Una de las principales y quizá más importantes características del cerebro humano es esa incomodidad, esa especie de ‘picor’ metafísico que sufre cuando desconocemos la explicación a un fenómeno observado. Esa inquietud que nos lleva a perseverar en buscar explicaciones y que nos recompensa con un instante de placer, un destello de gozo y bienestar cuando descubrimos la solución a un problema o la explicación a un enigma: la razón de que los humanos consideremos los rompecabezas, puzzles y todo tipo de juegos de adivinanzas como algo agradable en lugar de como una maldición. A nuestra mente le gusta descubrir cosas, y esto hace que tengamos un irresistible impulso curioso que nos mueve a buscar y a preguntar.
Aunque como casi todas las características que podemos considerar ‘naturales’ esta tendencia irreprimible a la curiosidad también puede provocar efectos paradójicos que nos lleven justo en la dirección contraria a la que queremos llevar. La naturaleza y nuestros impulsos morales muchas veces no tienen un encaje sencillo, y si nuestra querencia por ese momento ‘ahá’ del descubrimiento y la comprensión nos puede llevar a practicar la ciencia y a buscar el conocimiento también nos puede empujar a una de las tentaciones intelectuales más comodonas y cobardes, como es la explicación única: inventar una teoría o concepto que, como una navaja suiza intelectual, sirve para explicarlo TODO.
Un ejemplo simple es la cosmogonía de todas y cada una de las religiones que en el mundo hay y ha habido, para las cuales la historia humana y prehumana se explica entera con un concepto simple: porque la [inserte deidad] así lo quiere. ¿La distribución de los animales y plantas y sus características? La divinidad así lo dispuso. ¿Algo que no encaja en física, geología, meteorología? Es voluntad de la deidad. ¿Problemas sociales, históricos, sorpresas evolutivas? Nuestro dios lo quiso así. Con un mínimo de flexibilidad que permita incorporar (como subunidades de la divina voluntad) cualquier explicación racional y lógica esta versátil herramienta no hay fenómeno, causa o consecuencia que no sea capaz de explicar. Con la ventaja de que incluso puede usarse para construir relaciones causales tan barrocas y complejas como para satisfacer a las mentes más inquisitivas: la historia de la escolástica demuestra la cantidad de esfuerzo intelectual que se puede dedicar (¿perder?) en tratar de seguir los vericuetos de la voluntad divina, si uno se empeña en ello.
La así llamada ‘teoría de los antiguos cosmonautas’ es una versión más moderna del mismo principio; en este caso la explicación multiusos se resume en una única palabra, que es ‘alienígenas’. ¿No entendemos los detalles nimios de cómo los egipcios construyeron las pirámides, los habitantes de la britania prehistórica erigieron Stonehenge o los incas crearon los magníficos templos de Cuzco o Machu Picchu? Los extraterrestres. ¿Hay parecidos entre algunos edificios erigidos por civilizaciones dispersas a grandes distancias en el espacio y el tiempo? Claro, porque los alienígenas. ¿Algunos símbolos de lenguajes separados por decenas de miles de kilómetros y otros tantos años se parecen, si los miramos asá? Lógico: es cosa de los Grises y su (oculta, casi indescifrable, misteriosa, constante) intervención en la historia humana. Como las cosmogonías religiosas se trata de crear una explicación única que sirve para tapar cualquier hueco en nuestro conocimiento y que rellena cualquier grieta, real o imaginaria. Teniendo una explicación, única, polivalente y sin posible discusión, hay quien se da por satisfecho y a otra cosa. Todas las ventajas del conocimiento sin necesidad ninguna de trabajar para conseguirlo: un verdadero chollo.
Las cosas, por supuesto, son mucho más complejas, difíciles de comprender e interesantes que todo eso. Las explicaciones únicas sólo satisfacen el principio de economía de esfuerzo: contempladas con espíritu crítico las numerosas simplificaciones y renuncias intelectuales que conllevan quedan dolorosamente claras. Cuando se aplica un mínimo de rigor las juntas de las grietas salen a la superficie, las dudas vuelven y los hechos no encajan; la realidad siempre es mucho más sutil e interesante que las explicaciones polivalentes que al igual que las herramientas multiuso sirven para todo, pero todo lo hacen mal. Lo más curioso es que sí hay una explicación subyacente que es real a muchas de las coincidencias en las que se apoyan los partidarios de las teorías únicas del universo, una que es tan obvia que raras veces se subraya y que es tan simple como caer en que hay un factor común en muchos fenómenos y misterios, que no es otro que el factor humano.
Si hay paralelismos entre edificios, momentos históricos, imágenes o decoraciones entre diferentes civilizaciones es porque todas ellas estaban compuestas por seres humanos, que comparten limitaciones, capacidades e inteligencia. Si muchos edificios antiguos tienen forma de pirámide es porque todos ellos fueron construidos por sociedades de humanos, que por definición miran, piensan y trabajan de formas paralelas, ya que pertenecen a la misma especie. Si existen similitudes entre representaciones gráficas de distintas civilizaciones y tiempos es porque todas las civilizaciones comparten un hecho común, que no es que fueran visitadas por deidades o extraterrestres, sino que estaban compuestas por personas. Extraer este factor común es suficiente casi siempre para que las teorías de la Explicación Única se derrumben como si estuviesen hechas de arena. Que, intelectualmente, es de lo que son.
Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.
Javier
La lógica no puede demostrar la existencia de algo a priori; de hecho, la cualidad de existir es una tautología.
Hay filósofos, que actuando en contra de todas estas demostraciones apologistas, buscaron demostrar (con axiomas igual de válidos) que Dios no existe. Demostrando que la lógica no demuestra nada ya que se puede demostrar cierta una proposición y su negación.
http://es.pseudociencia.wikia.com/wiki/Prueba_por_lógica
Roberto
¿Y entonces a donde vas con ese comentario?… ¿A postular la existencia de los dioses? El método científico podrá ser todo lo imperfecto que quieras, puede haber fraude, pueden pasar distintas cosas, pero la ciencia nos trajo hasta aquí incluso con retrocesos y trompicones, y mal le pese a muchos y más allá de las apariencias hay progreso en la humanidad, pero el pensamiento mágico, los mitos religiosos, las supersticiones solo obscurecen, ensucian matan y dividen y permanentemente nos quieren llevar a un pasado ignorante, ese es el verdadero y oculto sentido del «religare».
Cas típic 2799: noi li agrada noia, noi li agrada superar el gran filtre | Pons's blog
[…] explicació única es la més fàcil però potser no la més encertada… (divulgació científica de José […]