Fútbol es fútbol

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Treinta y tres cámaras de vídeo se utilizan en cada partido del campeonato del Mundo de balompié que se disputa en Rusia para, si es el caso, advertir al árbitro de los errores graves que cometa. Y aunque no es fácil determinar cuando un error conduce a un resultado diferente del que se hubiese producido de haber actuado el árbitro correctamente, se pretende evitar así que ciertos errores decidan de forma injusta el desenlace de un encuentro. Analizando jugadas de encuentros oficiales en los que ya se ha utilizado el sistema, se ha estimado que en un 9% de los partidos el videoarbitraje permite rectificar decisiones que podían haber modificado el resultado, y la precisión global de las decisiones se eleva del 93% al 98,8%.

La historia del fútbol está bien nutrida de faltas en el área no pitadas, fueras de juego inexistentes, tarjetas polémicas o goles fantasma. En un partido que acabó siendo legendario se llegó, incluso, a invocar la mano de Dios. Las jugadas en las que los futbolistas incurren en la falta conocida como “fuera de juego” son especialmente controvertidas, porque los jueces de línea tienden a pitar falta en una medida significativamente mayor de la que deberían. Se comete falta de fuera de juego cuando un jugador que ataca se encuentra más próximo a la línea de gol que el segundo último jugador del equipo que defiende en el momento en el que el compañero de equipo que conduce el balón se lo lanza. Es un galimatías, sí, pero los aficionados al fútbol saben perfectamente en qué consiste.

La razón por la que los linieres tienden a pitar esa falta de forma desproporcionada no es que le tengan especial afición a frustrar las ansias de los atacantes por meter gol. Lo que les ocurre es que les afecta un sesgo de percepción denominado “efecto flash-lag”. En virtud de ese efecto, un objeto en movimiento se percibe más alejado del observador de lo que realmente está cuando, a la vez, se observa otro hecho relevante. En la jugada del fuera de juego el “objeto en movimiento” es el jugador atacante y el “otro hecho relevante” es el lanzamiento del balón hacia su posición por parte de su compañero. O sea, el juez de línea ve de hecho al jugador atacante en posición de fuera de juego.

El efecto flash-lag se puede corregir si a los jueces de línea se les adiestra utilizando imágenes de jugadas en las que compañeros suyos o ellos mismos se han visto afectados por ese sesgo de percepción. Aprenden a corregirlo de manera consciente. En el campeonato del Mundo de 2002 celebrado en Japón, una de cada cuatro faltas de fuera de juego pitadas lo fueron de forma errónea. Cuatro años después, en Alemania, tras recibir los linieres formación específica, el porcentaje de fallos de ese tipo se redujo a la mitad.

El citado no es el único sesgo en que incurren los árbitros. Se sabe que el griterío en las gradas eleva la probabilidad de que se piten faltas contra el equipo visitante. Las exclamaciones de dolor aumentan la probabilidad de que el causante de la falta sea expulsado. Y es muy improbable que un árbitro pite dos penaltis en contra de un mismo equipo. Mediante el uso del vídeo se pretende corregir algunos de esos errores o sesgos. Pero hay aficionados que no lo ven claro; opinan que los errores arbitrales forman parte esencial del espectáculo y que, sin ellos, el fútbol quizás pierda parte de su atractivo. Y es que, como sentenciase Bujadin Boskov, “fútbol es fútbol”.

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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU


Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 1 de julio de 2018

2 comentarios

  • Avatar de Nick

    Sólo es el primer paso para el arbitraje automático. Con 33 cámaras y un poco de IA, la necesidad de un árbitro humano desciende vertiginosamente.
    Y las decisiones podrían ser explicadas en tiempo real -vía web a sus móviles- a los aficionados, que ya no tendrían motivos para protestar. La muerte del futbol bruto y la evolución hacia el deporte yanqui: sonrisas, hamburguesas y doping.

    Un paraiso

  • […] La siguiente información que me proporcionó el periodista, fue que el club había informado el segundo día del plazo para la inscripción que ya se habían apuntado 19.654 socios en un total de 13.449 solicitudes, es decir, ya había 6.205 agrupados extra. La primera conclusión que se podía extraer de esta información, puesto que había en total 7.555 socios agrupados extra, fue que entre los números de las solicitudes 13.450 y 25.746 – es decir, después del segundo día- solamente podía haber 7.555 – 6.205 = 1.350 socios agrupados extra. Este dato resultó ser trascendental para descubrir que algo andaba mal. […]

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