Los mitos son una expresión de la existencia de la especie, un espejo en constante cambio de las percepciones de la condición humana. Los mitos se basan en un pasado real impreciso en el tiempo, una realidad del comportamiento humano que trasciende un tiempo y un lugar determinados. La ciencia también tiene estos atributos. La estrecha asociación entre el mito y la ciencia se ve claramente cuando se considera la ciencia antigua. Los antiguos lucharon por explicar el entorno natural y su propia humanidad con respecto a lo divino. Las explicaciones iniciales incorporaron dioses y héroes, sucesos fantásticos y acontecimientos dignos de ser recordados. Debajo de lo fantástico y lo extraordinario de la tradición oral, los poemas cantados por el antiguo bardo, existía un verdadero intento de comprender y describir la naturaleza y al propio ser humano.
La antigua civilización sumeria fue el resultado de la organización, el trabajo y la ingeniería de los diques y canales que controlaban los ríos Tigris y el Éufrates, muy propensos a las inundaciones, y que irrigaban la tierra reseca durante la estación seca. La cultura sumeria se basa en última instancia en al agua y sus usos. La epopeya sumeria de la creación, Enûma Elish, describe a Apsu, la personificación deificada de las aguas originales de la creación; a Adad, la de las tormentas; a Ea, la de las aguas; a Ennugi, la del riego; Ningirsu, la de la fertilidad del suelo regado; a Ninurta, la de los de pozos de agua dulce.
Los sumerios está claro que pensaban mucho en el agua. La lluvia y el agua del río daban lugar a abundantes cosechas, vigiladas por Nisaba, la diosa de las cosechas. Ninhursag, la diosa madre, también supervisaba todas las plantas y animales o, lo que es equivalente, a todos los alimentos. Una vez que se recogían las cosechas, Shulpae se encargaba del éxito de los banquetes; Siduri aportaba lo suyo, como diosa del vino que era. Los milagros del agua, la comida, la abundancia, la bebida, los banquetes y los estómagos llenos tenían que ser explicados, y no era concebible otra que no fuese por la benevolencia de los dioses.
Los egipcios, igualmente, dependían del clima, como todas las civilizaciones, pero especialmente del Nilo y sus inundaciones anuales, y del Sol siempre presente. El Sol era tan importante que se necesitaban varios dioses para compartir su poder: Amón, Ra (el sol al mediodía), Atón (el sol al mediodía), Atón (el disco solar), Jepri (el sol en el este), Atum (el sol en el oeste). También se necesitaban varias deidades para el Nilo, gobernando varias regiones de Egipto según la ubicación del propio Nilo (alto o bajo Egipto). Los dioses y diosas de la fertilidad se asociaban con frecuencia con el Nilo: Happi era el dios de las inundaciones del Nilo durante el verano. Nun y Nefertum eran deicaciones de las aguas del abismo que estuvieron presentes en la creación. Sobek, el dios cocodrilo, era el dios del pantano.
Los egipcios, dedicados a comprender la naturaleza de la que tanto dependían, adoraban a los dioses de la ciencia y el saber. Imhotep, quien supuestamente fue un constructor durante la era de las pirámides en el tercer milenio a. e. c., evolucionó hasta ser un dios de la curación y la magia. Serket era su contraparte femenina, la diosa de la curación. Seshat y Thoth eran las deidades de la erudición, de los escribas y de la sabiduría.
Grecia es un paisaje de profundos valles, enormes crestas, bosques ocultos y montañas infranqueables. Los dioses de Grecia eran, por tanto, los de las montañas, los bosques, los ríos, la costa rocosa y las islas del Egeo y el Adriático. Se cree que antes de la llegada al poder de los griegos micénicos, los primeros griegos y la gente de Creta y las islas adoraban a las deidades de la naturaleza dominadas por las diosas de la fertilidad. Atenea, Afrodita, Hera, Artemisa, Hestia, Deméter y Rea fueron una vez, en el pasado mítico, los principales objetos de culto entre los griegos.
En un momento dado, el hijo de Rea, Zeus, dio un golpe de estado divino ocupando el lugar de su padre Cronos y llevando al poder también a sus hermanos Poseidón y Hades. Zeus gobernaba a través de la fuerza, a través del terrible rayo, que solo él controlaba, y que inspiraba terror tanto a dioses como a humanos. Poseidón personificó el mar; Hades se identificó tanto con su cometido que terminó convirtiéndose en él, el inframundo. Las diosas de la fertilidad perdieron poder o cambiaron de forma; por ejemplo, Atenea se convirtió en una virgen con apariencia de hombre; Hera se convirtió en una diosa malhumorada e impotente, siempre regañando a su hermano y esposo Zeus; Afrodita pasó a ser una diosa casquivana del amor que siempre metía a dioses y humanos en líos con la lujuria y el adulterio como fatores comunes; Deméter conservó su papel de diosa de la fertilidad del grano y de la agricultura.
Los poemas de Homero y de Hesíodo ilustran cómo los antiguos bardos personificaban los fenómenos naturales y humanos por medio de los dioses y diosas. Hesíodo explicó la presencia del mal mediante Pandora y su estúpido esposo Epimeteo, quien poseía el don de la retrospectiva pero no el de la previsión, que era la especialidad de su hermano Prometeo. Las mentiras y los robos se explican por la presencia de Hermes, experto en juegos de manos. Hesíodo, creyente en el recurrente concepto a través de los tiempos de que vivía en una época que encarnaba el declive de la cultura de «los buenos tiempos», argumentó que su época era una Edad de Hierro de maldad y desesperación, a diferencia de las edades anteriores de la humanidad: la Edad de Oro de los hombres que eran como dioses; la Edad de Plata, cuando Zeus castigó la arrogancia humana; la Edad del Bronce, cuando los humanos eran gigantes; y la Era Heroica, cuando existían héroes, descendiente de los dioses, pero destruida por la Guerra de Troya.
Los himnos homéricos y la Ilíada y la Odisea describen una cosmovisión totalmente antropomórfica. Los dioses y diosas se mezclan constantemente con los humanos, tanto que los humanos nunca están completamente seguros de quién es dios y quién es mortal. Quizás el extraño en la puerta sea un ser divino enviado para probar al ser mortal, une duda y preocupación recurrentes en los personajes de la Ilíada y la Odisea. Los dioses simbolizan la mente consciente y lo que hoy llamaríamos el subconsciente, por ejemplo, cuando Aquiles quiere destruir a Agamenón en el Libro 1 de la Ilíada, es la diosa Atenea la que interviene personalmente para calmar su ira y proporcionándole razón y paciencia.
La Odisea describe la dicotomía de civilización (el pensamiento, personificado por Ulises) y salvajismo (el cíclope). Ulises utiliza repetidamente su ingenio, artimañas, engaños y, en fin, el pensamiento analítico para salir de apuros. Ulises tiene sabiduría, es decir, ejerce la razón sobre las pasiones, tiene previsión y retrospectiva, tiene paciencia cuando los demás son impulsivos. Las divinidades de la sabiduría, el pensamiento y el ingenio lógicamente ayudan a Ulises. Atenea lo cuida, al igual que Hermes (después de todo era su bisnieto).
De hecho, encontramos en la mitología griega un énfasis en las deidades que personifican el pensamiento humano de una forma u otra. Además de Atenea, Apolo es un dios de la sabiduría, de la lira, de los sueños, de la profecía, de los videntes. Prometeo enseña a los humanos la creatividad, el pensamiento analítico, la inventiva y la curación.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Hominino
Dada la gran ignorancia de los antiguos, es comprensible que explicaran el funcionamiento de la naturaleza mediante causas milagrosas (intervenciones divinas). Gracias al progreso científico, hoy sabemos que para hallar explicaciones verdaderas debemos descartar los milagros. En las hipótesis científicas únicamente tienen cabida las causas naturales.