelo unificacionista, que dice que las buenas explicaciones aportan un relato unificado que puede aplicarse exhaustivamente a muchos fenómenos diferentes. La teoría de la gravedad de Newton y la teoría de la evolución de Darwin son explicaciones maravillosas porque poseen un enorme poder unificador. Estas teorías apelan una y otra vez a unos pocos principios básicos que pueden dar cuenta de una gran cantidad de fenómenos. Así, las teorías unificadoras reducen a un mínimo el número de lo que el biólogo Thomas Huxley llamó en 1896 “incomprensibilidades fundamentales”.
El modelo mecánico causal es quizás el más popular entre los filósofos. Dice que las explicaciones buenas ponen de manifiesto piezas componentes y actividades que hacen que las cosas pasen. Si uno pregunta:¿Por qué se rompió la ventana?”, una buena respuesta es: “Porque alguien le tiró una piedra”. O si uno pregunta: “¿Cómo llega la sangre a todas las partes del cuerpo?”, una buena respuesta debería incluir información acerca del corazón, los vasos sanguíneos y el sistema circulatorio y sus funciones.
Estos modelos capturan la forma de muchas buenas explicaciones. Sin embargo, los filósofos no deberían asumir que exista un solo modelo verdadero de explicación y que se deba tomar una decisión sobre qué modelo nos dice qué es realmente una buena explicación. Es decir, muchos asumen que un modelo explicativo “talla única” se ajusta a todas las áreas de investigación. Esta asunción significa que los filósofos han ignorado a menudo la psicología del razonamiento explicativo.
Dar una buena respuesta a una pregunta “¿por qué?” no es solo una abstracción filosófica. Una explicación tinene funciones cognitivas en el mundo real. Fomenta el aprendizaje y el descubrimiento y las buenas teorías explicativas son vitales para navegar por el entorno sin problemas. En este sentido, una explicación es lo que se conoce como un acto de habla, que es una unidad de emisión que realiza una cierta función en la comunicación. Evaluar cuando alguien realiza este acto de habla con éxito debería tener en cuenta la psicología del razonamiento explicativo y su sutil sensibilidad al contexto. Una labor estupenda en la psicología de la explicación demuestra que tanto las leyes, como la unificación y los mecanismos causales tienen un lugar en la psicología humana, trazando distintos conceptos que se activan dependiendo de la audiencia, intereses, creencias previas y el entorno social.
Los resultados de la psicología también ponen de manifiesto una sorprendente similitud entre los razonamientos explicativos de niños y científicos. Tanto niños como científicos observan el mundo intentando encontrar patrones, buscando violaciones sorprendentes de esos patrones e intentando comprenderlas basándose en consideraciones explicativas y probabilísticas. Las prácticas explicativas de los niños sugieren un conocimiento único de la naturaleza de una buena explicación.
Los modelos de explicación deberían calibrarse con datos acerca de la práctica explicativa real desde la psicología, pero también desde la historia y sociología de la ciencia. La misma conclusión aplica a otros temas tradicionales estudiados por los filósofos de la ciencia como la confirmación, los cambios de teorías y el descubrimiento científico, donde demasiado a menudo la especulación filosófica abstracta ofusca los fundamentos cognitivos de la ciencia. Los estudios de base experimental de la explicación nos dicen claramente algo importante acerca de cómo la gente explica, qué encuentra explicativamente valioso, y cómo las prácticas explicativas cambian a lo largo de la vida. Si todo niño es un científico nato los filósofos de la ciencia harían bien en prestar más atención a la psicología de la explicación, y en concreto a las preguntas “¿por qué?” y al razonamiento explicativo de los niños. Conseguirán una comprensión más matizada de qué constituye una buena explicación.
Sobre el autor: Matteo Colombo es profesor ayudante en el Tilburg Center for Logic, Ethics, and Philosophy of Science y en el departamento de filosofía de la Universidad de Tilburg en los Países Bajos.
Texto traducido y adaptado por César Tomé López a partir del original publicado por Aeon el 1 de febrero de 2017 bajo una licencia Creative Commons (CC BY-ND 4.0)
Rawandi
«los filósofos no deberían asumir que exista un solo modelo verdadero de explicación»
¿Por qué no combinar los tres modelos en uno solo? Una buena explicación es la que apela a alguna ‘ley causal unificadora’.
busgosu
Las leyes no son un modelo explicativo, es una explicación. Las leyes son la definición de unas relaciones entre conceptos, que son elementos explicativos.
La causalidad es un concepto, si no está determinada una relación causal, y cuando está determinada es una ley causa-efecto.
Y lo mismo sucede con la unificación.
Los modelos explicativos nacen de las relaciones combinatorias entre conceptos. Las leyes son explicaciones elementales, que ya han concretado las relaciones entre conceptos, y en consecuencia no generan nuevos conceptos ni nuevas relaciones, para formar nuevos modelos explicativos.
Rawandi
«Las leyes (…) no generan (…) nuevos modelos explicativos.»
Nadie dice que lo hagan. El artículo de Colombo plantea «qué modelo nos dice qué es realmente una buena explicación». A mi modo de ver, el modelo de cobertura legal sería el mejor porque abarca a los otros dos, ya que toda ley es causal y unificadora.
busgosu
A mí modo de ver, para que haya más modos explicativos, debe haber mayor número de relaciones combinatorias entre conceptos, para lo cual es necesario la existencia de más conceptos.
Otro tema es la cuestión de qué modelos explicativos son mejores.
Para mi serían aquellos que relacionan conceptos universales, conceptos que la observación confirma que son generales a todas las manifestaciones del universo.
Manuel Lòpez Rosas
Me parece encontrar cierto abuso en la generalización, notable desde que se pone como ejemplo a vivencias personales ancladas en el tiempo de crecimiento personal.
Habrá que distinguir también entre lo que es una respuesta satisfactoria de «la respuesta correctamente planteada» desde un criterio de verdad externo al sujeto (que puede ser otro sujeto, una institución, una perspectiva ideológica o un requerimiento cultural -desde la atención, hasta la inclusión en algún conjunto contable-).
¿»Todo niño es un científico nato»? 🙂