Llamarse a uno mismo youtuber es jugársela. Es común asociar esta plataforma a contenidos de bajo calado intelectual. Para muchos un youtuber es un bufón. Hay muchos estereotipos sobre los usuarios de esta plataforma. Es una de las redes sociales en las que uno está más expuesto. El formato habitual es el de alguien que habla a cámara. Los vídeos reciben comentarios, a veces anónimos, a veces firmados y con la misma falta de pudor que se estila en cualquier otra red social. Sin embargo, parece que hablar de ciencia mantiene al margen a un gran número de malhumorados agitadores. En cambio, si la youtuber es mujer, aunque hable de ciencia, la cosa cambia. Cuanto mayor es el impacto del canal, más tenemos que lidiar con comentarios machistas y de mal gusto. Esta opinión que puede sonar personalísima es compartida por otras youtubers de ciencia con las que tengo el gusto de relacionarme.
«Frecuentemente recibo mensajes diciendo que soy muy atractiva, les gusto, preguntan si tengo novio y cosas parecidas. Alguien al leer esto dirá que esto es bueno, pero para mí no lo es, no hago contenido para esto» comenta Liliana E. Martínez, estudiante de Física y creadora del canal Conecta Ciencia.
En el Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia, varias youtubers de ciencia hicieron un directo que puede verse en el canal de Star Tres, gestionado por Carolina Agurto, Karina Rojas y Javiera Rey, quienes están haciendo el doctorado en astronomía. «Nos llegaron comentarios criticando la causa del 11F, cosas como ‘Ojalá no sea basura feminista’ o ‘¿Brecha de género? No se pongan sexistas, si la mayoría de las mujeres no se quiere convertir en científica, respeten su opinión’ o ‘¿Cuál es el aporte de las famosas leyes de paridad?’».
Inés Laura Dawson es estudiante de doctorado en la Universidad de Oxford e investiga el vuelo de los insectos. Como divulgadora científica colabora con Naukas, entre otros medios, y gestiona los canales de YouTube Draw Curiosity e Inestable. Inés tiene muchos seguidores, los suficientes como para tener que batallar con un buen puñado de comentarios machistas y de explícito contenido sexual. «Hasta han llegado a crear un vídeo sobre mí con la intención de desacreditarme, en el cual se sugería que la única razón por la que he tenido una carrera científica en Oxford y por la que he sido galardonada con varios premios es por ser mujer».
Carolina Jiménez es artista de efectos visuales para cine. Gestiona el canal OK Infografía. Ella también recibe comentarios impertinentes en su canal. «Suelen ser del tipo ‘además de guapa lista’, ‘cásate conmigo’, ‘yo solo he visto tetas’… Los gestiono con paciencia. Procuro borrarlos si son muy evidentes, o ignorarlos».
«A veces recibo comentarios del tipo, ‘qué bien, una mujer guapa, inteligente y que le gusta la ciencia’» comenta Laura M. Parro. Laura es investigadora predoctoral en la Universidad Complutense de Madrid y en concreto investiga el estado térmico y la estructura de la litosfera de Marte, y más generalmente, la geología de los cuerpos rocosos del Sistema Solar. Tiene un blog de divulgación y el canal Viajando por Planetas. Lo que más le molesta a Laura son los comentarios machistas que se permiten en canales de hombres: «me molestan los canales de hombres en los que suelen comentar que no merece la pena colaborar o preocuparse por la ratio de mujeres si a ellas no les interesa la ciencia. Y esos gestores de los canales no les cortan de raíz o les explican cuál es la situación real, ¿para que esforzarse, verdad? Como digo, es una acción de todos que el tema mejore, y quien no vea la desigualdad de género es porque no quiere verla».
Carolina Jiménez opina que para avanzar en la igualdad hay que apostar por la «educación en igualdad tanto en niños como en niñas, eliminación de estereotipos, discriminación positiva, visibilización de referentes femeninos». En esto coincide con la bióloga Sofía M. Villalpando, gestora del canal The Biologist Apprentice, que opina que esto tenemos que resolverlo por medio de la educación. Además, cree que sobre todo los hombres deberían «cuidar los comentarios que hacen con respecto a sus compañeras youtubers, fomentar el respeto y hacer colaboración con más mujeres para que sus seguidoras se sientan representadas».
La mayoría parecen estar de acuerdo en este punto. Si hubiese una intención honesta de luchar contra la desigualdad, los hombres estarían apostando por colaborar con mujeres, por darles visibilidad, por conocer sus trabajos y no solo opinar un par de veces al año. La biotecnóloga biomédica Anna Quirant, gestora del canal Cienciacional, lo tiene muy claro: «Cuando organizan eventos podrían esforzarse en buscar y contactar con divulgadoras. Aunque piensen que no las hay, existen. Tirar de contactos, preguntar a otras mujeres si conocen a más. Que dejen de contar con los cuatro conocidos de siempre y que se quiten de la cabeza típicas frases como ‘No voy a incluir a una mujer por el simple hecho de ser mujer, si no lo hace bien o no conozco como trabaja’, ‘a mí me da igual qué sexo tenga, yo valoro quien lo hace bien’. Si nunca se incluyen mujeres, si no se dan a conocer, si no se les dan más oportunidades, ¿cómo van a contactar con ellas para que asistan a eventos o charlas? Es la pescadilla que se muerde la cola».
Laura M. Parro opina que «algunos hombres youtubers directamente no te dicen que no les gusta que haya mujeres, pero desde luego sí que les molesta. He visto reacciones de todo tipo con tal de no recomendar el contenido de una mujer o no colaborar con ciertas personas.El ‘estatus’ de hombre, divulgador y sabedor de la ciencia, aún está muy arraigado y creo que algunos ningunean a las mujeres y les da pereza colaborar con ellas. Muchos siguen prefiriendo colaborar entre hombres o recomendarse entre ellos, aunque haya mujeres con más formación y prestigio que ellos».
Esta es la tónica habitual. Aunque la edad media de los youtubers de ciencia sea baja, no podemos presuponer que las conductas se hayan adaptado a los tiempos. También hay honrosas excepciones, como el vídeo con el que Aldo Bartra celebró en su canal El robot de Platón el millón de suscriptores y en el que se dedicó a promocionar canales de menor envergadura que el suyo, incluyendo a un buen número de mujeres. Javier Santaolalla, creador de los canales Date un voltio y Date un vlog, apoyó desde el principio a Star Tres con una aparición en su canal y con apariciones de ellas en el suyo. Carolina Jiménez se suma a los agradecimientos a Javier, con quien está preparando alguna colaboración y añade que «la mayoría de los medios que me han entrevistado ha sido por mediación de hombres. Hasta he dado una charla en un colegio a petición del padre de dos niñas que comprendía la necesidad de referentes femeninos para sus hijas. Creo que es fundamental entender que esta lucha no es solo nuestra y que hay muchos hombres concienciados y que nos apoyan». Laura M. Parro añade que puede ser contraproducente centrarse en lo negativo, «sí hay hombres que colaboran con nosotras y que comparten nuestro contenido. En mi caso lo hacen mayoritariamente los latinoamericanos».
Todas estamos de acuerdo en que la tendencia de invisibilizar a las mujeres también existe en Youtube y que hay que seguir dando tirones de oreja cuando toca. Que no se malinterprete: esto no es una lucha contra los hombres, sino contra el machismo. Afortunadamente muchos hombres son nuestros aliados. Con frecuencia resulta fácil distinguir a quien se apunta a la causa por abrillantar su imagen y quien lo hace por convicción. Los que apoyan a las mujeres dan nombres, las mencionan en sus redes sociales, colaboran con ellas, las invitan a participar en proyectos divulgativos, las tratan como a iguales con sinceridad. Los hombres que están convencidos no temen que haya una mujer a su lado que pueda brillar tanto como ellos. Los que no, las tratan con condescendencia, como floreros que dan apariencia de paridad. Las necesitan para dar credibilidad a su farsa, y a la hora de la verdad solo se dedican a darse palmadas en la espalda por lo bien que han quedado el día de turno.
Hay otro fenómeno digno de ser analizado y es que a medida que aumentan los suscriptores de los canales de ciencia, disminuye el porcentaje de mujeres que lo siguen. Los primeros meses de vida de mi canal Deborahciencia me seguían tantas mujeres como hombres, con leves variaciones según la edad. Esto puede verse a través de la herramienta Analytics de Youtube. En la actualidad sólo el 30% de mis seguidores son mujeres. Laura M. Parro ha sufrido esta misma caída en su canal, que ahora ronda el 15% de suscriptoras. Inés Dawson oscila entre el 15 y el 25% de seguidoras, las mujeres de Star Tres tienen un 25%, Anna Quirant tiene un 10% y Carolina Jiménez tiene un 6%. Los canales de ciencia gestionados por hombres tienen unos porcentajes medios igual de bajos.
Inés Dawson tiene una teoría sobre este fenómeno que comparto, y es que el propio algoritmo que utiliza Youtube para recomendar vídeos utiliza el género del usuario para generar propuestas de visionado. Este algoritmo presupone que las mujeres no tienden a ver vídeos de ciencias, a no ser que activamente los hayan buscado antes. «Opino que el origen principal del desequilibrio de género en vídeos educativos procede del propio algoritmo de Youtube. La mayoría de usuarios de Youtube descubren canales y contenidos nuevos mediante las sugerencias de la página principal y en la barra de recomendaciones de Youtube. El objetivo del algoritmo es maximizar el tiempo que un usuario permanece en Youtube consumiendo vídeos. Esto lo consigue categorizando a los vídeos por tipo y distribuyéndolos a las demográficas que asocia como consumidores principales. Desgraciadamente, esto genera un feedback loop en el cual distintas categorías de contenido se viralizan siempre para las mismas demografías. En mi experiencia, la demográfica de los vídeos científicos que se vuelven virales se diferencia bastante de una audiencia orgánica. En mi caso, mi audiencia orgánica es un 15% mujeres, con una distribución normal de edades centrado en 25 años. Los vídeos científicos que se vuelven virales muestran una demográfica muy diferente. Uno de mis vídeos virales sobre pilas fue un vídeo sugerido casi exclusivamente a un público masculino (98%) y mayor de 25 años».
La desigualdad de género esta íntimamente intrincada en prácticamente todo. Hasta en algo en apariencia tan aséptico como el algoritmo de una red social. Si a esto le sumamos las conductas sociales machistas y la estrechez de miras, nos damos cuenta de que el problema que nos traemos entre manos está más enquistado de lo que pudiese parecer. Hace falta educación, por supuesto. Hace falta investigar los orígenes de todo esto para poder plantar cara al problema. Todas las formas de conocimiento pueden ayudar a entenderlo y, en consecuencia, ayudar a proponer soluciones. La sociología, la biología, la psicología, la filosofía, la antropología, la política… todos los saberes son útiles para tratar de desentrañar esta lacra.
En el ámbito profesional que va más allá de Youtube, el problema tiene matices distintos, pero el fondo sigue siendo el mismo. Liliana E. Martínez comenta que «además de mi trabajo en la universidad, cuando llego a casa tengo que cocinar, lavar la vajilla, la ropa y si llega a haber algún problema en casa soy yo quien tiene que quedarse por que los hombres ‘no pueden faltar al trabajo’». Carolina de Star Tres comenta que «como estudiante e investigadora creo que tenemos que empezar desde nuestros grupos de trabajo. Tener representantes de estudiantes es muy importante para hacer notar nuestros problemas y dificultades, así como también comités, donde seamos escuchadas. En Chile ahora se están implementando en las universidades los comités anti-acoso, que son importantísimos al momento de visibilizar y solucionar problemas recurrentes en las universidades que han sido ‘tapados’ durante años. Desde un punto de vista más general, creo que los movimientos de #MeToo y #TimesUp han sido fundamentales para darles a las mujeres esa confianza que se necesita para denunciar tantos casos de acoso». Sofía Villalpando ha sufrido acoso laboral y maltrato psicológico en el trabajo. No es un problema del pasado. Sigue siendo un problema ahora.
Todas las mujeres hemos sufrido algún tipo de abuso sexual a lo largo de nuestras vidas. Absolutamente todas. Algunas son más conscientes de las situaciones de discriminación. Unas han tenido la suerte de vivirlas desde la barrera, otras las han sufrido en sus carnes. Yo misma he sido discriminada en procesos de selección por ser mujer. A todas nos han ‘señoreado’ (también denominado con el anglicismo mansplaining). Carolina Jiménez explica que «en redes sociales compartiendo imágenes o vídeos de diferentes temáticas me han intentado explicar qué es real y qué es digital y por qué no debo creerme todo lo que publico». Recordemos que Carolina es artista de efectos visuales para cine.
Todas hemos tenido la sospecha alguna vez de haber sido invitadas a participar en proyectos divulgativos solo por cubrir un cupo de paridad. Aunque las motivaciones por cubrir un cupo sean buenas (no siempre se trata de una cuestión de imagen) como mujer es duro lidiar con ello cuando estás empezando en esto. Anna Quirant se pregunta a veces si «¿Les gusta lo que hago o estoy aquí para que ellos queden bien? Es muy frustrante tener que plantearte estas preguntas que a un hombre ni se le pasan por la cabeza, sabe que va porque es bueno, gusta y eso le hace tener confianza. Nosotras tenemos que hacer un esfuerzo extra por visibilizarnos, por promulgarnos, para asistir y representarnos como colectivo. ¿En qué momento deberemos dejar de esforzarnos para demostrar que las mujeres también podemos hacer divulgación científica? Creo que ya va siendo hora».
En ocasiones la pretensión de contar con mujeres responde a un deliberado lavado de imagen. Anna Quirant parafrasea los típicos correos que muchas recibimos para participar en proyectos divulgativos:«Llamamiento en especial a las mujeres. Supongo que entienden el motivo, pero espero que haya una buena representación. Es importante que tengan visibilidad. Así que redoblen los esfuerzos para estar». La responsabilidad y la ‘culpa’ de no figurar recae en las mujeres. Estos mensajes caen en la errónea convicción de que el problema es que no nos esforzamos lo suficiente.
Muchas de nosotras pararemos el 8 de marzo, el día de la mujer. Otras no pueden permitírselo y se dedicarán a hacer ruido allí por donde vayan. Anna Quirant explica así sus motivos: «Haré huelga el 8M para exigir que de una vez por todas se nos deje de tratar de forma diferente, de imponer límites, de debilitarnos, de adjudicar qué se nos da bien (cuidar, criar, cocinar) o qué no se nos da bien (el futbol, la política, las ingenierías), de decir que no tenemos humor porque nos molesten comentarios machistas, de creer que tienen el derecho de abusar de nosotras o de inducirnos miedo por volver de noche solas. Quiero demostrar que si nosotras paramos, el mundo se para».
Unas somos más optimistas que otras. Unas hemos tenido más suerte que otras al encontrarnos con personas que animan y apoyan. Otras hemos crecido en un entorno menos machista, en una sociedad más o menos concienciada con el problema. En mayor o menor medida hemos lidiado y seguiremos lidiando con la crudeza de los datos, con la brecha salarial, con la baja representación de mujeres en puestos de mando, con el ninguneo del día a día. Sin embargo, y quizá contra todo pronóstico, a la pregunta ¿Tienes éxito? todas nosotras hemos respondido que sí.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
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