Los seres humanos actuales tenemos encéfalos muy grandes, más grandes que casi todos nuestros antecesores. De hecho, el volumen de nuestro cráneo es tres veces mayor (corregido el efecto del tamaño corporal) que el de nuestros antecesores austraolopitecinos. Las excepciones son los primeros seres humanos de nuestra especie y los neandertales, que tenían cerebros algo más grandes que nosotros. Probablemente, gracias a esos encéfalos más grandes exhibimos habilidades cognitivas valiosas, aunque no está muy claro cuál es el elemento -si es que pudiese atribuirse a uno único- que habiendo resultado de esas habilidades, ha constituido factor de éxito en términos evolutivos.
Los científicos de este campo han venido considerando tres razones posibles por las que resultan ventajosas las habilidades cognitivas de que son capaces encéfalos más grandes. Una es que esos encéfalos proporcionan a sus poseedores la capacidad para hacer frente a cambios climáticos y meteorológicos haciendo uso de tecnologías adecuadas para ello; gracias a esa capacidad se habrían podido superar los obstáculos que se derivan de variaciones temporales y geográficas del clima y que hubiesen podido limitar la continuidad de la especie en el tiempo o su distribución geográfica. De ser correcta esta hipótesis, los aumentos en el volumen encefálico se habrían producido bajo la presión selectiva de la variabilidad e impredecibilidad climática.
Otra posible razón es que las mayores capacidades cognitivas hicieron a los miembros de nuestra especie más capaces para hacer uso de diferentes fuentes de recursos alimenticios, principalmente mediante la caza, y búsqueda y recolección de alimentos; en particular, el desarrollo de variadas técnicas de caza pudo resultar clave a la hora de capturar animales de todo tipo. Esta idea se basa en la observación de que las especies con comportamientos alimenticios complejos o de intensa actividad depredadora tienden a tener volúmenes encefálicos comparativamente grandes.
Y la tercera razón es que esas habilidades cognitivas permitieron un mejor desenvolvimiento en las relaciones que se establecen con los otros en las cada vez más complejas sociedades humanas. Según sus defensores, nuestros antecesores homínidos desarrollaron adaptaciones que les permitieron un uso muy eficiente de los recursos biológicos y un mayor control de sus propias condiciones de vida. Esas capacidades propiciaron menores tasas de mortalidad y, en consecuencia, aumentos en el tamaño de las poblaciones. Un mayor número de individuos habían de competir por los recursos disponibles y, de esa forma, se dieron las condiciones que facilitaron el desarrollo de habilidades que mejoraron la cooperación dentro de unos grupos que eran cada vez de mayor tamaño. A esta tercera se la denomina “hipótesis del encéfalo social”.
Pues bien, según las conclusiones de un estudio realizado por Drew H. Bailey y David C. Geary, de la Universidad de Missouri en Columbia, es este tercer elemento el que resultó determinante. Lo sostienen basándose en un análisis del tamaño de 175 cráneos de diferentes especies de homínidos, correspondientes a variadas localizaciones geográficas y a un periodo comprendido entre 1’9 millones y 10.000 años de antigüedad. Entre las diferentes variables con las que correlacionaron el tamaño de los cráneos, fue el tamaño poblacional el que resultó ser el mejor predictor de aquél, aunque a la vista del efecto de otros predictores, las variables de carácter climático, también han podido ejercer una cierta influencia.
Referencia:
Drew H. Bailey y David C. Geary (2009): “Hominid Brain Evolution. Testing Climatic, Ecological and Social Competition Models”. Human Nature, vol. 20, p. 67-79.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Manuel López Rosas
Hay muchos motivos para darle seguimiento a esta serie de notas. Espero no perder de vista que la suma de los cerebros humanos se refiere en realidad a las relaciones que logran establecer con orientaciones hacia el entorno y hacia esas relaciones diversas y modificadas. En algún momento se ha intentado una lectura de la economía (por ejemplo), como estructura social significativa, y ahora, con otros datos observables mediante los usos de las redes sociodigitales.
Manuel López Rosas
Excelente foto para ilustrar el importante y sugerente artículo: no sólo intenta integrar esta nota desde la cabeza a los pies, la perspectiva de análisis sugerida es que se intenta incluir los múltiples encéfalos asociados, con su correspondiente cuerpo, y las variadas asociaciones posibles previsibles. 🙂
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