Manchas negras en la playa

Fronteras

En muchas ocasiones nos encontramos con noticias alarmantes en algunos medios de comunicación provinciales que nos avisan de la aparición espontánea de posibles vertidos de hidrocarburos (el famoso chapapote) en algunas playas del litoral cantábrico. Y estas noticias suelen coincidir con momentos de mareas vivas equinocciales, las que tienen una mayor carrera de marea (es decir, una mayor diferencia en la altura alcanzada por el mar en el litoral entre la marea alta y la marea baja), o con tempestades, galernas o tormentas costeras que arrastran una gran cantidad de arena desde las playas hacia mar abierto. Pero estas noticias suelen desaparecer rápido de los medios, informando de que se trataba de falsas alarmas. Porque, la mayoría de las veces, esas acumulaciones negruzcas y viscosas que aparecen como parches puntuales cubriendo la arena en nuestras playas de manera esporádica no son culpa de un derrame de petróleo, sino algo de prigen mucho más local.

En realidad, se trata de bosques fósiles (o subfósiles, si nos ponemos puristas) y turberas, que generalmente están cubiertos por la arena de playa y solo quedan expuestos tras grandes eventos meteorológicos o una dinámica costera extrema que retira esa cubierta arenosa de manera temporal, hasta que la dinámica litoral normal vuelva a taparlos.

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A) Aspecto de una zona de humedal en el margen de la marisma de la Ría de la Rabia, en Oyambre (Cantabria), donde se está acumulando una gran cantidad de materia orgánica vegetal, que representa el primer paso de formación de una futura turbera. B) Detalle del aspecto de la materia vegetal (algas, hojas, herbáceas y pequeñas ramas) parcialmente descompuesta presente en el fondo de ese humedal. Fotos: Blanca María Martínez

Formación de las turberas

Las turberas se forman en zonas de humedales, tales como pequeños estanques, lagos, pantanos o marismas, en cuyo fondo se van depositando abundantes cantidades de materia orgánica vegetal, donde se ralentiza o, incluso, se detiene su descomposición debido a la generación de un medio con escaso contenido en oxígeno y una alta acidez. Así se crea una capa vegetal, con restos de hojas, troncos y raíces, que se ha consolidado formando una sustancia esponjosa y ligeramente aceitosa de color negro oscuro denominada turba, que, en realidad, constituye el primer paso para la formación del carbón.

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A) Turbera y bosque fósil aflorando en la playa de Trengandín, en Noja (Cantabria), tras una intensa galerna que retiró gran parte de la arena que la cubre. Foto: Ana Pascual. B) Detalle de uno de los troncos que se pueden encontrar depositados en posición de vida (en vertical) en esta zona. Foto: Blanca María Martínez

La utilidad de las turberas va más allá de cubrir los tejados de las casas de los antiguos pueblos nórdicos (o de los hobbits) para mantenerlas calentitas o de usarlas como combustible en nuestros hogares desde hace milenios, también nos dan una información geológica extraordinaria. El hecho de que la descomposición vegetal esté incompleta, favorece la preservación de restos polínicos de musgos, herbáceas, arbustos o árboles de pequeño porte, incluso conservándose ramas y troncos prácticamente completos, lo que permite realizar una reconstrucción de la cobertera vegetal del entorno en el pasado, estudiando su evolución temporal con un detalle increíble. Es decir, que son unas chivatas fantásticas de los cambios climáticos acontecidos en entornos húmedos, tanto continentales como litorales.

Miles de años

Pero me voy a adelantar a vuestra pregunta: Estudio de los cambios climáticos, ¿desde cuándo? Pues, para responder a esta cuestión, voy a volver a las turberas y bosques fósiles que afloran puntualmente en el litoral cantábrico. Estos restos se formaron hace entre unos 7000 y 2000 años en marismas y lagunas costeras que se desarrollaron en esta zona cuando el nivel del mar se encontraba unos 2 m o 3 m por debajo del nivel actual. Con el ascenso marino de los últimos milenos, el litoral retrocedió hacia tierra firme, provocando que los cinturones de dunas de las playas cubriesen estos niveles vegetales con diversas capas de arena. Así, la aparición de las turberas y los bosques fósiles en zonas costeras también nos informan de cambios relativos del nivel del mar, permitiendo complementar el estudio detallado de la evolución de nuestros litorales a finales del Holoceno.

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A) Aspecto general de la turbera (nivel grisáceo) presente en el litoral de la playa de Oyambre (Cantabria), cubierta por una capa arenosa (nivel amarillento), que evidencia la evolución del nivel del mar de esta zona en los últimos milenios. B) Detalle de uno de los troncos fósiles conservados en esta turbera, en donde se observa la estructura interna del resto vegetal. Fotos: Blanca María Martínez

Como os he comentado, estas turberas costeras generalmente están cubiertas de arena, por lo que el público en general desconoce su existencia. Pero, cuando acontece un evento climatológico extremo que se lleva esa capa de arena, es cuando aparece en superficie, sorprendiendo a propios y extraños, por lo que el susto inicial está más que justificado. Sin embargo, espero haberos convencido de que, cuando os encontréis con parques oscuros en la playa después de una galerna, antes de querer hacer una buena acción aprovisionándoos de guantes, palas y bolsas de basura para limpiar el litoral de chapapote, dedicad unos minutos a buscar en internet si aparece alguna ficha de esa playa como un Lugar de Interés Geológico por la presencia de turberas y bosque fósiles, o, directamente, preguntad a vuestras geólogas de confianza. Porque, en un afán de ayudar, nos podemos cargar un excelente registro geológico que nos cuenta la historia ambiental reciente de nuestro litoral.

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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