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Animales y humanos compartimos cerca de 300 enfermedades infecciosas y cada año aparecen otras nuevas, la mayoría de ellas zoonosis. Según datos de la Organización Mundial de Sanidad Animal, más del 60 % de las dolencias infecciosas humanas son de origen animal. Este porcentaje aumenta hasta el 75 % si hablamos de enfermedades emergentes.
La pandemia de covid-19 ha sido un impactante ejemplo práctico de cómo un patógeno de origen animal puede desencadenar una crisis global. No existe ninguna razón para pensar que la amenaza de las enfermedades emergentes o reemergentes disminuirá en el futuro, sino todo lo contrario.
A medida que la población humana se expande y el medio ambiente se deteriora, se altera la relación entre personas y animales y se crean nuevas oportunidades de contacto y transmisión de enfermedades. Todo esto pone de manifiesto la importancia de una estrategia de colaboración y comunicación entre todos los sectores que participan en el cuidado de la salud humana, animal y del medio ambiente: One Health, Una Salud o Salud Global.
Son numerosos los retos sanitarios que debemos abordar con una estrategia One Health (para una revisión reciente, el libro de los autores Salud Global: la nueva estrategia frente a la amenaza medioambiental), pero hay tres áreas que merecen especial atención: la gripe aviar, los virus transmitidos por artrópodos y la resistencia a los antibióticos.
La gripe aviar H5N1
Aunque la amenaza de nuevos coronavirus sigue latente, los virus de la gripe siguen siendo candidatos a causar la próxima pandemia. En concreto, preocupa especialmente la cepa H5N. Desde finales de 2020, ha provocado la muerte a millones de aves domésticas en todo el mundo y ha tenido un impacto sin precedentes en la salud de las aves silvestres especialmente en Europa y América. Especies que históricamente no padecían la enfermedad han sufrido mortalidades nunca vistas.
Además, en el último año el virus se ha detectado también en muchos mamíferos silvestres. Muy preocupantes han sido los brotes en granjas peleteras tanto en España (visones) como en Finlandia (visones, zorros árticos, perros mapache) donde se ha confirmado la transmisión del virus entre mamíferos, algo que no se había producido nunca. Recientemente se han descrito brotes en gatos domésticos tanto en Polonia como en Corea del Sur.
Aunque desde 2003 se han identificados pocos casos (menos de 900) de gripe aviar en humanos –la gran mayoría en personas con un contacto muy estrecho con aves–, la letalidad del virus es muy alta, llegando al 50 %. Lo que preocupa es que, en la situación actual en la que el patógeno circula masivamente en aves de todo el mundo (lo que denominamos una panzootía) y cada vez hay más detecciones en mamíferos, existe un riesgo elevado de que el virus se acabe adaptando completamente a ellos y por tanto se acerque cada vez más al ser humano. Esto exige una vigilancia estrecha que englobe a todos los sectores implicados: humanos, animales domésticos y fauna silvestre.
Virus transmitidos por artrópodos
Otra de las grandes amenazas a la que nos enfrentamos son los virus transmitidos por artrópodos (arbovirus, de arthropod-borne viruses). Se conocen cientos de enfermedades infecciosas humanas que son transmitidas por insectos (principalmente mosquitos y garrapatas) y que ponen en riesgo la salud de millones de personas cada año.
Los mosquitos son los vectores de la malaria, el dengue, la fiebre amarilla, el chikungunya, el zika o la fiebre del Nilo Occidental. Por su parte, las garrapatas transmiten virus que causan encefalitis y fiebres hemorrágicas, como Crimea-Congo, o bacterias que provocan enfermedades como el tifus, la fiebre Q, la tularemia o la enfermedad de Lyme.
En las últimas décadas, la distribución geográfica y la frecuencia y magnitud de las epidemias causadas por estos patógenos han aumentado de forma alarmante en todo el mundo. Por ejemplo, este verano, Perú se ha enfrentado al peor brote de dengue de su historia, muy probablemente causado por el aumento de las temperaturas: más de 160 000 casos y cerca de 300 muertos.
En Europa, la transmisión local del virus del dengue se notificó por primera vez en 2010, y desde entonces se han producido casos de infecciones autóctonas en varios países. De forma similar, en los últimos años ha habido brotes autóctonos de chikungunya o zika.
Otro arbovirus que está causando brotes importantes en Europa es el virus del Nilo Occidental. Por ejemplo, en España en las últimas semanas se ha detectado este virus en aves (reservorio natural del virus), caballos y mosquitos. También se ha confirmado un caso mortal en una mujer de 84 años en Huelva. Estos ejemplos ponen de manifiesto que pequeñas alteraciones de temperatura y humedad, asociadas al cambio climático, pueden favorecer la distribución geográfica de los insectos vectores y con ellos de los microorganismos que transmiten.
La crisis de la resistencia a los antibióticos
Por último, la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos representa un problema global de primer orden.
Desde que comenzó el uso generalizado de antibióticos, prácticamente todas las bacterias han desarrollado algún tipo de resistencia. Algunas requieren dosis cada vez más elevadas de este fármaco y otras sobreviven a todos los antimicrobianos conocidos.
El uso y abuso de los antibióticos ha hecho que las bacterias resistentes se vayan extendiendo lenta pero inexorablemente tanto en humanos como en animales. En España se ha estimado que más de 35 000 personas mueren por complicaciones relacionadas con infecciones producidas por bacterias resistentes a los antibióticos cada año.
Hay que tener en cuenta que las intervenciones quirúrgicas, desde una sencilla operación a un trasplante o un tratamiento contra el cáncer, requieren el uso de antibióticos para prevenir complicaciones por infecciones secundarias. Si estos dejan de cumplir su función, quizá lleguen a curarnos el cáncer, pero nos podremos morir por una infección causada por una bacteria multirresistente.
Hacia la salud global
En primer lugar, el mapa de ruta apunta a la investigación científica. Es necesario seguir investigando en el desarrollo de sistemas de diagnóstico rápido, en tratamientos específicos contra las nuevas amenazas y no abandonar el impulso en el desarrollo de nuevas vacunas.
En segundo lugar, la cooperación. Los nuevos retos de la salud global son complejos y requieren un trabajo conjunto de distintas disciplinas (médicos, veterinarios, farmacéuticos, biólogos, ambientalistas, expertos en salud pública y prevención…) y distintas entidades públicas y privadas. Para ello sería realmente útil promover plataformas comunes. Como, por ejemplo, una Comisión Interministerial de Coordinación One Health que facilite la colaboración entre los Ministerios implicados (Sanidad, Agricultura, Medio Ambiente).
Y, por último, para estar preparados frente a las nuevas amenazas sanitarias, es fundamental la solidaridad internacional. Cuando hablamos de enfermedades infecciosas no debemos olvidar que “nadie estará seguro hasta que todos lo estemos”.
Nuestra salud es global y todo está conectado: salud humana y animal, medio ambiente, clima, ganadería, agricultura y biodiversidad. Para afrontar de forma exitosa los grandes desafíos a los que nos enfrentamos aplicar una estrategia de Salud Global es urgente e imprescindible.
Sobre los autores: Ignacio López-Goñi, miembro de la SEM (Sociedad Española de Microbiología) y Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra; Elisa Pérez Ramírez, viróloga veterinaria en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA – CSIC) y Gorka Orive, profesor e investigador en el Laboratorio de Farmacia y Tecnología Farmacéutica, UPV/EHU
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Artículo Original.