I lava (que no magma) you

Fronteras

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Foto: Martin Sanchez / Unsplash

Aunque parece que, de momento, no vamos a tener una nueva erupción en Islandia, voy a aprovechar que sigue siendo noticia para traer, una semana más, algunas curiosidades volcánicas.

Una de las cosas que más nos llama la atención de los volcanes, hasta quedarnos mirándolos de manera hipnótica, es ver salir la lava del cráter y deslizarse como si fuese un enorme río de fuego por el terreno, arrasando todo lo que se pone en su camino. Pero, ¿qué es la lava?

Para responder a esta pregunta tenemos que viajar al interior de la Tierra. En concreto, al manto superior y la base de la corteza. Es ahí donde se forma el magma, un material compuesto por rocas fundidas muy calientes y gases. Pero, al contrario de lo que podemos pensar, el magma de nuestro planeta es muy escaso, menos de un 6% de las rocas del manto están fundidas, ya que para que pierdan su componente sólida y los minerales que las forman alcancen el punto de fusión tiene o bien que aumentar la temperatura, o que bajar la presión a la que están sometidas o hay que incorporar agua y/o gases disueltos a la ecuación, y esto solo sucede en contextos geológicos muy concretos, como los límites de las placas tectónicas.

De acuerdo a su composición, los magmas se pueden clasificar en dos grandes grupos. Los magmas ácidos, que son muy ricos en sílice (SiO2) y pobres en ferromagnesianos (minerales que incluyen hierro y magnesio en su composición), tienen una temperatura relativamente baja que permite que cristalicen algunos minerales y son muy viscosos. Y los magmas básicos, pobres en sílice y ricos en ferromagnesianos, de temperatura más elevada y menos viscosidad, por lo que son más fluidos.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la lava? Pues muy sencillo. Cuando el magma asciende hacia la superficie y consigue salir al exterior a través de un volcán, pierde los gases. A ese material fundido desgasificado es a lo que denominamos lava y sus propiedades van a depender de las características del magma del que procede.

Cuando la lava discurre por el terreno forma lo que se conoce como colada de lava, una acumulación de materiales volcánicos que cubren la superficie como una especie de costra que ha crecido sobre el suelo. Y, de acuerdo al aspecto exterior y la morfología que adquieren, podemos diferenciar tres tipos de coladas de lava, cuyos nombres son una chuleta que nos permiten acordarnos fácilmente de sus características y propiedades:

Por una lado tenemos las coladas de tipo aa (del hawaiano ‘A’ā, que significa áspero), que tienen una superficie irregular, rugosa y afilada. Se forman a partir de lavas viscosas y de temperaturas no demasiado elevadas (inferiores a 900-1000°C) que avanzan lentamente (a escalas de metros por minuto) formando frentes de coladas que alcanzan decenas y cientos de metros de altura. Es habitual que la parte externa de estas coladas se enfríe rápidamente y empiece a solidificarse, lo que provoca que el avance de la lava aún fundida de su interior genere la caída de bloques volcánicos en el frente, dando lugar a un característico sonido de cristales rotos. Por este motivo también se las denomina coladas en bloques. Y en Canarias se las conoce con el nombre de malpaís porque es difícil caminar sobre ellas una vez enfriadas, además de que es muy costoso trabajar estos terrenos.

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Lavas aa o en bloques del volcán Kilauea, en la isla de Hawaii. Fotografía del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) / Wikimedia Commons

Por el otro lado nos encontramos las lavas pahoehoe (también procedente del hawaiano, pāhoehoe, y que significa suave), que son todo lo contrario a las anteriores, ya que adquieren una superficie exterior mucho más lisa. En este caso son producidas por lavas más fluidas y calientes (con temperaturas por encima de los 1000°C) que avanzan con rapidez (en velocidades de metros por segundo). Incluso pueden adoptar unas morfologías similares a cuerdas o cordones entrelazados a las que se llama lavas cordadas.

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Lavas pahoehoe del volcán Kilauea, en la isla de Hawaii. Fotografía de J.D. Griggs (Servicio Geológico de Estados Unidos, USGS) / Wikimedia Commons

Y el tercer tipo son las lavas almohadilladas, o pillow lavas en inglés. Estas son particulares, ya que se forman en erupciones submarinas donde la lava se enfría rápidamente al entrar en contacto con el agua dando lugar a formas redondeadas ligeramente cilíndricas que recuerdan a las almohadas.

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Lavas almohadilladas (pillow lavas) recogidas en Enekuri (Bizkaia) y expuestas en el paseo geológico del Arboretum del Campus de Leioa de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Se formaron a finales del Cretácico Inferior (hace unos 100 millones de años) debido al vulcanismo submarino provocado durante la apertura del Golfo de Bizkaia. Fotografía de Ane García Artola (Departamento de Geología, Facultad de Ciencia y Tecnología, Universidad del País Vasco UPV-EHU).

Ya veis que, en Geología, no nos comemos mucho la cabeza a la hora de darle nombre a las cosas y siempre buscamos denominaciones muy sencillas, directas, gráficas y, sobre todo, fáciles de recordar, que bastantes cosas tenemos ya en la cabeza como para aprender nombres raros de más. Pero lo que tampoco espero que olvidéis es la diferencia entre magma, un fundido gaseoso depositado en el interior de la Tierra, y lava, el fundido que ha perdido los gases al salir a superficie. Por eso, por mucho que estudiemos las rocas volcánicas y cojamos muestras de lava tras una erupción, nunca podremos reconstruir por completo las características originales del magma del que procede, ya que hemos perdido los gases. Aunque lo que nunca perderemos será la infantil admiración ante una erupción volcánica.

Para saber más:

Montañas y mitos
La Geología según Heracles
Los volcanes submarinos de Bizkaia y Gipuzkoa

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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