Para la mayoría de nosotros, pensar en mosquitos es pensar en picores y picaduras, pero no más. Son una anécdota molesta asociada al verano. Pero en la mayoría del mundo y durante la mayor parte de la historia, los mosquitos han sido más que eso, forman una de las grandes amenazas para la población humana a causa de su efecto transmisor de enfermedades contagiosas como la malaria, el dengue o el zika. Se considera, de hecho, el animal más peligroso para el ser humano, por encima de grandes depredadores terrestres o marinos.
Eso significa que su impacto va más allá de una incomodidad veraniega semejante al sudor o la música de chiringuito. Los mosquitos han influido en los movimientos de población y en los resultados bélicos durante siglos. Así lo explica el libro The Mosquito: A Human History of Our Deadliest Predator del historiador Timothy Winegard, que retrata a estos insectos como una fuerza de la naturaleza modeladora de la historia humana.
Los mosquitos panameños y la independencia escocesa
Cuenta Winegard, por ejemplo, la siguiente historia que recoge este artículo en The New Yorker. En 1698, cinco barcos partieron de Escocia hacia el Nuevo Mundo con un cargamento comercial de lo más suculento: pelucas, calcetines y mantas de lana, peines hecho de madre perla, biblias y zapatos de piel. Llevaban también a bordo una imprenta con la que los colonos planeaban imprimir todo tipo de contratos, tratados y acuerdos al llegar a su destino. Para hacer sitio al cargamento las raciones de comida se redujeron a la mitad.
El destino era la región panameña de Darien, donde la Compañía Escocesa esperaba crear un centro de comercio que hiciese de vía de contacto a través del istmo y así conectar Pacífico y Atlántico. Con esto esperaban también lograr un impulso económico para su país, que llevaba ya años en guerra contra Inglaterra para defender su independencia, que peligraba a causa de una larga hambruna. No era una iniciativa aislada: se calcula que por entonces entre un cuarto y la mitad del dinero en circulación en Escocia estuvo relacionado con el comercio en Panamá.
La expedición fue un desastre. Los colonos enfermaron de fiebre amarilla y malaria, enfermedades para las que no tenían defensas, y llegaron a morir hasta una decena al día. Las referencias a los mosquitos en sus diarios son constantes. Tras seis meses, los supervivientes partieron y se fueron hacia el norte, aunque siguieron muriendo durante la travesía y sus cuerpos lanzados al mar.
Los resultados comerciales de aquel empeño fueron decepcionantes como poco. De todos aquellos peines y zapatos y demás solo terminó llegando a su destino la imprenta. Pero el fracaso de la misión tuvo un resultado inesperado, cuenta Winegard en su libro: la enorme deuda que generó el viaje fue uno de los motivos que terminó obligando a los escoceses a aceptar la oferta de unificación de Inglaterra. Así fue como los mosquitos panameños favorecieron el nacimiento de Gran Bretaña.
Claro que mosquitos (con sus infecciones) y humanos llevan tanto tiempo viviendo en una relación tan estrecha que lo que para unos fue un desastre, para otros, mucho antes, fue una ayuda. Quince siglos antes de que los escoceses tratasen de conquistar Panamá sin éxito, fueron los ejércitos de Roma los que trataron de conquistarles a ellos. Se calcula que entonces aproximadamente la mitad de los ochenta mil soldados romanos enviados con este objetivo perecieron a causa de una cepa endémica de la malaria. Otras cepas locales diezmaron a las tropas de Aníbal a su paso por Italia, detuvieron a las fuerzas de Gengis Khan antes de que avanzasen por el sur de Europea o impidieron a los cruzados europeos conquistar Tierra Santa entre otros momentos clave de la historia.
Enfermedades viejas, continentes nuevos
Los mosquitos jugaron papeles especialmente importantes en aquellos escenarios históricos en los que viejas enfermedades llegaban a nuevos continentes. Cuando Colón desembarcó en América, los mosquitos que los colonos trajeron consigo trajeron a su vez nuevas enfermedades. Junto con la viruela y la gripe, las enfermedades causadas por este insecto provocaron la muerte de 55 millones de indígenas, más de un 90% de la población que vivía allí antes de que llegasen los europeos, lo cual tuvo un impacto directo en la conquista del territorio y en las relaciones que los distintos grupos de población tendrían desde entonces y durante siglos. Principalmente sirvió para modelar la idea de una tierra vasta y fértil prácticamente despoblada que esperaba pacientemente la llegada de los colonos para aprovecharla, casi como una cuestión de designación divina.
Como al ser humano parecen sobrarle excusas para ser inhumano con sus semejantes, la influencia de los mosquitos, sus picaduras y sus enfermedades influyeron también en el desarrollo y evolución del comercio de esclavos a través del Atlántico. Con la llegada a América de los primeros esclavos de origen africano, llegó también una versión especialmente virulenta de la malaria causada por un parásito llamado Plasmodium falciparum, transmitido por mosquitos.
En aquel momento, siglos XVII y XVIII, la vulnerabilidad de un esclavo a las enfermedades importadas se reflejaba en sus precios: un indígena, con alto riesgo de morir por esta causa costaba menos que un europeo que ya había demostrado ser resistente a ella, y éste menos que un africano traído directamente de su continente original. Los más caros eran los africanos que habían pasado suficiente tiempo en el Nuevo Mundo como para haber probado ser capaces de aguantar las enfermedades de una y otra tierra.
Los mosquitos como arma biológica nazi
En otros momentos, el ser humano ha intentado dominar y aprovechar este letal insecto a su favor. Fue el caso de la Alemania nazi de Hitler. En 1942, Heinrich Himmler, comandante de las SS, creó un Instituto Entomológico en el campo de concentración de Dachau con el objetivo de experimentar con el uso de mosquitos como elementos de una guerra química y bacteriológica contra los enemigos de guerra del III Reich. La idea no fue espontánea: meses antes, en la navidad de 1941, Himmler había visitado a las tropas alemanas en el frente oriental y se había encontrado a los soldados comidos por los piojos. Conocía de primera mano cómo en la I Guerra Mundial el tifus transmitido por los piojos había diezmado a las tropa germanas y el mismo jerarca nazi tenía fobia a las moscas. La idea de utilizar insectos a su favor ya estaba plantada.
Durante mucho tiempo, los historiadores pensaron que las actividades del Instituto Entomológico de Himmler estaban orientadas aprender más sobre los insectos, sus ciclos de vida, las enfermedades que transmitían y cómo inmunizarse para proteger a las tropas alemanas de sus efectos. Pero en 2014, el entomólogo Klaus Reindhart revisó la documentación disponible y llegó a otra conclusión: parecía haber otro motivo, o al menos otro motivo más, detrás del interés de Himmler por los bichos, y éste sería el utilizarlos a su favor como arma de guerra contra el enemigo.
El hecho de que la experimentación se llevase a cabo en Dachau, que estaba bajo completo control de las SS y donde ya se estaban realizando los experimentos más inhumanos sobre sus prisioneros, algunos de ellos precisamente sobre la malaria, o que eligiese para dirigirla a Eduard May, un entomólogo mediocre pero abiertamente antisemita, en vez de a otros expertos alemanes en entomología hicieron a Reindhart sospechar que la ciencia básica tras el ciclo de vida de los mosquitos no era lo único que interesaba a Himmler. En un informe de Mayo de 1944 que comenta Reindhart se puede leer: “para aclarar la cuestión de si era posible una infección masiva artificial del parásito de la malaria”.
La historia de la humanidad ha estado siempre condicionada por muchos factores distintos, algunos de ellos fuera de control de nuestra especie. Uno de ellos, esta otra especie a la que solo recientemente estamos aprendiendo a combatir y solo un poco. Después de todo, siguen sacándonos de nuestras casillas cuando les oímos zumbar junto a nuestra oreja en las noches de verano. Piense que una picadura sin mayores consecuencias es lo menos que nos puede ocurrir al entrar en contacto con los mosquitos. Que se lo pregunten a los colonos escoceses…
Referencias:
The Mosquito: A Human History of Our Deadliest Predator – Timothy Winegard
How Mosquitoes Helped Shape the Course of Human History – The Smithsonian Magazine
How mosquitos changed everything – The New Yorker
Los nazis investigaron con mosquitos infectados de malaria como armas biológicas – Materia
The Entomological Institute of the Waffen-SS: evidence for offensive biological warfare research in the third Reich – Endeavour
Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista
Javier
Hay un par de errores:
Una errata: «En 1968, cinco barcos partieron de Escocia hacia el Nuevo Mundo» es 1698.
Y lo que supongo que es otra errata: «como elementos de una guerra química y bacteriológica contra los enemigos de guerra del II Reich» es el III Reich.
César Tomé
Errores corregidos.
¡Gracias, Javier!
Antonio
Parece ser que tras Colón murieron muchos indígenas, pero al parecer muchísimos menos de 95 millones, pero muchos muchos menos. Al parecer eso forma parte de la leyenda negra y las evidencias lo contradicen.
Txema M.
La supuesta leyenda negra difundida en Europa no recogía la muerte de muchos millones de indígenas americanos. Y mucho menos explica esas muertes como resultado de enfermedades infecciosas. Tal como explica (muy bien) el artículo, la enorme mortandad de los nativos «sirvió para modelar la idea de una tierra vasta y fértil prácticamente despoblada que esperaba pacientemente la llegada de los colonos para aprovecharla, casi como una cuestión de designación divina.» Esa era la idea que se tenía de la mayoría de los territorios de las Indias, la de zonas prácticamente despobladas.
Y estaban despobladas, desde luego. Despobladas en el sentido etimológico de la palabra: habían estado pobladas y habían perdido su población. Esta enorme pérdida pasó prácticamente desapercibida para los conquistadores, dado que la mayoría de las gentes que habitaban el continente hicieron lo que hacen casi todas las gentes ante quienes les agreden con una fuerza que no pueden combatir: huir. Y no podían combatir precisamente por esa razón, por la mortalidad causada por las enfermedades que las gentes del Viejo Mundo llevaron al Nuevo.
Los testimonios de esa catástrofe no se encuentran entre los escritos de los europeos. Aparecen en relatos y dibujos indígenas. Los europeos no creían que América había estado tan poblada como lo estuvo. Sólo ahora comenzamos a tener datos objetivos de cómo muchos territorios que se creían casi deshabitados, con una densidad de población muy baja, acogieron a una gran cantidad de personas. En Norte y Centroamérica la técnica Ligar, que permite visualizar terrenos cubiertos de vegetación, está destapando miles de asentamientos que en otro tiempo fueron ciudades y hoy son selvas. En la selva amazónica la existencia constatada de grandes extensiones de «terra preta dos indios» (tierra negra rica en humus y restos orgánicos y cerámicos) atestigua un cultivo permanente de muchos cientos de años sosteniendo a un gran número de habitantes.
En nuestra propia historia, probablemente, lo más parecido a la mortandad americana sea la peste negra medieval que eliminó en distintas oleadas a un tercio de la población europea. Pero en América no se trató de una sola enfermedad, sino varias. De ellas, la más mortífera y la que ha dejado más recuerdos en los pueblos americanos es la viruela.
Hay un libro excelente de Alfred W Crosby que leí interesadísimo y que le recomiendo a usted y a todo el mundo: «Imperialismo ecológico: la expansión biológica de Europa, 900-1900». En el explica con datos y detalle las causas del hundimiento poblacional canario (guanche, generalizamos incorrectamente los que no conocemos la historia de Canarias), americano y neozelandés. Sin ahorrar ninguna crítica a conquistadores y colonizadores europeos (no sólo españoles, también anglos) y sin ocultar las masacres que realizaron, Crosby atribuye el grueso de la mortandad de esas poblaciones al cambio ecológico que supuso la súbita introducción involuntaria de enfermedades, plagas de los cultivos y ratas en su medio.
kelm
Quien finalmente hizo salir a los escoceses de Panama fue el ejercito español, el cual asediaron el fuerte de S. Andrew durante un mes hasta que se rindieron, siendo expulsados inmediatamente…
Fueron dos expediciones casi simultaneas una en 1698 que es la que se relata aquí y la posterior en 1699, que fue la que el ejercito español expulso. No lo hizo con la de 1698 porque no le dio tiempo… las enfermedades tropicales se los habían cargado antes.
De los 2500 colonos entre las dos expediciones, sobrevivieron un centenar.
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