El cambio climático afecta a todos los países en todos los continentes, y ya está produciendo un impacto negativo en la economía, la vida de las personas y las comunidades. En un futuro se prevé que las consecuencias serán peores. Si no intervenimos con urgencia las consecuencias en el futuro podrían ser catastróficas.
Hay dos posibles aproximaciones para abordar los problemas derivados del cambio climático: por un lado, reducir las causas del cambio climático tales como la emisión de gases de efecto invernadero (mitigación) y, por otro lado, acomodarse a las nuevas condiciones climáticas con el fin de reducir los daños o beneficiarse de nuevas oportunidades (adaptación).
El precio a pagar por adoptar medidas urgentes que permitan frenar el cambio en el clima puede parecer alto. Sin embargo, no invertir en este tipo de acciones estaría impidiendo adaptarse a las nuevas circunstancias creadas por el cambio climático e incluso generar nuevos puestos de trabajo cuando otros se vean abocados a desaparecer.
El cambio en los patrones climáticos afecta a la temperatura, al nivel y la acidificación del mar, y a la diversidad de las especies. Esto tiene efectos no solo en el mar abierto o en las profundidades marinas, también en las zonas costeras y en la alimentación humana vinculada a la explotación de los recursos marinos.
Por ello se hace necesario ir por delante en la medida de lo posible, desarrollar planes que permitan anticipar y minimizar el efecto del cambio climático sobre los recursos, ecosistemas marinos y áreas urbanas costeras; conservar los hábitats de interés y proteger las especies vulnerables; y gestionar de forma sostenible la pesca y la ordenación del espacio marino.
Para conseguirlo hacen falta datos, muchísimos datos y poder extraer información de ellos. Así, a través de modelos de hábitats y ecosistemas se puede analizar cómo las futuras condiciones climáticas pueden afectar a la distribución, la abundancia y la dinámica poblacional de diferentes especies y grupos tróficos importantes en un ecosistema. Se pueden realizar mapas de riesgo de impactos e indicadores de vulnerabilidad, lo que permite el estudio de posibles medidas correctoras y la elaboración de planes de contingencia.
La cuestión es como obtener datos de manera eficiente. En este caso eficiente implica de una forma mínimamente intrusiva, no contaminante, con un mínimo consumo energético y que esta energía sea renovable, y segura para las personas, todo ello durante largos periodos de tiempo.
AZTI es un centro científico y tecnológico que desarrolla proyectos de transformación de alto impacto relacionados con el medio marino en colaboración con organizaciones alineadas con los ODS 2030 de Naciones Unidas. Junto con Branka Composites, AZTI ha creado el Itsasdrone, un dron de superficie marino para misiones de toma de datos de larga duración y funcionamiento autónomo.
El Itsasdrone funciona solo con energías renovables y cero emisiones. El composite con el que está fabricado contiene un 30% de componentes de origen biológico y los procesos de fabricación son respetuosos con el medio ambiente. Entre las múltiples misiones que puede llevar a cabo están, entre otras, la toma de datos para estudios hidrográficos, muestreos oceanográficos, mediciones de olas y corrientes, análisis de las poblaciones de peces, estudios de migración de especies marinas, mediciones en zonas peligrosas, recopilación de datos meteorológicos y de composición del aire, medición de la actividad solar, monitoreo de derrames de petróleo o detección de desechos marinos.
Pero claro, un dron mínimamente intrusivo con esa capacidad para recopilar datos tiene otras aplicaciones menos, digamos, científicas: desde el control de la industria pesquera o los tráficos ilegales hasta el monitoreo de objetivos militares o la detección de minas. Y el puro y simple espionaje (formalmente, recopilación de datos de inteligencia), claro.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance