La frase que encabeza estas líneas resume las conclusiones de un estudio realizado en Estados Unidos que ha publicado hace unos meses The British Medical Journal. Las consecuencias son obvias, porque si se deteriora su salud a causa de las condiciones sociopolíticas, vivirá peor. Además, como la salud también determina la probabilidad de fallecimiento, una salud peor puede dar lugar a que aumente la probabilidad de que usted muera.
En el estudio en cuestión se analizó la variación, desde 2001 hasta 2019, de la probabilidad de fallecer relacionando la tendencia con el color político del condado de residencia y una serie de variables demográficas con efectos demostrados sobre la salud. Considerados los datos en su conjunto, la tasa de mortalidad en los EEUU en 2001 fue de 850 personas por cada cien mil habitantes en los condados que habían votado candidatos demócratas en las anteriores elecciones presidenciales y de 867 en los que habían votado candidatos republicanos. En 2019 esas tasas fueron, respectivamente, 664 y 771. El equipo investigador comprobó que los resultados eran los mismos si, en vez del resultado de las elecciones presidenciales, se consideraba el partido del gobernador del Estado.
Es más probable morir en un condado republicano que en uno demócrata, la mortalidad ha disminuido en las últimas dos décadas, pero la diferencia entre los condados de uno y otro color ha aumentado con el tiempo. En términos estrictos, la mera existencia de asociación no permite hablar de relación causal, por supuesto, pero sería realmente extraño que tal relación no existiese. Los cambios en la mortalidad se produjeron debido, fundamentalmente, a la reducción de las enfermedades cardíacas, el cáncer y los accidentes cerebrovasculares, que son, precisamente, los males causantes de un mayor número de muertes.
Los autores del estudio sugieren que las diferencias observadas entre condados demócratas y republicanos pueden deberse a las diferentes políticas que se aplican en los estados en que se encuentran los condados. En estudios anteriores, a las políticas más “liberales” (en la jerga política norteamericana, liberal es lo que en Europa denominamos “progresista”) en materia de control del tabaco, trabajo, inmigración, derechos civiles y protección ambiental se han asociado, estadísticamente, una esperanza de vida más larga, mientras que se ha asociado una menor esperanza de vida a las políticas más conservadoras, como las restricciones al aborto y un menor control del uso de armas de fuego.
El entorno político también influye en otros elementos, como la prodigalidad del estado de bienestar en lo relativo a asuntos tales como el alcance de los seguros de desempleo o las ayudas a familias necesitadas. Dado que los estados se diferencian en ese tipo de materias, tanto la mortalidad como las tendencias de reducción observadas se pueden ver afectadas por el entorno político. Los estados más progresistas suelen implantar medidas de salud pública –como mayores coberturas para familias de pocos ingresos– que actúan como una red de seguridad para las poblaciones vulnerables. El acceso a la atención primaria y preventiva también es más amplio en esos estados, lo que mejora la identificación y tratamiento de enfermedades crónicas y, como consecuencia, la supervivencia. Igualmente, el gasto en salud suele ser más alto en los estados con gobernadores demócratas.
Este estudio se ha basado en el 98% de la población norteamericana. Sus conclusiones son muy sólidas. Y no limitan su valor a los Estados Unidos; son de interés también para los países en que las políticas sanitarias son competencia de las regiones, estados federales o comunidades autónomas. Diría que, en estos tiempos, España es uno de esos países.
Fuente: Warraich H J, Kumar P, Nasir K, Joynt Maddox K E, Wadhera R K. Political environment and mortality rates in the United States, 2001-19: population based cross sectional analysis BMJ 2022; 377: e069308 doi:10.1136/bmj-2021-069308
Para saber más:
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU