Pokepaleontología

Fronteras

En la primera generación de videojuegos de Pokémon nos encontrábamos con unos objetos curiosos cuando visitábamos la región de Kanto: un par de fósiles y un fragmento de ámbar o resina fósil. Hasta aquí podíamos considerarlo una anécdota, pero venía acompañada por una parte más fantasiosa. Una vez que conseguíamos esos objetos, podíamos acudir con ellos a un laboratorio científico para que reviviesen a los Pokémon que habían dejado esos restos fósiles. En el último caso, incluso, extrayendo una muestra de ADN preservado en el ámbar, al más puro estilo de la novela de Michael Crichton “Parque Jurásico”.

Esta idea de completar nuestra colección de Pokémon con ejemplares extintos reanimados por la ciencia tuvo una fantástica acogida entre los fanáticos de esta saga, de tal manera que los diseñadores decidieron incluir más fósiles en casi todas las nuevas generaciones de videojuegos. Pero el diseño de estas criaturas fósiles no surgió simplemente de una imaginación desbordada, sino que tiene una base científica sólida. Así que vamos a sacar nuestra Pokédex paleontológica y analicemos esos organismos tan particulares, considerando primero los invertebrados para pasar, a continuación, a los vertebrados.

Diseño de las cartas del juego de mesa Pokémon Trading Card Game con una agrupación de restos fósiles inidentificados y con los científicos que se dedican a buscar y revivir Pokémon fósiles. Crédito: Nintendo/Creatures Inc./GAME FREAK inc.

Uno de los primeros Pokémon fósiles que podíamos revivir era Kabuto, cuya morfología responde a una mezcla entre un cangrejo herradura y un trilobites, un grupo de artrópodos marinos extintos hace unos 250 millones de años.

También podíamos hacernos con Anorith, criatura casi calcada a los Anomalocaris, un grupo de organismos relacionados con los artrópodos que poblaron los mares cámbricos hace entre 510 y 530 millones de años.

Aspecto del Pokémon Anorith. Crédito: Nintendo/Creatures Inc./GAME FREAK inc.

Por otro lado, nos encontrábamos con Omanyte, Pokémon directamente basado en unos cefalópodos marinos también extintos llamados ammonites.

Aspecto del Pokémon Omanyte. Crédito: Nintendo/Creatures Inc./GAME FREAK inc.

Pero un ejemplar que podía confundirnos sobre su grupo taxonómico de origen era Lileep. Considerado de tipo planta, además de roca, lo conseguíamos a partir del fósil raíz, lo que nos hacía pensar que se trataría de algún tipo de vegetal pretérito. Pero su morfología está basada en los crinoideos, un grupo de equinodermos marinos comúnmente conocidos como “lirios de mar” porque de un simple vistazo recuerdan a una planta, pero se trata de animales.

El primer Pokémon fósil vertebrado lo encontrábamos a partir de ese ADN antiguo conservado en ámbar, ya que revivíamos a un Aerodactyl, cuyo nombre y forma recuerdan enormemente a Pterodactylus, un género de reptiles voladores mesozoicos.

En cuanto a los reptiles acuáticos, podíamos hacernos con Tirtouga, que está basado en el género extinto de tortugas marinas cretácicas Protostega, la segunda tortuga de mayor tamaño de la historia, solo superadas por el género Archelon, extintas también a finales del Cretácico. Y sí, la evolución de Tirtouga, Carracosta, mucho más grande y fuerte, tiene su inspiración precisamente en este último género de tortugas gigantes.

Por supuesto, no podían faltar los Pokémon originados a partir de géneros extintos de dinosaurios. Por un lado, revivíamos a Cranidos, una criatura similar a los paquicefalosáuridos, un grupo que tenía fusionados los huesos frontal y parietal, lo que le aportaba una resistente protuberancia ósea en la cabeza. Por su parte, Shieldon se inspira en los ceratópsidos, un grupo de dinosaurios que desarrollaron una estructura ósea en la parte trasera de la cabeza a modo de collar protector. Y no podía faltar el Pokémon basado en el Tyrannosaurus rex, Tyrunt.

Aspecto del Pokémon Cranidos. Crédito: Nintendo/Creatures Inc./GAME FREAK inc.

Con Amaura también podíamos equivocarnos en su clasificación faunística, como en el caso de Lileep. Y es que revivía a partir del fósil aleta, por lo que nos podríamos imaginar que está inspirado en algún tipo de reptil marino. Pero, en realidad, su desarrollo está basado en la especie Amargasaurus cazaui, un dinosaurio saurópodo que tenía una hilera de espinas dorsales desde la cabeza hasta la punta de la cola.

Finalmente encontramos a Archen, la versión Pokémon de Archaeopteryx, género considerado como una forma de transición entre los dinosaurios y las aves.

Aspecto del Pokémon Archen. Crédito: Nintendo/Creatures Inc./GAME FREAK inc.

Pero estas criaturas no son las únicas herramientas didácticas de paleontología aparecidas en la saga de videojuegos. En la región de Hoenn descubrimos un Pokémon que se creía extinto y al que consideran un fósil viviente, Relicanth. Esta criatura es un homenaje a los celacantos, un grupo de peces que se consideraban extintos desde finales del Cretácico ya que no se tenían evidencias ni de restos fósiles más modernos ni de su presencia en la actualidad, al habitar aguas profundas y de difícil acceso, hasta que se capturó un ejemplar vivo hace décadas.

Y el último guiño geológico lo aportan los juegos de octava generación. Aquí podemos combinar fósiles en grupos de dos piezas para revivir Pokémon híbridos. Así conseguimos un Dracozolt, que es mitad un dromeosáurido, dinosaurio de baja estatura y con el cuerpo emplumado, y mitad un estegosáurido, dinosaurio con placas óseas dorsales. Arctozolt es la combinación de un dromeosáurido y un plesiosaurio, un reptil marino. Por su parte, Dracovish representa una mezcla entre un Dunkleosteus, un género de peces acorazados de la Era Paleozoica, y un estegosáurido. Y, por último, podemos revivir a un Arctovish, parte Dunkleosteus y parte plesiosaurio.

Esta mezcla de géneros y grupos faunísticos rememora los comienzos de la paleontología de vertebrados, cuando los naturalistas de finales del s. XVIII y comienzos del s. XIX se empeñaban en montar esqueletos completos en cada yacimiento fósil, incluso mezclando restos de especies y géneros diferentes, dando lugar a formas que nunca existieron en la naturaleza.

Sin duda, la saga de videojuegos Pokémon es una manera de lo más divertida de aprender paleontología. Ahora sólo nos queda hacernos con todos los fósiles que aparecen en los mismos.

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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