nacen más niños
En la actualidad, la población humana mundial se compone de, aproximadamente, un 50 % de hombres y un 50 % de mujeres (para ser más precisos, un 50, 5 % de hombres y un 49,5 % de mujeres). Aunque dichos porcentajes pueden variar debido a varios factores, como las guerras o la preferencia por cierto sexo de los hijos en determinados países (como en China, Pakistán, India o Vietnam), estos suelen mantenerse bastante constantes a lo largo de la historia.
Ante este hecho, podríamos pensar entonces que en el nacimiento las probabilidades de que nazca un niño o una niña son también del 50 % para cada uno. Sorprendentemente, no es así. Nacen, de media, entre 103 y 107 bebés de sexo masculino por cada 100 bebés de sexo femenino. Independientemente del país y del momento de la historia (desde que se tienen registros fiables), siempre nacen más niños que niñas, lo que indica que no es un fenómeno cultural (en el que se hagan abortos selectivos por sexo), sino principalmente biológico.
Así pues, algún factor, que ocurre desde la concepción hasta el nacimiento, es responsable de esta disparidad entre sexos en los humanos. Pero, ¿cuál en concreto? Esta cuestión ha intrigado durante mucho tiempo a demógrafos, biólogos, obstetras, pediatras y estadísticos. La investigación más completa y extensa sobre esta cuestión, que se publicó en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences en 2015, aporta conclusiones contundentes al respecto.
Los autores estudiaron el fenómeno mediante el análisis de los datos obtenidos a partir de 140.000 embriones de entre 3 y 6 días de clínicas de fertilidad, de 900.000 muestras de la placenta (vello coriónico) y de amniocentesis y de 30 millones de registros de abortos y de nacimientos vivos para averiguar la proporción de sexos en cada etapa del embarazo, desde la fecundación hasta el parto.
Igualdad en los embriones, pero nacen más niños
Los resultados mostraron que no hay diferencias en la proporción de embriones de sexo masculino y de sexo femenino días después de la concepción. Esto rebate una creencia ampliamente extendida fuera y dentro del mundo científico que sostenía que ya en el mismo momento de la fecundación había más probabilidades de que se produjera un cigoto de sexo masculino (XY) que uno femenino (XX).
En realidad, lo que descubrieron los investigadores es que, a lo largo del embarazo, las probabilidades de que los embriones y fetos femeninos no llegaran a término y murieran eran ligeramente mayores que para aquellos masculinos. De esta forma, desde el primer trimestre hasta el final del embarazo la proporción de embriones y fetos masculinos iba poco a poco en ascenso. No obstante sí que había dos etapas en la que la mortalidad fetal masculina era superior a la femenina: en la primera semana tras la concepción, debido a alteraciones cromosómicas, y entre las semanas 28 y 35 de embarazo.
Como diría el biólogo Theodosius Dobzhansky: «Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución». Entonces, ¿qué sentido evolutivo tiene que el embarazo sea un proceso de mayor riesgo para los embriones y fetos femeninos, con mayor porcentaje de abortos, lo que lleva a una desproporción evidente en la frecuencia de niños y niñas tras el nacimiento? La hipótesis predominante al respecto sostiene que esto se debe a un fenómeno generalizado en los humanos: a lo largo de toda la vida, los hombres tienen mayor riesgo de morir que las mujeres por una infinidad de factores: enfermedades, accidentes, consumo de drogas, suicidios… Lo que lleva también a que tengan una menor esperanza de vida que las mujeres.
Así, aunque nazcan más niños que niñas, con el paso del tiempo las proporciones en las poblaciones de mujeres y hombres se van equilibrando hasta ser casi del 50 % para cada colectivo. Sin embargo, esto podría cambiar con la crisis climática. Varios estudios sugieren que la temperatura ambiental influye de forma diferente en las probabilidades de supervivencia de los embriones/fetos humanos según sean del sexo femenino o masculino. El incremento progresivo de las temperaturas podría llevar a una porcentaje aún mayor de nacimientos de niños con respecto al de las niñas. Es una hipótesis con un respaldo científico aún débil (otros factores podrían también estar involucrados), pero se trataría de un fenómeno radicalmente contrario a lo que sucede en las tortugas marinas. Por culpa de la crisis climática, casi todas las tortugas que están naciendo en diferentes lugares del planeta son hembras y esto supone un gran peligro para su supervivencia.
Sobre la autora: Esther Samper (Shora) es médica, doctora en Ingeniería Tisular Cardiovascular y divulgadora científica
óscar chávez
Bibliografía, por favor.
César Tomé
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