Se dice que las profesiones científico-tecnológicas serán las mejor remuneradas y las más demandadas en un futuro inmediato. La promoción de vocaciones STEM está a la orden del día. Estas actitudes conviven con una notable precarización de la profesión científica, sobre todo para quienes se dedican a la ciencia básica. Estos hechos contienen un fondo social, político y filosófico sobre el que es importante reflexionar.
El científico y filósofo Henri Poincaré en su ensayo El valor de la ciencia divide a los científicos entre «prácticos» y «curiosos». Los primeros se dedican a lo útil y los segundos a lo inútil. Poincaré entiende lo útil como todo aquello que atiende solamente al beneficio. Así lo útil puede definirse como lo que pretende resolver problemas: desde curar una enfermedad a desarrollar sistemas de captación de CO2. Lo útil se corresponde con la definición clásica de «ciencia aplicada». En cambio, lo inútil se define como el saber en sí. Así lo inútil puede definirse como una aproximación sensible al mundo: desde describir un fenómeno natural a ofrecer una definición estética del tiempo. Lo inútil se corresponde con la definición clásica de «ciencia básica».
Tanto en ese ensayo de Poincaré como en el ensayo posterior Ciencia y método, defiende a los científicos curiosos a la vez que menosprecia a los científicos prácticos. El manifiesto La utilidad de lo inútil del filósofo Nuccio Ordine sigue la misma línea de pensamiento. A lo largo de todo el texto se refiere a la utilidad como una suerte de perversión consecuencia del capitalismo. Por ejemplo, en el capítulo dedicado a las universidades critica el hecho de que las universidades funcionen como empresas y que el conocimiento se transmita como un utensilio profesionalizador y tecnificador. También en La idea de una universidad de John Henry Newman se rechaza la idea de que la formación universitaria priorice la utilidad. Para Newman la tarea principal de la universidad es generar y transmitir conocimiento, no formar a técnicos. No obstante, Newman se refiere a la utilidad como una consecuencia ventajosa, no como una perversión.
Tanto Ordine como Abraham Flexner en La utilidad de los conocimientos inútiles caen en la misma incoherencia: defienden a los científicos curiosos citando ejemplos de ciencia básica que culminaron en ciencia aplicada. Uno de los ejemplos que citan ambos es cómo los estudios sobre electricidad y magnetismo de Clerk Maxwell posibilitaron la invención de la radio. Es incoherente defender la ciencia básica a través de su conversión en ciencia aplicada. Aunque la una no es posible sin la otra, la defensa de la una sí es posible sin la otra. También es posible defender la ciencia básica sin menospreciar la ciencia aplicada y viceversa.
Polarizar las ideas —lo blanco contra lo negro— a menudo es una trampa retórica. De la misma forma que se han mostrado las dos culturas —ciencias y humanidades— como si entre ellas existiese una guerra; Ordine, Flexner y Poincaré, entre otros, plantean la misma dicotomía útil/inútil entre la ciencia aplicada (prácticos) y la ciencia básica (curiosos). En este caso los tres se posicionan a favor de los científicos curiosos y en contra de los científicos prácticos. Además, es una nueva vuelta de tuerca al dilema planteado por Montesquieu entre lo útil y lo moral.
Para Poincaré lo útil es el camino hacia la inmoralidad. En La inesperada utilidad de las ciencias inútiles, Ordine concuerda con Poincaré. Según él, los crecientes fraudes en las investigaciones científicas han sido perpetrados por científicos prácticos. Pone como ejemplo el famoso artículo antivacunas de Wakefield que fue retirado de The Lancet en 1998. No obstante, la experiencia nos ha enseñado que la inmoralidad puede manifestarse tanto en los científicos curiosos como en los prácticos.
Para Poincaré y Ordine, el beneficio económico es el verdadero germen de la inmoralidad. Esa es la razón por la que la ciencia aplicada, según ellos, predispone al fraude. Por el contrario, los científicos curiosos, «locos desinteresados que murieron pobres y que no pensaron jamás en la utilidad» (Ciencia y método, Poincaré) practican una vida de virtud y principios. Como si asumiese que el ejercicio de la ciencia básica no debiera remunerarse. Como si el voto de pobreza garantizase la virtud.
Tener en cuenta estas ideas es importante para hacer un análisis provechoso de la actualidad. Por ejemplo, la promoción de vocaciones científicas y tecnológicas, principalmente ingenierías, responde a un ejercicio de ingeniería social. Lo vemos en los medios de comunicación y en la publicidad de las enseñanzas superiores: «Los ingenieros informáticos serán los profesionales más demandados, la profesión del futuro, los que tendrán mayores salarios». La mercadotecnia social responde a criterios útiles: se necesitan resolutores de problemas. Es la profecía autocumplida de Poincaré.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
Elena Bogónez
Leo con una cierta perplejidad esta entrada en el Cuaderno de Cultura Científica. No he leído los textos originales de Newman y de Poincaré, pero sí “La utilidad de lo inútil”* de Ordine, que incluye el texto de Abraham Flexner “La utilidad de los conocimientos inútiles” publicado en el año 1939, y por lo tanto solo puedo opinar de las contribuciones de estos dos últimos autores.
De mi lectura del texto de Ordine, y de la que han hecho amigos y compañeros contrastados, no concluiría que Ordine defienda a los científicos curiosos a la vez que menosprecia a los científicos prácticos, ni que Ordine o Flexner planteen, en palabras de la autora, “la dicotomía útil/inútil entre la ciencia aplicada (prácticos) y la ciencia básica (curiosos)”. Tampoco creo que con la referencia al artículo de Wakefield y cols., publicado y retractado en The Lancet, Ordine piense que, en palabras de la autora, “los crecientes fraudes en las investigaciones científicas han sido perpetrados por científicos prácticos”. Citar un ejemplo descontextualizado, no ligado a toda la reflexión que le precede a lo largo de varios párrafos, puede llevar a una incorrecta interpretación de las preocupaciones de Ordine en relación a los condicionamientos y presiones que determinan comportamientos alejados de la ética e integridad científica.
Creo que la interpretación, y traslación, de las posiciones de Ordine y Flexner que hace la autora es, cuando menos, reduccionista. Qué mejor que ir directamente a la obra original para opinar sobre ella y sobre la interpretación que de ella hacen otros. Por eso, recomiendo a los lectores del Cuaderno de Cultura Científica la lectura del manifiesto de Ordine. Y que mejor que el comentario de Fernando Savater impreso en su portada para resumir la posición de Nuccio Ordine sobre el valor del conocimiento “inútil”, que de esto va realmente su libro: “Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis”
* http://www.acantilado.es/catalogo/la-utilidad-de-lo-inutil/