Como miembro de una especie que habitualmente se cree el centro del universo, considero personalmente muy importante recibir de vez en cuando una bofetada de humildad ecológica. Una cosa que nunca falla, son las ballenas. Pensar en esos enormes mamíferos viviendo (o, bueno, sobreviviendo) en la inmensidad del océano siempre me recuerda lo insignificante que soy.
Y sin embargo, no tenía ni idea hasta hace poco de cómo las ballenas se hicieron tan grandes, ni por qué. Ni siquiera me lo había preguntado hasta que me topé con la respuesta. Por eso yo soy periodista científica, y no científica, supongo. No me hago las preguntas, pero me encanta contar las respuestas. Aquí voy con esta respuesta, por si ustedes tampoco la conocen.
¿Cuándo se hicieron enormes las ballenas?
No tenemos del todo claro cómo las ballenas se hicieron tan enormes, si les tengo que ser sincera, aunque es un debate abierto desde hace tiempo. En 2010, Graham Slater, biólogo evolucionista de la Universidad de Chicago, propuso una hipótesis según la cual los cetáceos (ballenas y delfines) se dividieron en grupos de distintos tamaños muy pronto en su evolución, hace aproximadamente 30 millones de años. En ese momento, los delfines quedaron como los más pequeños de la familia, las ballenas barbudas se convirtieron en gigantes y los zifios evolucionaron a un tamaño intermedio. Los tres grupos y sus descendientes se han mantenido más o menos estables en esos rangos de tiempo.
No todo el mundo está de acuerdo con esta teoría. Nicholas Pyenson, del Museo de Historia Natural perteneciente al Smithsonian, en Washington, decidió utilizar la enorme colección de fósiles del museo para aclarar las dudas. Tras determinar que el tamaño total de una ballena se puede inferir del tamaño de los huesos de su mandíbula, midió o obtuvo ese dato de los cráneos de 63 especies de ballena ya extinta, además de 13 especies actuales, y las fue colocando en una línea temporal que mostrase la evolución del árbol familiar de las ballenas.
Los datos obtenidos demostraban que las ballenas no aumentaron de tamaño tan pronto como Slater había sugerido en un principio, y también que no fue algo progresivo en el tiempo, sino que se habían vuelto moderadamente grandes y se habían mantenido así durante millones de años hasta hace unos 4,5 millones de años, según un estudio que publicaron después conjuntamente Pyenson, Slater y Jeremy Goldberg, de la Universidad de Stanford en Palo Alto.
En ese momento pasaron de relativamente grandes a gigantescas. La ballena azul que conocemos a día de hoy mide hasta 30 metros de largo, mientras que hace 4,5 millones de años las ballenas más grandes que existían medían solamente 10 metros.
¿Cómo fue posible?
Vale, ya sabemos cuándo. ¿Cómo pasó esto? Slater y compañía pasaron entonces a estudiar qué estaba ocurriendo en el mundo en aquel momento para que tuviese lugar este importante cambio de tamaño en las ballenas. Descubrieron que el estirón coincidió con el principio de la primera edad de hielo. En ese momento en que los glaciares se expandían, los deshielos de primavera y verano vertían enormes cantidades de nutrientes a las costas oceánicas que causaron una proliferación masiva del krill, los organismos microscópicos de los que se alimentan las ballenas.
Esto creó un nuevo patrón de alimentación: los deshielos estacionales creaban épocas de comida abundante separadas a lo largo del año, disponible para aquellos que pudiesen aprovecharla y con menos competencia debido a la desaparición de muchos otros peces y animales marinos.
Esto fue una ventaja para las ballenas: las ballenas que se alimentan cazando krill y filtrando el agua a través de sus barbas podían en este ambiente alimentarse de forma más eficiente que otros competidores. Y cuando mejor alimentadas, más grandes y rápidas eran para desplazarse de una zona de caza a otra.
¿Por qué ese tamaño gigantesco?
Quizá ahora sepamos un poco mejor, aunque todavía no de forma definitiva, cuándo y cómo las ballenas se hicieron descomunales, pero ¿por qué?
Tampoco aquí la respuesta está del todo clara. Algunos expertos postulan que pudo ser una respuesta evolutiva a los ataques de los megatiburones que poblaron los océanos hace millones de años. Pero la mayoría de las hipótesis se centran en el agua como un medio liberador: con la gravedad atenuada, los cuerpos de los mamíferos marinos, especialmente los de las ballenas, son capaces de manejar muchas más toneladas de peso. Además, es más fácil acceder a grandes territorios donde alimentarse y el menú es más variado.
Sin embargo, esta idea del océano como liberación también tiene sus detractores, y en 2018, William Gearty, de la Universidad de Stanford, propuso una explicación diferente: las ballenas y otros mamíferos marinos son tan grandes no por el alivio que el agua pone a sus limitaciones, sino porque impone otras nuevas.
A medida que entras en el agua, empiezas a perder un calor corporal que no estabas perdiendo sobre la tierra, y la forma más eficiente contrarrestar esa pérdida de temperatura es volverse más grande: a medida que crece cuerpo de un animal (de estos animales marinos concretamente cuyo cuerpo tiende a adoptar la forma de un globo), el volumen aumenta más rápido que su superficie, de forma que se genera más calor, pero se pierde menos en comparación. Claro que el volumen de un animal no puede aumentar infinitamente, ya que un cuerpo mayor también requiere más alimento, y hay un límite en la comida que un animal puede encontrar, atrapar y comer.
Según esta teoría, el tamaño de una especie se encuentra limitada por abajo por su necesidad de mantenerse caliente (demasiado pequeño y perderá demasiado calor) y por arriba por su necesidad de alimentarse (demasiado grande y no podrá comer lo suficiente). Y ese límite es mucho más estrecho en el mar que en la tierra, según el científico, que calculó que los mamíferos marinos (focas, cetáceos, manatíes…) han alcanzado de forma independiente una masa media óptima de unas 5 toneladas.
Las ballenas y las focas, en los extremos
Espera, ¿qué? ¿5 toneladas? Pero eso está muy, muy lejos de las 140 toneladas que puede pesar una ballena azul adulta, el animal más grande del mundo y con el que hemos abierto esta historia.
Sí, bueno, recordemos que se trata de una media. En el otro extremo estarían las focas, que pueden pesar, dependiendo de la especie, entre 100 y 250 kilos aproximadamente en su edad adulta. Diferencias evolutivas y de características podrían explicar como ambas especies han conseguido saltarse esos límites que propone Gearty, cada una por un lado. Las focas tienen una gruesa piel y pelo, y pasan mucho tiempo fuera del agua. Así podrían hacer frente a una pérdida de calor que en principio su pequeño tamaño facilita.
Y las ballenas azules y otras barbadas son los cazadores más eficaces del mundo y, si la explicación de Slater y sus colegas es cierta, supieron aprovechar una oportunidad que pocas especies coetáneas pudieron ver en un momento de rápidos cambios climáticos. Así han podido evolucionar y mantener esos cuerpos masivos allí donde los demás mamíferos marinos han conseguido ser grandes, pero no tanto. Gigantes de verdad, solo ellas.
Referencias:
Diversity versus disparity and the radiation of modern cetaceans – The Royal Society Publishing
Why whales grew to such monster sizes – Science
Energetic tradeoffs control the size distribution of aquatic mammals – Proceedings of the National Academy of Science
Why whales got so big – The Atlantic
Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista
Daniela lopez perza
Muy interesante
Pedro Romo R.
Muy interesante información. Muy bien elaborado el artículo y mejor documentado.
La grandeza de las ballenas, un misterio sin resolver — Cuaderno de Cultura Científica
[…] original: ¿Por qué son tan grandes las ballenas? Rocío Pérez Benavente, Cuaderno de Cultura Científica, 4 de marzo de […]