El legado de Carlomagno

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Si visitas la catedral de Aquisgrán (Alemania) y tienes ascendencia europea puedes señalar a quien quiera oirte que aquí yacen los restos de un abuelo tuyo. Karlsschrein / Wikimedia Commons

Todos hemos tenido un padre y una madre biológicos. Ellos, a su vez, tuvieron los suyos, de manera que todos hemos tenido dos abuelos y dos abuelas; si seguimos la secuencia hacia atrás, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, etc. Si cada generación está separada de la anterior por 30 años, podríamos haber llegado a tener unos 16 000 ascendientes al comienzo del siglo XVII, unos 16 millones a principios del XIV y unos 16 000 millones en los albores del XI, hace unos mil años. A estas alturas ya se ha dado usted cuenta de que eso, sencillamente, es imposible.

En efecto, sin tener que retrotraernos tanto, el número real de nuestros ascendientes es muy inferior al que se calcula haciendo esas operaciones. La razón es clara: muchos de nuestros ancestros lo son por varias líneas genealógicas. Esa eventualidad es más improbable cuanto más cercanos en el tiempo son los ascendientes, pero aumenta conforme vamos hacia atrás.

A comienzos del siglo XIV había unas 450 millones de personas en el Mundo (alrededor de 70 en Europa), por lo que bien pudieron haber vivido unos 16 millones de ancestros de cada uno de nosotros entonces. Pero hace mil años sólo vivían 400 millones (unos 50 en Europa). Por lo tanto, es matemáticamente imposible que viviesen 16 000 millones de antepasados nuestros en aquella época.

Hablamos con naturalidad de “árbol genealógico” porque visualizamos nuestros ancestros como un árbol que se ramifica poco a poco hacia atrás. Pero la realidad es muy diferente. Ya desde generaciones no tan lejanas algunas de las ramas confluyen, y si nos retrotraemos a tiempos remotos, ni siquiera cabe hablar de ramas. Las líneas genealógicas configuran una especie de maraña o, si se quiere, de malla con múltiples cruzamientos. Por otro lado, muchas líneas no dejan descendencia ninguna en cada generación. Conforme retrocedemos en el tiempo, la red va haciéndose más y más estrecha: se calcula que en los albores del Neolítico, hace unos 12 000 años, vivían en el mundo menos de 4 millones de personas, unos 60 millones en la época homérica, y mil millones al comienzo del siglo XIX.

Adam Rutherford cuenta, en su “Breve historia de todos los que han vivido”, que todos los que tenemos ascendencia europea procedemos, por una vía u otra, de Carlomagno. Todos pertenecemos, por lo tanto, a un linaje real. No es broma, aunque sea del todo irrelevante. Quienes tenemos algún ancestro europeo no solo descendemos de Carlomagno, también procedemos de todos los europeos de su época –alrededor del año 800– que dejaron descendencia y ha llegado hasta el siglo XXI. Se estima que la de un 20% no ha llegado.

No hace falta ir tan atrás en el tiempo para localizar el momento en que confluyen nuestras líneas genealógicas. Todos los europeos compartimos un antepasado común que vivió hace, aproximadamente, unos 600 años. Y si los mismos cálculos que han permitido obtener esa cifra se hacen para toda la humanidad, se estima que todos los seres humanos compartimos un antepasado común que vivió hace unos 3 400 años. Porque aunque cueste creerlo, no se sabe de ninguna población que haya permanecido completamente aislada durante los últimos siglos.

Estas cosas resultan desconcertantes. Piénselo si ha depositado una muestra de saliva en un tubito y le han dicho que en su linaje confluyen ascendientes de las tribus guerreras de las estepas rusas, de los bravos vikingos que sembraron el caos y la destrucción en Europa, y de los egipcios que levantaron las pirámides. Lo más probable es que usted tenga esa ascendencia. También la tengo yo.


Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

7 comentarios

  • Avatar de Curuxa

    Como puede ser que todos los seres humanos compartamos un antepasado común de hace 3400 años si América estuvo separada completamente desde hace mínimo 10.000 años y hasta hace solo 500. Y aún hoy sigue habiendo indígenas sin mestizaje alguno. Y lo mismo para otras etnias aisladas.

  • Avatar de Lourenzo Almada

    Este estudio me parece demasiado simplista. Decir que todos los europeos descienden de Carlomagno, teniendo cuidado de no dejar entrar sangre que no sea de fidalgos de la nobleza, casi siempre casándose ente ellos, me parece difícil ser cierto.

  • Avatar de José Ignacio

    Magnífico artículo, que nos acerca a comprender lo parecidos y lo extraordinariamente diversos que somos todos. Siempre oímos el mito de la gran Eva, derivado del estudio del adn mitochondrial, y este texto nos acerca al mito del gran Adán

  • […] «Estudios llevados a cabo con datos genómicos europeos actuales han demostrado que, en promedio, dos europeos tomados al azar, procedentes de dos poblaciones vecinas, comparten entre dos y doce antepasados en los últimos 1 500 años». Si retrocedemos 1 000 años más, el número de antepasados compartidos aumenta a 100. Por lo tanto, independientemente de su lugar de origen, cualquier europeo actual tiene antepasados en cualquier europeo pasado de los últimos 1 000 años; o como explica Adam Rutherford en su «Breve historia de todos los que han vivido», todos los que tenemos ascendencia europea procedemos, por una vía u otra, de Carlomagno. Todos pertenecemos, por lo tanto, a un linaje real. […]

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