En el último artículo hablábamos de los lagos en Marte y su importancia a nivel astrobiológico, ya que supondrían una fuente relativamente estable de agua líquida, algo fundamental para el origen y desarrollo de la vida. Pero siempre que hablamos de lagos en nuestro Sistema Solar -más allá de la Tierra, claro está- las condiciones en las que el agua está líquida no tienen que ver en absoluto con las que existen en nuestro planeta, adecuadas para que haya un continuo ciclo hidrológico en superficie, algo que no ocurre en ningún otro cuerpo. Por ello, y por las grandes perspectivas que nos abre el agua a la hora de buscar ambientes habitables, nos hemos fijado en los denominados mundos océano, cuerpos de nuestro Sistema Solar en los que debajo de su corteza formada principalmente por hielo -frente a la rocosa de los planetas interiores- existe un océano de agua líquida. Incluso a nivel geodinámico, eso sí, tomándonos ciertas licencias, podríamos decir que estos océanos se comportan de algún modo como el manto de la Tierra, transfiriendo esa energía interna hacia el exterior, dando lugar a distintos procesos que transforman la superficie de estos cuerpos. Este sería el caso de Europa, la luna de Júpiter.
Una de las dudas que tenemos es si, además de los océanos subterráneos, existen otras masas de agua intermedias en la corteza, a modo de grandes bolsas de agua y que, de nuevo, tengan permanencia a lo largo del tiempo, ya que nos podrían servir de algún modo para poder estudiar ese océano más profundo sin la dificultad técnica que supondría llegar hasta él, puesto que esa agua vendría directamente desde las profundidades, emplazándose en la corteza.
Aunque todavía nos falta una confirmación más fehaciente de la existencia de fenómenos criovolcánicos en Europa, como pueden ser los géiseres detectados por el telescopio espacial Hubble, la existencia de una corteza con un espesor entre los 15 a los 25 kilómetros haría más complicadas las erupciones directamente desde un océano subterráneo.
Un equipo de científicos acaba de publicar un artículo en The Planetary Science Journal en el que ha realizado distintos modelos en los que aparecen bolsas de agua en el interior de la corteza a profundidades que van desde los 4 a los 8 kilómetros de profundidad. El hielo tendría un comportamiento rígido y frágil, lo que facilitaría su fractura y permitiendo que el agua contenida en estas hipotéticas reservas fluyese con mayor facilidad a la superficie como vapor o como criolavas.
¿Cómo ocurriría esto? Al ir congelándose estas bolsas de agua, se logra un aumento de volumen de esta agua que puede fracturar el hielo que las rodea, permitiendo salir al agua contenida. Este fenómeno es muy importante porque más que dar lugar a un continuo de géiseres como, por ejemplo, vemos en Encélado, permitiría tener una actividad intermitente y de ahí que sea más difícil de detectar.
Y, por supuesto, es un mecanismo compatible con una corteza de gran espesor, en la que no es necesaria la existencia sistemas de fracturas que atraviesen la corteza por completo, aunque tampoco un mecanismo excluiría la existencia del otro, e incluso haber coexistido en otros momentos de la historia geológica de Europa.
¿Cuándo tendremos respuesta a si este modelo es correcto? Muy probablemente a partir de la década de 2030, cuando la sonda Europa Clipper llegue al sistema joviano y sea capaz de estudiar con detalle la corteza de Europa, pudiendo detectar estas reservas de agua en la corteza de Europa y confirmar (o descartar) este nuevo modelo gracias a su instrumento REASON, un radar cuyas ondas serán capaces de penetrar en la corteza de hielo y aportarnos pistas sobre su estructura.
Referencias:
Lesage, E., Massol, H., Howell, S., & Schmidt, F. (2022). Simulation of Freezing Cryomagma Reservoirs in Viscoelastic Ice Shells. The Planetary Science Journal, 3(7), 170. doi: 10.3847/psj/ac75bf
Sobre el autor: Nahúm Méndez Chazarra es geólogo planetario y divulgador científico.
¿Cómo llegan partículas rocosas a los geiseres de Encélado? — Cuaderno de Cultura Científica
[…] cuerpos que, debajo de una corteza formada principalmente por hielo, tienen un océano de agua líquida debidamente protegido de las condiciones externas -a veces especialmente duras en el entorno de los […]