«El caso Plattner y La máquina del tiempo aprovechan las posibilidades patéticas de la cuarta dimensión».
Jorge Luis Borges, en el prólogo de [H.G. Wells, La puerta en el muro, Siruela, 1984]
En su conocida novela de ciencia ficción La máquina del tiempo (1895), el escritor británico Herbert George Wells (1866-1946) hablaba de la cuarta dimensión; la cuarta dimensión entendida como el tiempo.
En 1896, en la revista New Review, Wells publicó el relato corto titulado La historia de Plattner, en el que aparece de nuevo la cuarta dimensión, aunque de una manera diferente.
Pero empecemos por el principio. En La historia de Plattner, el protagonista es Gottfried Plattner, profesor en la Sussexville Proprietary School donde se encarga de enseñar las lenguas modernas. También debe ocuparse de la docencia de otras materias, como química, geografía económica, contabilidad, taquigrafía, dibujo y cualquier otra que se le encomiende… aunque sepa poco de ellas. Plattner es especialmente inexperto en química “En química era particularmente deficiente, sin conocer, según dice él, poco más que los Tres Gases (cualesquiera que puedan ser)”. Uno de sus alumnos le lleva un polvo verdoso para que lo analice… y un accidente sucede:
Existe práctica unanimidad en cuanto a lo que hizo Plattner. Vertió un poco de polvo verde en un tubo de ensayo y trató la sustancia, sucesivamente, con agua, ácido clorhídrico, ácido nítrico y ácido sulfúrico. Al no obtener resultado alguno vació casi la mitad de la botella en una bandeja y encendió una cerilla. Con la mano izquierda sujetaba la botellita de medicina. La sustancia comenzó a echar humo, se licuó e hizo explosión con ensordecedora violencia y un destello cegador.
Ante la sorpresa de los estudiantes, Plattner desaparece sin dejar huella:
No quedaba a la vista ni una partícula visible de Plattner, ni una gota de sangre, ni un jirón de ropa. Al parecer había desaparecido sin dejar rastro. No quedaron ni los rabos, como suele decirse. La evidencia de su total desaparición a consecuencia de la explosión es un hecho indudable.
Durante nueve días lo buscan de manera infructuosa:
Un aspecto no menos notable del asunto es el hecho de que varias personas del vecindario tuvieron sueños muy intensos de Plattner durante el período de excitación que precedió a su regreso, y que dichos sueños presentaban una curiosa uniformidad. En casi todos ellos se veía a Plattner, a veces solo y otras veces acompañado, caminando a través de una fulgurante iridiscencia En todos los casos su rostro aparecía pálido y relajado, y en algunos gesticulaba hacia la persona que soñaba. Uno o dos de los muchachos, evidentemente bajo la influencia de la pesadilla se imaginaron que Plattner se les acercaba con sigilo y parecía mirarles fijamente a los ojos. Otros huían con Plattner de la persecución de unas criaturas vagas y extraordinarias de forma esférica. Pero todas estas fantasías se olvidaron en interrogantes y especulaciones cuando el segundo miércoles después del lunes de la explosión, Plattner regresó.
En efecto, Plattner regresa súbitamente, ‘cayendo’ desde algún lugar, tras escucharse un ruido violento y producirse un relámpago. El profesor desaparecido desconoce lo que ha sucedido; ha permanecido, en contra de su voluntad, en ‘otro lugar’. Pero, al mismo tiempo, según sus declaraciones, podía ver lo que hacían las personas de ‘nuestro mundo’:
Estaban preparando sus tareas nocturnas y observó con curiosidad que varios de ellos resolvían con trampa sus teoremas de Euclides mediante una chuleta, cuya existencia no había sospechado hasta ese momento.
Una de las pruebas de que la fantástica historia de Plattner puede ser cierta es que su cuerpo ha sufrido una transformación, se ha invertido:
Es una lástima que la aversión de Plattner a la idea de la disección post mortem pueda posponer, quizá para siempre, la prueba positiva de que todo su cuerpo tiene invertidos los lados derecho e izquierdo. De ese hecho depende casi por completo la credibilidad de la historia. No hay manera de coger a un hombre y moverlo en el espacio, tal y como la gente normal lo entiende, que dé como resultado un cambio de sus lados. No importa lo que haga, su derecha seguirá siendo la derecha y la izquierda la izquierda. Esto se puede hacer con algo perfectamente delgado y plano. Si se recorta una figura de papel, cualquier figura con un lado derecho y otro izquierdo, se puede cambiar su forma invirtiéndola. Pero con un cuerpo sólido es diferente. Los matemáticos nos dicen que la única manera de cambiar los lados derecho e izquierdo de un cuerpo sólido es sacarle del espacio que conocemos, sustraerlo de la existencia ordinaria y llevarle a cualquier otro espacio exterior. Esto es un poco abstruso, sin duda, pero cualquiera con algún conocimiento de matemática teórica confirmará al lector esa verdad. Para expresarlo en un lenguaje técnico, la curiosa inversión de los lados derecho e izquierdo de Plattner es una prueba de que ha escapado de nuestro espacio hacia el que recibe el nombre de Cuarta Dimensión, y que después ha regresado a nuestro mundo. A menos que prefiramos consideramos víctimas de una inversión elaborada y sin sentido, estamos casi obligados a creerlo.
Wells explica exquisitamente –por analogía con el paso de la dimensión dos a la dimensión tres–, que solo ha podido suceder ese cambio físico en Plattner si el protagonista ha viajado a la cuarta dimensión, allí se ha invertido su cuerpo, y ha regresado después…
Puede leerse la historia completa en este enlace.
Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta universidad.
Manuel López Rosas
Qué interesante antecedente del tratamiento del tiempo como una figura de la mente o el pensamiento, que proporciona nueva forma de acceso a la realidad (construida o representada mentalmente también) ¿Qué hacemos o qué podemos hacer con la noción de «futuro»?.
Seguramente podríamos darle seguimiento en las reelaboraciones del tema, como en la divertida, atrevida e interesante en la novelita de Michael Crichton «Rescate en el tiempo 1999-1357» (Plaza y Janés 2001), que incluso tiene versión cinematográfica de gran éxito como todas las narraciones noveladas y con versión fílmica de Crichton.