La brecha entre la obediencia imaginada a la autoridad y la real

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Estás en una sala. Frente a ti, un hombre de bata blanca te dice que pulses el botón que provocará una descarga eléctrica. Al otro lado de la pared, alguien grita de dolor. Tus manos tiemblan. La autoridad insiste. ¿Qué harás?

No es una película. Es un escenario muy parecido al que vivieron cientos de personas en el famoso experimento de Stanley Milgram (1963). Lo perturbador es que la mayoría obedeció.

Décadas después, cuando los psicólogos preguntamos a la gente qué haría en ese mismo contexto, casi todos aseguran que se plantarían mucho antes de hacer daño a otro ser humano. Sin embargo, los datos cuentan otra historia.

La ilusión de resistir

La mayoría nos vemos como más éticos y valientes que la media: un sesgo de superioridad ilusoria. También tendemos a minimizar el poder de las circunstancias y a sobrevalorar los rasgos personales: llamado error fundamental de atribución (Ross, 1977). El resultado es una confianza ingenua: “Yo no sería de los que aprietan el botón”.

Es tal la autoridad que asociamos a una bata blanca y un estetoscpio al cuello, que el uso de actores caracterizados así es una herramienta muy eficaz en la venta de suplementos, medicamentos, servicios sanitarios o seguros de salud. Solo siendo conscientes del sesgo de autoridad podemos minimizar la obedencia indebida y tomar decisiones más objetivas. Foto: Usman Yousaf / Unsplash

Dos condiciones, dos realidades

El experimento de Milgram se ha replicado muchas veces, la brecha entre lo que la gente imagina y lo que hace es consistente:

En la investigación de Mazzocco et al. (2025), cuando se preguntó a las personas cuánto obedecerían en una situación tipo Milgram, predijeron tasas mucho más bajas (20,9 % para sí mismos y 36,8 % para “otra persona”) que lo que realmente se observa en experimentos controlados. En el estudio de Burger (2009), que replicó parcialmente el paradigma de Milgram, el 70 % de los participantes obedeció hasta el máximo permitido.

La consecuencia es brutal: en nuestra cabeza somos héroes; ante la bata blanca, obedecemos tanto como en 1963.

¿Por qué nos equivocamos tanto?

  • Distancia emocional. Imaginar un dilema moral no genera la misma activación fisiológica que vivirlo; sin adrenalina, es fácil ser valiente.
  • Presión situacional silenciosa. En la situación real, señales como la bata, la seriedad del investigador… legitiman la orden y reducen el conflicto interno.
  • Brújula ética atenuada. Un estudio con EEG encontró que, al obedecer, disminuye la actividad theta frontal-medial previa a infligir daño: la sumisión silencia alertas internas antes de que se enciendan.

Herramientas para reducir la brecha entre intención y acción

Un sabio dijo: “no nos elevamos a la altura de las expectativas, caemos a la altura de nuestro entrenamiento”.

  • Entrenamiento en asertividad. Situaciones reales donde practicamos decir “no” bajo autoridad percibida.
  • Micro‑actos de desobediencia. Rechazar pequeñas órdenes injustas en la vida diaria refuerza el músculo moral.
  • Entornos que refuercen la voz crítica. Equipos o amistades que celebren la integridad, no el conformismo.
  • Educación sobre sesgos. Conocer nombres y mecanismos facilita detectarlos en tiempo real.

Resistir cuando de verdad importe

No te sentarán ante un generador de shocks, pero cada día te enfrentas a la misma brecha entre intención y acción: decir “no” a un compromiso mal planteado, cuestionar una orden dudosa, no dejarte arrastrar por un “aceptar todo”.

La bata blanca cambia de forma: a veces un “es urgente”, otras un proceso diseñado para que no pienses. Y casi siempre obedecemos más de lo que creemos.

Esta brecha explica nuestra frustración vital: expectativas altas, ejecución tibia. La narrativa que construimos sobre nosotros mismos no sobrevive al contacto con los hechos.

La pregunta no es si resistirás, sino qué entrenamiento y qué alianzas estás creando hoy para resistir cuando de verdad importe.

Referencias

Burger J. M. (2009). Replicating Milgram: Would people still obey today? The American psychologist, 64(1), 1–11. doi: 10.1037/a0010932

Caspar, E. A., & Pech, G. P. (2024). Obedience to authority reduces cognitive conflict before an action. Social neuroscience, 19(2), 94–105. doi: 10.1080/17470919.2024.2376049

Ebert, J., Winzer, P., & Müller, C. (2025). Reducing the Hypothetical Bias in Measuring Willingness to Pay for Mobile Communication Products. Journal of Theoretical and Applied Electronic Commerce Research, 20(2), 122. doi: 10.3390/jtaer20020122

Mazzocco, P. J., Reitler, K., Little, L., Korte, J., Ridgill, M., & Stalnaker, X. (2025). Milgram shock‑study imaginal replication: How far do you think you would go? Current Psychology. doi: 10.1007/s12144-025-07962-1

Ross, L. (1977). The intuitive psychologist and his shortcomings: Distortions in the attribution process. In L. Berkowitz (Ed.), Advances in experimental social psychology (Vol. 10, pp. 173–220). Academic Press.

Sobre el autor: David Carcedo es divulgador, psicólogo sanitario en Donostia y coordinador de sección de laboratorio en el BCBL.

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