María Larumbe / GUK
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente a la ausencia de afecciones o enfermedades. Y en este peregrinaje vital hacia el bienestar en las tres esferas, el ejercicio físico tiene un peso considerable, tanto en la física -da fuerza, estabilidad, ayuda a mantener el equilibrio-, como en la social -aumenta la sensación de pertenencia a un grupo- y en la mental -reduce el nivel de ansiedad y depresión-, entre otros efectos beneficiosos.
Asimismo, la actividad física regular y constante tiene efectos positivos a lo largo de todas las etapas del ciclo vital, incluida la vejez, y puede contribuir a disminuir los efectos negativos del envejecimiento, como la fragilidad física, un síndrome multifactorial que afecta principalmente a las personas mayores y hace que tengan una mayor vulnerabilidad para sufrir eventos adversos -caídas, hospitalizaciones, dependencia o, incluso, mortalidad-.
En este sentido, el grupo de investigación AgeingOn del departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU trabaja desde hace años en el desarrollo de distintas herramientas y estrategias para hacer frente a la fragilidad de las personas mayores, promoviendo un envejecimiento saludable y estimulante que permita a las personas mayores mejorar su calidad de vida a nivel físico, social y mental mediante el ejercicio y la actividad física.
Programa para mejorar la calidad de vida de las personas que viven en residencias de mayores
En 2015, y con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas mayores vulnerables, en el grupo AgeingOn se preguntaron si las personas mayores que viven en residencias de mayores tenían capacidad para revertir la fragilidad. “La mayoría de los estudios y programas de ejercicio físico planteados hasta la fecha se habían realizado en personas que vivían en comunidad y que no habían alcanzado un nivel de dependencia como aquellas que viven en geriátricos”, explica Ana Rodríguez Larrad, miembro del grupo y profesora de Fisioterapia del departamento de Fisiología de la UPV/EHU.
“Nuestra hipótesis era que podríamos frenar el deterioro que sufren estas personas, e incluso mejorar su condición física, mental y social, y, por lo tanto, revertir la fragilidad, a través de un programa de ejercicio”.
Partiendo de esa premisa, el grupo diseñó un novedoso programa de ejercicio físico individualizado y progresivo dirigido a las personas mayores que viven en residencias. Tal y como explica Rodríguez Larrad, este trabajo consistió en la validación de dicho programa, que ha demostrado considerables beneficios a nivel físico, mental y social para estas personas, reduciendo las caídas y el nivel de fragilidad”.
Como se puede ver en el vídeo, se trata de un programa de ejercicio multicomponente, es decir, que trabaja de manera combinada el equilibrio, la fuerza y la capacidad aeróbica y que cuenta con tres características principales: individualización, progresividad y trabajo a intensidades moderadas.
La primera característica es que consiste en un programa de ejercicio individualizado. “Todas las personas participantes tenían unas características muy variadas, pero nos interesaba que los realizaran en grupo por el componente social, aunque de manera individualizada adaptando los ejercicios, intensidad, y gustos a cada participante”.
La segunda es que este programa contempla el ejercicio físico de manera progresiva, “de menor a mayor intensidad, respetando la evolución de cada uno de los participantes”, apunta Rodríguez Larrad. Y, por último, la tercera característica es que se trabaja a intensidades moderadas. “Hasta ese momento, los programas que se habían dirigido a las personas mayores que viven en residencias eran siempre de muy baja intensidad”.
“Hemos observado cómo aquellas personas que participaron en el programa han conseguido mejorar su capacidad funcional, no solo a nivel físico sino también a nivel cognitivo y, lo que es aún más importante, mejorando su calidad de vida y bienestar con respecto a las personas del grupo control que no realizaron el ejercicio físico. Asimismo, también hemos podido observar una reducción en el número de caídas y en el nivel de fragilidad de estas personas”, explica Rodríguez Larrad.
En resumen, los y las participantes en el estudio obtuvieron efectos beneficiosos en mejoras de fuerza, reducciones de prevalencia de fragilidad, mejora de parámetros cognitivos -memoria, agilidad mental, resolución de problemas-, reducción de niveles de ansiedad y depresión, mejora de la percepción de la soledad, etc. Curiosamente, incluso el grupo control, que no hizo ejercicio, redujo también esta sensación de soledad, aunque de manera más discreta. “Esto puede explicarse por la participación en el estudio y el contacto con el personal de investigación, que les realizaba valoraciones periódicas”.
Este programa se implantó en más de 10 residencias de Gipuzkoa con un acogimiento “espectacular” por parte de los participantes y personal de las residencias. Asimismo, contó con la participación de más de 100 personas mayores de 70 años residentes en estos centros y sus familiares. Las sesiones se realizaban dos días a la semana y consistían en una hora de ejercicio, entre el calentamiento, la sesión propiamente dicha y la vuelta a la calma.
En cuanto a la tipología de ejercicios, como se ha señalado antes, las personas participantes trabajaron principalmente el equilibrio, la fuerza y la capacidad aeróbica. “La fuerza la trabajaron mediante pesas, mancuernas y tobilleras lastradas; la capacidad aeróbica, mediante paseos; y el equilibrio, con el uso de otros materiales e interactuando con otros participantes, creando esa sensación de grupo”.
Modalidades en remoto
Como es de suponer, la pandemia provocada por la COVID-19 ha supuesto grandes retos para la implementación de este tipo de programas. “La mayoría de proyectos en los que estábamos trabajando desde el grupo AgeingOn estaban ya en fase de seguimiento, pero el no poder acceder a las residencias nos ha puesto de manifiesto la necesidad de desarrollar programas que se puedan realizar en modalidad remota”.
A este respecto en la actualidad el grupo trabaja en el diseño y puesta en marcha de distintos proyectos en modalidad online, entre ellos, planes de ejercicio en remoto dirigidos a auxiliares de geriatría. “Hemos visto que en este grupo hay una alta prevalencia de dolor músculo-esquelético y que las modalidades online tienen buena acogida y seguimiento en este colectivo. Por ahora se trata de una experiencia piloto pero el feedback es muy prometedor”. A posteriori, la idea es conseguir adaptar este tipo de programas a modalidad remota también para las personas que viven en residencias.
Bien sea en modalidad online o presencial, este tipo de estrategias preventivas, que ponen el foco en trabajar las capacidades más que en reducir los efectos producidos por las enfermedades, ayudan a las personas mayores a continuar su proyecto de vida de manera normalizada, mejorando su autoestima, calidad de vida y sensación de bienestar en esta etapa tan importante de la vida que es la vejez.
Ana Rodríguez Larrad es fisioterapeuta, profesora de Fisioterapia del departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU y miembro del grupo AgeingOn.
Agradecimientos
Matia Fundazioa (Bermingham, Rezola, Fraisoro, Otezuri, Lamourous, Txara I), Fundación Caser (Lurreamendi, Uzturre), DomusVi (Berra, Villa Sacramento, Fundación Zorroaga).
A las y los participantes de todas las residencias y a sus familiares por su cooperación, disponibilidad y entusiasmo.