La educación no es la materia prima de la mano de obra

Ideas

Steven Fesmire

Cuando se trata de debates actuales en política y políticas, incluso una defensa estridente de las humanidades, como la de George Anders “You Can Do Anything: The Surprising Power of a ‘Useless’ Liberal Arts Education” [Puedes hacer cualquier cosa: el sorprendente poder de una educación “inútil” en humanidades] o la de Randall Stross “A Practical Education: Why Liberal Arts Majors Make Great Employees” [Una educación práctica: ¿Por qué los grados en humanidades hacen grandes empleados?], tiende a aceptar que el empleo remunerado es el principal objetivo de la educación.

Como especialista en el filósofo y educador del siglo XX John Dewey, he estado observando estos debates con interés. El filósofo académico más citado del siglo XX, Dewey hizo, posiblemente, las contribuciones más significativas del siglo pasado al desarrollo del pensamiento educativo. Entre otras cosas, criticó influyentemente la educación concebida como «mera preparación para la vida posterior«.

Recordar a Dewey plantea preguntas pertinentes sobre la misión fundamental de la educación hoy en día. ¿Es el objetivo principal de la educación proporcionar un yugo acolchado para la población activa preexistente en el estado? ¿O es, en conjunto, mejorar nuestras vidas?

El propósito de la educación

En el siglo XIX, la defensora de los derechos de las mujeres Margaret Fuller criticó la práctica de educar a las niñas solo para ser esposas y madres. «Un ser de alcance infinito», escribió, «no debe tratarse con una visión exclusiva para relación alguna. Dé al alma el curso libre … y el ser será apto para cualquiera y cada una de las relaciones para las que pueda ser llamado «.

En mi opinión, la política educativa en los Estados Unidos hoy en día es de una manera tangible tan restrictiva como la que criticó Fuller hace más de 150 años. Para muchos, la misión de primaria, secundaria y de la educación superior es, en palabras tristemente famosas del gobernador de Wisconsin Scott Walker, «desarrollar los recursos humanos que satisfagan las necesidades de población activa del estado«.

Sea lo que sea que uno pueda pensar en la política de Walker, su perspectiva general no es extraña. Tipifica la opinión de que la educación es principalmente una manera de alimentar a la industria con mano de obra cualificada, y está en tensión con el objetivo de preparar a los estudiantes “para cualquiera y cada una de las relaciones para las que pueda[n] ser llamado[s]”.

En lugar de educar a personas completas para el crecimiento a lo largo de toda la vida, este «modelo industrial» trata la educación tan solo como otro sector de la economía. Desde este punto de vista, el trabajo de la educación es fabricar mano de obra cualificada, y se espera que lo haga de una manera que sea lo más eficiente posible. El conocimiento es visto como una mercancía, los maestros y profesores son vehículos de entrega de contenido y los estudiantes son ya consumidores ya productos manufacturados.

Las instituciones educativas que siguen el modelo industrial son vistas como mercados en los que adquirir y entregar contenido. Y cuando hay matrícula de por medio, ésta es simplemente el precio justo para acceder a ese contenido.

¿Qué pierde la sociedad?

Cuando se describe de esta manera, parece un enfoque frío e inhumano de la educación. Sin embargo, los dos principales partidos políticos estadounidenses parecen haber adoptado el modelo industrial. Los partidos pueden estar en desacuerdo sustancial sobre los detalles de cómo proporcionar la educación, pero (en lo principal) los valores no económicos no merecen su atención demasiado a menudo.

Afirmo que algo se pierde cuando tratamos la educación como nada más que un sector de la economía industrial.

En primer lugar, el modelo industrial profundiza nuestros problemas sociales.

Es cierto que muchos objetivos específicos de la educación están, y deben estar, definidos por nuestra infraestructura económica, como la demanda de un énfasis curricular en STEM [véase nota 1]. Pero eso no significa que nuestro objetivo educativo primordial debe centrarse en esto. Capacitar a los estudiantes exclusivamente para ajustarse a las especificaciones existentes no sólo ahoga la imaginación y la innovación, sino que también dirige a los estudiantes por los mismos canales que están implicados en nuestros problemas sociales, económicos, ambientales y geopolíticos. Creo que esto sacrifica nuestra mejor esperanza de hacer las cosas mejor.

Y así llegamos a John Dewey. De niño, realizaba tareas habitualmente en la granja de su abuelo en las afueras de Burlington, Vermont. Posteriormente, lamentría que esos productivos suplementos ocupacionales a la educación formal estuvieran eclipsados casi completamente por la urbanización y la mecanización. Buscó maneras de llevar la vida diaria al aula para que la educación pudiera hablar a la vida.

Pero hay que hacer una distinción importante. En un enfoque, puedes infundir educación con contenido que hable de salidas potenciales – la llamada «vida real». Por otro lado, podrías permitir que la infraestructura económica existente sea la única fuerza impulsora tras la práctica educativa. Esto último, en palabras de Dewey, convierte a estudiantes y profesores en «instrumento [s] en la realización del dogma feudal de la predestinación social».

El primero es lo que la mayoría de los educadores esperan: estudiantes que se convierten en participantes en la redirección inteligente de la sociedad.

Culturas de imaginación, crecimiento y realización

No sólo el modelo industrial de educación debilita la acción social inteligente, sino que también sacrifica el enriquecimiento personal.

Una institución educativa es capaz de capacitar a más estudiantes con menos maestros o peor pagados, igual que un sector industrial puede producir más ropa, automóviles o proteína animal para satisfacer las demandas del mercado con menores costos generales. Estos productos se pueden comprar a un precio relativamente bajo y se utilizan para, o se ponen a trabajar para producir, más cosas.

¿Pero qué otra cosa producimos involuntariamente cuando la educación (o la industria, para el caso) se hace «eficiente» de esta manera? Por ejemplo, ¿hacemos que las vidas sean más pobres? ¿En palabras de Dewey, hacemos la vida más «congestionada, apresurada, confusa y extravagante«?

Tal y como se ve a través de una estrecha lente utilitario-industrial, simplemente no está claro cómo la educación podría abordar el crecimiento personal, la comunidad y la calidad de vida. Si no se aborda, creo que corremos el riesgo de marginar estos aspectos del enriquecimiento individual.

Democracia y educación

La democracia, insistía Dewey, no es una herencia estática de la que simplemente podamos vivir, sino un ideal que cada generación debe lograr a través del esfuerzo activo. Las escuelas son nuestros principales medios culturales para educar a ciudadanos libres que puedan participar de manera inteligente y creativa en este esfuerzo. La educación es cómo invertimos en el futuro de nuestra democracia.
Bajo las condiciones económicas y sociales de hoy, ¿qué significa si la «educación para la mano de obra del estado» es la principal misión de las escuelas? ¿Sacrifica la calidad de la vida presente de un estudiante en aras de un bien prometido? ¿Apoya un sistema de privilegios estático, un consumo frenético e insostenible y una eficiencia que amortece?
Dewey argumentó, en oposición, que todos deberían tener la oportunidad de una educación reflexiva críticamente y rica en ocupaciones que enfatice el crecimiento, el desarrollo emocional, el compromiso imaginativo, la vitalidad estética, la responsabilidad social y el cuidado. Desde primaria y secundaria a la universidad, esta educación puede ayudar a establecer las condiciones para el enriquecimiento personal, la investigación crítica y la participación democrática.

Nota del traductor:

[1] STEM es un acrónimo para ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés.

Sobre el autor:

Steven Fesmire es profesor visitante de filosofía en el Middlebury College (Vermont, EE.UU.)

Texto traducido y adaptado por César Tomé López a partir del original publicado por The Conversation el 31 de agosto de 2017 bajo una licencia Creative Commons (CC BY-ND 4.0)

The Conversation

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