El sistema solar se formó hace unos 4.600 millones de años a partir de una pequeña parte (alrededor de un 5%) de una gigantesca nube molecular formada principalmente por hidrógeno. La mayor fracción de ese 5% de materia –el 99,85%- colapsó formando el Sol, y el resto formó un disco protoplanetario que acabría dando lugar a los demás cuerpos del sistema (planetas, satélites, asteroides y demás).
El Sol es una esfera casi perfecta de plasma caliente cuyo diámetro es 109 veces el de la Tierra, y su masa, 330.000 veces la de nuestro planeta. Un 73% de la materia solar es hidrógeno y un 25%, helio; el 2% restante se lo reparten otros elementos. Tras su formación, la temperatura y la densidad de la masa central alcanzaron valores altísimos. El núcleo del sol -correspondiente a una esfera cuyo radio es la cuarta parte del total- se encuentra a una densidad que es 150 veces superior a la del agua y a una temperatura de 15,7 millones de kelvins. Bajo esas condiciones en su interior se producen de forma permanente reacciones nucleares de fusión, la inmensa mayoría consistentes en la conversión de hidrógeno en helio. Esas reacciones emiten rayos gamma -fotones de muy alta energía- que son absorbidos de manera inmediata por el plasma solar y liberados a continuación de nuevo, aunque con algo menos de energía. Ese proceso doble de absorción y reemisión se produce infinidad de veces antes de que los fotones lleguen a la superficie solar. Por ello, transcurren miles de años desde su emisión inicial hasta que alcanzan la superficie y salen al exterior: según estimaciones teóricas ese tiempo puede ir de 10.000 a 170.000 años. Y sin embargo, desde que un fotón sale del Sol hasta que excita una molécula fotorreceptora en una célula de nuestra retina, tan solo transcurren algo más de ocho minutos (aunque, lógicamente, para el fotón no ha pasado el tiempo).
Cada metro cuadrado de la superficie de la Tierra recibe de su estrella, en promedio, 1 kilovatio de potencia cuando se encuentra en su cénit en días despejados. A la superficie no llega toda la que penetra en la atmósfera, puesto que esta filtra e impide la llegada de radiaciones de ciertas longitudes de onda. Si no fuera por ese filtro, serían 1,37 kilovatios por metro cuadrado. El 50% de la energía que llega al exterior de la atmósfera lo hace en forma de radiación infrarroja, un 40% es luz visible y un 10%, radiación ultravioleta. Un 70% de esta última, en mayor proporción cuanto menor es la longitud de onda, no llega a la superficie terrestre.
El Sol no permanece estático. Da vueltas sobre sí mismo de manera que su ecuador completa una vuelta en 25,6 días, aunque ese tiempo es algo más prolongado en los polos (33,5 días), pues la velocidad de rotación no es homogénea, disminuye del ecuador hacia los polos. Y además de rotar, también describe un movimiento, prácticamente elíptico, de traslación alrededor del centro de la Vía Láctea. Tarda entre 225 y 250 millones de años en describir una órbita completa; o sea, eso es lo que dura nuestro año galáctico. Ese desplazamiento se produce a la increíble velocidad de 251 kilómetros por segundo. Viajamos, pues, por el espacio a lomos de un planeta que gira enloquecido alrededor de una estrella que, a su vez, se desplaza a una velocidad imposible de asimilar a nuestra escala, en torno al centro de la galaxia. Y esta, por su parte, tampoco se está quieta. No somos conscientes de ello, pero vivimos en un gigantesco torbellino cósmico.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 27 de agosto de 2017.
Manuel López Rosas
Alucinante nota. algunas de sus líneas son más que «ciencia» y seguramente, o por lo menos para mi son más importantes que las cifras que no son poca cosa respecto al procedimiento de obtención y la precisión que representan, las líneas finales son en realidad el principio de otra comprensión de las dimensiones del mundo:
«…Viajamos, pues, por el espacio a lomos de un planeta que gira enloquecido alrededor de una estrella que, a su vez, se desplaza a una velocidad imposible de asimilar a nuestra escala, en torno al centro de la galaxia. Y esta, por su parte, tampoco se está quieta. No somos conscientes de ello, pero vivimos en un gigantesco torbellino cósmico.»
!Bravo¡ y gracias, tardaré un poco en digerir todo esto, pero no quiero ir más rápido de lo que ya se ha mencionado por el momento, dejemos que maduren las imágenes.
Miguel
Gracias: está tan bien explicado que hasta yo lo he entendido…
O quizás no del todo: «Cada metro cuadrado de la superficie de la Tierra recibe de su estrella, en promedio, 1 kilovatio de potencia cuando se encuentra en su cénit en días despejados». ¿En cuánto tiempo?
Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea)
No sé si entiendo la pregunta. La potencia es energía transferida (o trabajo, en otros contextos) por unidad de tiempo: https://en.wikipedia.org/wiki/Power_(physics); su unidad en el sistema internacional, es el vatio (W). Y 1 W = 1 J/s.
Miguel
Gracias de nuevo. «Ahora sí» lo he entendido.
El cielo sobre nuestras cabezas – Cuaderno de Cultura Científica
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