El equipo de la investigadora Joana Acha ha analizado las consecuencias que tiene en las competencias de niños y niñas el hecho de escribir a mano o con teclado durante el proceso de aprendizaje de la lectura y la escritura. A un grupo de niños y niñas de 5 años se les ha enseñado un alfabeto artificial mediante diferentes técnicas, y se ha llegado a la conclusión de que quienes se ejercitan con lápiz y papel asimilan mejor las letras y las palabras nuevas.

Hoy en día es habitual la presencia de recursos digitales en las aulas infantiles y su utilización como herramienta en distintos procesos de aprendizaje. Por ejemplo, existen programas informáticos dirigidos a alumnos que están aprendiendo a leer y escribir. Como los ejercicios que proponen se realizan en el ordenador, los escolares pulsan teclas y botones, dejando de lado el lápiz y el papel. Para medir el impacto de estos métodos basados en la mecanografía, un estudio de la UPV/EHU ha realizado una comparativa con el fin de analizar las consecuencias que tiene en las capacidades de los niños el hecho de practicar la escritura a mano o con teclado: “Ya que los niños escriben cada vez menos a mano, queríamos investigar la influencia que eso tiene en las competencias alfabéticas y ortográficas. Es decir, queríamos ver si tanto la capacidad de aprender letras como la de interiorizar y recordar la estructura de las palabras se desarrolla de forma diferente a través de la práctica manual o del uso del teclado. Hemos llegado a la conclusión de que los niños que se han ejercitado a mano han obtenido los mejores resultados”, explica la investigadora Joana Acha.

Para llegar a esta conclusión, se ha llevado a cabo un experimento con niños de entre 5 y 6 años. Se ha elegido esa edad porque es el momento evolutivo más propicio: es entonces cuando comienzan a adquirir la capacidad lectoescritora. Así, se enseñó a 50 niños y niñas con conocimientos básicos de lectura 9 letras de los alfabetos georgiano y armenio, así como 16 pseudopalabras inventadas por el equipo investigador combinando dichas letras.

“El objetivo es utilizar letras y palabras totalmente nuevas para los participantes, con el fin de asegurarnos de que están aprendiendo desde cero. De hecho, las investigaciones previas han utilizado los alfabetos propios de la cultura de los niños, por lo que no resulta tan fácil saber hasta qué punto conocían los símbolos presentados”, afirma Acha.
A todo el alumnado se le enseñaron las mismas letras y palabras, pero no a todos de la misma manera: a la mitad se les pidió que las copiaran a mano y a la otra mitad, que las escribieran utilizando el teclado. De este modo, el estudio de la Universidad del País Vasco ha podido analizar la importancia de la grafomotricidad, es decir, cómo influye el movimiento de la mano en el proceso de lectura y escritura. De hecho, cuando escribimos con teclado no trazamos la forma de las letras, por lo que la influencia de la grafomotricidad es escasa a la hora de interiorizar su estructura. En cambio, al escribir a mano, esta influencia es significativa.
“Una vez que se les enseñaron las letras y palabras nuevas, y cada grupo practicó con un método distinto, realizamos tres pruebas para evaluar los conocimientos adquiridos. Medimos la capacidad de identificar, escribir y pronunciar letras y pseudopalabras, y los resultados indican claramente que quienes practicaron a mano desarrollaron una mayor destreza. La diferencia se nota, sobre todo, en las pseudopalabras, ya que casi todos los que aprendieron con ordenador realizaron incorrectamente los ejercicios relacionados con las secuencias de letras. Por lo tanto, nuestro trabajo reafirma que la grafomotricidad es fundamental para memorizar las letras y las estructuras de las palabras”, explica Acha.
La variabilidad al usar el lápiz también influye
Pero no solo se ha estudiado el impacto del grado de movimiento de la mano. Los grupos que trabajaban a mano y con teclado se dividieron, desde el principio, en dos subgrupos. En el caso de quienes utilizaban lápiz, a algunos se les pidió que siguieran las guías marcadas con puntos (técnica de baja variabilidad), mientras que otros practicaron sin ninguna referencia, copiando libremente en una hoja en blanco (alta variabilidad). Lo mismo se aplicó a quienes usaban ordenador: algunos utilizaron siempre la misma tipografía para practicar (por ejemplo, Tahoma), y otros, varias.
Así, además de la grafomotricidad, se ha podido analizar la influencia del factor de variabilidad en la forma.
Lo que se ha observado es que los que practicaron a mano obtuvieron mejores resultados que todos los que utilizaron el teclado, aunque también se encontraron diferencias dentro del grupo que escribió a mano. Aquellos que practicaron de forma libre lograron los mejores resultados. “Por tanto, lo que hemos deducido es que, aunque al principio contar con una guía para practicar resulta de gran ayuda, una vez que los niños son capaces de realizar movimientos pequeños y precisos, conviene pasar a la escritura libre. En cualquier caso, lo que está claro es que debe priorizarse la escritura a mano como práctica en los procesos de aprendizaje. Aprenden mejor a través del movimiento de la mano y, por tanto, los dispositivos tecnológicos deberían utilizarse únicamente como complemento”, concluye Acha.
Referencia:
Gorka Ibaibarriaga, Joana Acha, Manuel Perea (2025) The impact of handwriting and typing practice in children’s letter and word learning: Implications for literacy development Journal of Experimental Child Psychology doi: 10.1016/j.jecp.2025.106195
Para saber más:
La adquisición de la lectura desde la evidencia científica: una hoja de ruta para educadores, conferencia de Joana Acha
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa