Este texto de José María Odriozola apareció originalmente en el número 11 de la revista CIC Network (2012) y lo reproducimos en su integridad por su interés.
No resulta fácil escribir un perfil biográfico de tu propio padre, pero el tiempo transcurrido desde su muerte, en 1974, y el enfoque esencialmente científico que pretendo darle, me ayudarán a ver las cosas con más perspectiva y objetividad.
Miguel Odriozola fue, sin duda, un investigador adelantado a su tiempo y todavía hoy me cuesta imaginar cómo pudo hacer tantos trabajos importantes en las circunstancias que le rodearon.
Educación, vocación y formación investigadora
Nació en Vitoria, en diciembre de 1903, y creció en la Granja Modelo de Arcaute, donde su padre, Victoriano, fue director durante treinta años, además de introductor del cultivo de la remolacha azucarera en Álava y presidente de la Diputación Foral de Álava algún tiempo.
Eran tres hermanos, que se quedaron huérfanos de madre (Mercedes Pietas) tras nacer el más joven, Antonio, y que aprendieron los componentes básicos de su educación en la propia Granja, bajo la tutela de su preceptor, Don Ángel Caballero, a la sazón capellán de la Institución. Hizo el bachillerato en los Marianistas de Vitoria y muy joven, con 16 años, se fue a Madrid a preparar el ingreso para la E.T.S. de Ingenieros Agrónomos, cosa que consiguió en su primer intento. Como él mismo nos contaba, a poco de comenzar en la Escuela, el Ministerio de Agricultura decidió que esos estudios deberían ir, en el tiempo anual, más relacionados con las cosechas y cambió los comienzos y finales del curso en dicha Escuela.
Miguel decidió aprovechar mejor el tiempo libre que le quedaba durante el año académico normal y simultanear su carrera de ingeniero con la de abogado, terminando ambas casi a la vez en 1928. Incluso tuvo tiempo para quedar campeón de España universitario de 3.000 y 5.000 metros, en el viejo campo del Metropolitano, cercano a Cuatro Caminos. Ya entonces tenía una gran vocación por todo lo relacionado con el campo y la ganadería pues, a la sombra de su padre, se había interesado vivamente por el quehacer de los trabajadores de la Granja Modelo, que, fiel a su denominación, tocaba distintos aspectos de la naturaleza y su explotación agrícola y ganadera.
Gracias a que su proyecto de fin de carrera en Agrónomos fue el mejor calificado de su promoción, le ofrecieron trabajar en la Misión Biológica de Galicia en Salcedo (Pontevedra). Se incorpora en enero de 1929 y allí conoce a su director, Don Cruz Gallástegui, un veterinario introductor del cultivo y mejora del maíz híbrido y hombre con gran visión investigadora.
Le ofrece enseguida salir al extranjero a completar su formación, con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios. En marzo del 29, se incorpora a la Agricultural School en Cambridge para mejorar sus conocimientos en alimentación animal, ampliando así su principal enfoque profesional, que era la mejora ganadera.
Se mueve entre Cambridge, Edimburgo (Instituto de Genética Animal) y Aberdeen (Rowett Research Institute) para tal propósito, estudiando además bioquímica y metabolismo animal, con especial énfasis en el ganado porcino. También aprovechó para mejorar sus conocimientos sobre calorimetría, tras serle renovada la beca varias veces (1930-31). Aprovechando su estancia en Inglaterra, Don Cruz le solicita que seleccione reproductores (verracos y cerdas de cría) para iniciar una piara experimental de la raza Large White en Salcedo y con 10.000 pesetas compra 2 machos y 4 hembras (3 de ellas preñadas) con los que desembarca en Vigo en febrero de 1931. Tras instalar en la finca estos reproductores, vuelve a expatriarse, esta vez hacia Alemania, en el 32 y 33 donde, en Berlín y Breslau, amplia sus conocimientos en calorimetría, digestibilidad y nutrición animal.
En sus estancias en el extranjero, adquirió una buena metodología para sus trabajos como investigador, además de unos grandes conocimientos de genética y alimentación del ganado. El profesor que más le impactó fue Fisher en Cambridge, con su obra sobre la Estadística aplicada a la Biología al que dedicó un librito que tituló Anotaciones al Fisher.
Primera etapa en la mejora del ganado porcino
Vuelve a Salcedo en abril de 1933, encargándose ya en la Misión Biológica de dirigir los destinos de la piara cerrada de la raza Large White, para proveer de reproductores a Galicia y resto de España. Llegarían a ser, al final de sus años de trabajo, más de 20.000 vendidos a todos los ganaderos y llegó a ser la 2ª piara más antigua del mundo, con esas características y origen cerrado a unos pocos sementales y cerdas de cría . Durante 1934 hace una corta escala en Burjasot (Valencia) para llevar a cabo experiencias sobre alimentación de cerdos ibéricos, pero pronto regresa a la Misión Biológica para continuar su trabajo con los Large White.
En los siguientes años, se vuelca en la dirección de los estudios y experiencias para la mejora del ganado porcino de la mencionada raza, aunque tuvo tiempo para hacer una breve contribución política como representante en Cortes del Sindicato de Ganadería. En 1940 se construyen, según el diseño y la planificación de D. Miguel, las cochiqueras en Salcedo, para alojar a su piara experimental, que se desarrollaría allí hasta 1987, en el que se extingue la línea de investigación al jubilarse su último discípulo/colaborador. Se mantuvo la piara, que finalmente sería liquidada, aunque sus resultados genéticos se conservaron en un departamento del INIA en Madrid.
Tras la reforma de aquellas instalaciones en 2002-03, con un proyecto del arquitecto Mauro Lomba, en 2004 se bautiza con el nombre de Miguel Odriozola al laboratorio y al edificio de oficinas de la Misión Biológica de Galicia. Durante los primeros doce años de la vida de la piara, publicó con regularidad muchos de sus trabajos experimentales, a la vez que numerosos artículos de divulgación para orientar a los ganaderos en los conocimientos de la cría de cerdos con un mejor enfoque científico, que les ayudase a obtener resultados más rentables en aquella época de penuria económica.
También dio conferencias magistrales, que escribía y publicaba, con sugestivos títulos como Eclipse del experimento, en el que se refería a los sabios ensimismados en sus propios conocimientos, diciendo: «sabio que pierde de vista que la sola justificación de lo que él elabora está en que alguien, alguna vez, lo aplique». De esa época son sus publicaciones El ganado de cerda de la Misión Biológica de Galicia, Notas sobre la alimentación de cerdos, Muchas crías al destete o menos crías con más peso individual, Plan de mejora del ganado porcino, Alrededor de una piara cerrada, y Maíz, cebada y arroz en la ceba de cerdos.
En 1945 le proponen desde el Ministerio (Instituto Nacional de Colonización) iniciar una nueva ‘aventura’ en la mejora del ganado de cerdo ibérico, sin dejar de dirigir la piara de la Misión Biológica. Esto, en aquellos años de postguerra, tenía una importancia económica enorme. Con su enfoque de investigador concienzudo, selecciona personalmente los reproductores que darían origen a la piara de cerdos ibéricos más selecta del mundo, ubicándolos en la Finca del Dehesón del Encinar en Oropesa. Todavía hoy subsiste esta explotación, perteneciente a la Autonomía de Castilla – La Mancha. Escogió, tras muchos rastreos, cuatro orígenes de soleras distintas, todos de ganaderías existentes que le merecían respeto y confianza, por el trato que sus dueños dispensaban a los animales y por los datos genealógicos que le podían aportar, con el fin de tener representación de la gran dispersión de tipos de cerdos ibéricos que existían. Dos eran de cerdos retintos portugueses (Ervideira de Évora y Caldeira de Elvas) y las otras dos, de cerdos negros lampiños extremeños (Campanario y Puebla). Desde su fundación en 1945, la piara ha mantenido el aislamiento reproductor y se ha mantenido su aplicación a la investigación del cerdo ibérico y la distribución de muchos miles (40.000 hasta la fecha) de reproductores selectos a todas las camadas nacionales, además de realizar el despiece y estudio de canales de más de 10.000.
Con motivo de la epidemia de peste porcina africana (en los sesenta) que asoló gran parte de las ganaderías de esta raza, Don Miguel, para salvar el trabajo de selección de tantos años, ideó y consiguió llevar a sus reproductores, cual ‘Arca de Noé’, a una isla en las marismas del Guadalquivir, donde preservó a los ejemplares más importantes de su piara de tan terrible virus y evitó que tuvieran que ser sacrificados y quemados. Cuando pasó el peligro, volvieron al Dehesón en Oropesa.
Vuelta a la Granja Modelo de Arcaute (Álava) como Director
Una de las mayores satisfacciones de su vida fue poder regresar, muchos años después, a la Granja Modelo, de la que su padre Victoriano había sido director casi treinta años y en la que él había pasado su infancia y adolescencia. Cuando le ofrecieron desde el ministerio (INIA) hacerse cargo de la dirección de este centro experimental de mejora de la patata de siembra, puso dos condiciones: la primera, seguir con sus proyectos de las piaras de Large White en Salcedo y de cerdo ibérico en Oropesa, dirigiendo su desarrollo experimental, con la ayuda de colaboradores que estuvieran in situ (Jaime Zuzuarregui, en Oropesa y Alfonso Solano, en Salcedo) y visitándolas varias veces al año, en los periodos clave para la selección de los reproductores que continuasen la estirpe. La segunda, que le dejaran diseñar y dirigir la modernización de las instalaciones de la Granja Modelo, con sus laboratorios, invernaderos, vaquerías, etc., y que le dieran el dinero suficiente para la obra. Consiguió ambas y allí nos fuimos a vivir toda la ya numerosa familia, en el año 49, a la misma casa donde él había crecido, más de cuarenta años antes. El centro se fue llenando de investigadores y trabajadores que, durante casi veinte años, dieron notoriedad científica a la Granja Modelo y llenaron de una enorme cantidad de patatas de siembra a todo el país, en muchos casos con nuevas variedades más resistentes a las enfermedades y a los cambios climatológicos. Era genética vegetal, que no le desvió de sus principales trabajos, pero en la que también hizo sus incursiones y publicó algunos notables estudios (Virus resistance as a genetical problem). Pero sobre todo fue un gran director del centro, estimulando continuamente a sus investigadores y facilitándoles medios para llevar a cabo su labor profesional. Tuvo que aprender a ser un gerente de un gran centro, con muchos profesionales a su cargo, sin dejar de ser investigador. Era lo que menos le gustaba de su trabajo, pero lo hacía porque era su responsabilidad y lo hacía bien.
Para completar las tareas de la Granja, convenció a sus superiores del INIA para establecer una selección de vacas de raza suiza parda en los magníficos establos que mandó construir, porque, en tiempos de su padre, habían tenido allí ese ganado. Recuerdo acompañarle por los caseríos de Gipuzkoa para seleccionar y comprar los primeros ejemplares para la citada vaquería, donde llegó a haber auténticas campeonas en la producción lechera y algunos sementales de casi una tonelada de peso. También introdujo, con fines de selección experimental, patos de la raza Kaki Campbell. El centro de investigación de la Granja Modelo cogió tal fama que, en Madrid, decidieron que pasaran los estudiantes de las Escuelas de Ingenieros y Peritos Agrícolas a hacer prácticas y empaparse de agricultura de calidad, por lo que construyeron, en los lindes de la finca, unas Residencias, con aulas, donde Don Miguel impartió sus primeras clases universitarias.
Siempre había tenido gran afición por los toros de lidia, primero incluso por la fiesta, aunque desde la muerte de Manolete no volvió a pisar una plaza. Pero le gustaban estos animales y le intrigaban sus variados pelajes y la transmisión de su bravura. No se pudo resistir a hacer un trabajo de investigación sobre la posible herencia genética de dicha cualidad de los toros de lidia, para la que visitó y tomó datos en las principales ganaderías andaluzas y extremeñas (Murube, Urquijo, Buendía, Miura, Concha y Sierra) y publicó un trabajo que presentó en el ix Congreso Internacional de Bellagio en 1953, sobre el posible gen de la bravura en toros de lidia, Inbreeding and degree of bravery in two Spanish herds of fighting bulls. En la década de los cincuenta, representó a nuestro país en numerosos congresos internacionales, siempre como ponente invitado. Los que reflejaron mejor sus progresos experimentales, fueron el del 52, de Zootecnia, en Copenhague (Métodos de reproducción), el del 56, en Madrid (The significance of the phenomenon of heterosis and of environmental conditions, particularly that of climate, on the quality of pig carcasses), y el del 59, en Roma (Situación a mediados del siglo xx, de las técnicas que aspiran a moldear los animales domésticos a través de la herencia).
Un reflejo de su filosofía sobre los métodos para investigar con animales de tanto impacto económico como los cerdos, queda muy bien plasmado, en una conferencia sobre Selecciones de ganado que impartió en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid en 1960. En ella decía: «Elegir ganado, como muchas otras cosas, es a la vez un arte y una técnica; dicho con más precisión, tiene su parte empírica, que no sé si entra en el reino de la intuición o en el de la fantasía, pero tiene también su parte sistematizable»; y seguía: «los 10.000 lechones criados en Salcedo desde 1931, todos han pasado ante mi vista, cuando el destete, para la selección (cada junio o cada diciembre). En el momento de realizar esas selecciones, al escoger los que han de quedar en observación como posibles reproductores de la propia piara, estoy siempre solo. Los colaboradores están allí, pero no comento con ellos los motivos de la elección. Es que no sabría explicarlos… Es el que más me gusta».
Poco después publicó un largo artículo que recopilaba los datos de veinticinco años de trabajos experimentales, bajo el título, La piara Large White de la Misión Biológica de Galicia, con dos objetivos fundamentales: uno en el campo experimental, estudiando lo que sucede a largo plazo en una piara «cerrada», de donde salen productos pero no entran nuevos reproductores pasado el periodo fundacional, y el segundo en el campo de la mejora, para dar servicio a los ganaderos, facilitándoles reproductores Large White comparables en tipo, desarrollo y capacidad productora a los mejores del mercado internacional. Las condiciones ambientales y de alimentación eran rigurosamente controladas y todos los datos estadísticos de las camadas allí desarrolladas, cuidadosamente tratados y archivados (más de 10.000 lechones en el total de las dos parideras anuales y 2.000 reproductores vendidos).
Los trabajos con los ibéricos en el Dehesón del Encinar, seguían también a buen ritmo. Tras el establecimiento, tanteo y estudio dinámico de las cuatros soleras con las que fundó la piara en el 45, y con la ayuda inestimable de Jaime Zuzuarregui, director del centro y colaborador, en todos los sentidos, en el proyecto, se tomaron en el 63 importantes decisiones. El reducido censo y aislamiento reproductivo de cada solera fue causa de un aumento de la consanguinidad a sumar a la considerable, aunque no conocida, consanguinidad inicial. Por ello, se resolvió fundir las cuatro soleras, unificando genealógicamente la piara en una nueva estirpe compuesta y que se bautizó como Torbiscal. La fusión se realizó a lo largo de varios años para dar entrada al elevado contingente de reproductores. Pero se conservó otra línea procedente de la primitiva Puebla que se desdobló en otras dos: Guadyerbas (negra) y Gamito (colorada). Como ejemplo de su inmersión en este otro proyecto es su conferencia en el 64, titulada Cerdos ibéricos de primor.
Catedrático de Fisiogenética Animal en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid
Como el magro sueldo de Director de la Granja Modelo de Álava no le permitía poder pagar los estudios universitarios a todos sus hijos, decidió, en el 65, presentarse a las oposiciones para una cátedra en la Escuela de Madrid. También influyó que su siempre latente vocación docente, se había incrementado con las clases que impartió varios años en la citada Residencia, construida en los lindes de la propia Granja Modelo. Su exposición, en el primer ejercicio de la oposición, ante un tribunal en el que casi todos los integrantes, más jóvenes que él, ya le tenían como un científico consagrado, fue una lección magistral de imaginación y visión experimental, de vocación al servicio de la creatividad en investigación para la mejora ganadera. Vivió, con su familia, en una de las torres de la Escuela, donde habían habilitado unas pocas viviendas para profesores y desde donde saboreaba las puestas de sol sobre la Casa de Campo madrileña.
Allí impartió durante siete años sus clases, hasta su jubilación, creando un buen número de discípulos, algunos de los cuales continuaron su obra, sobre todo en Oropesa o en el cercano INIA (sito entonces en el Palacio de la Moncloa). Quería hacer escuela y dejó la llanada alavesa para volver a la Ciudad Universitaria de Madrid, donde había estudiado cuarenta años antes. Tuvo la suerte de encontrar lo que buscaba, de ver publicados y trasmitidos una parte importante de sus resultados de tantos años y de disfrutar de la ayuda, sintiendo su estima y admiración, de un grupo de jóvenes colaboradores.
Tuvo también la posibilidad de dedicar más tiempo a recopilar, estudiar y sacar conclusiones de los datos acumulados durante muchos años de trabajo. En el 69 publicó una memoria de 209 páginas, titulada, Estabulación de cerdos ibéricos, en la que colaboraron Zuzuarregui y Sierra de Castro. Había ganado, en concurso público, una ayuda económica de la Fundación Martín Escudero para llevar a cabo los trabajos experimentales adicionales, que en parte se desarrollaron en la Granja Modelo de Arcaute. Se trataba de probar las posibilidades del cerdo ibérico en régimen intensivo, comparándolo luego con el Large White en estabulación completa bajo muy diferentes sistemas nutritivos. Se comprobó el menor requerimiento proteico del cerdo ibérico y que, pese a su inferior capacidad de transformación, podría tener un buen rendimiento en sistemas de confinamiento.
Ya en su periodo profesoral en Madrid, dirigió muchas tesis, entre las que destacó la de Luis Silió en el 73 Variantes hematológicas en dos piaras experimentales. Estos estudios sobre las variantes proteicas en el suero sanguíneo de los cerdos, en busca de caracteres señaladores de factores hereditarios, sirvieron para confirmar, a nivel molecular, la mayor viabilidad del Torbiscal frente al Guadyerbas y Gamito. También público otros trabajos relacionados como el titulado Estudio sobre el magro y la grasa en el cerdo ibérico o Lugar del cerdo ibérico en los mercados de carne. Una vez terminado el trabajo para la Fundación Martín Escudero, se encaró con evaluar y sacar conclusiones de casi cuarenta años de trabajos experimentales en la piara Large White de Salcedo. Para ello, ganó de nuevo una ayuda, en este caso de la Fundación Juan March, para llevar a cabo tan ingente labor. Dedicó cuatro años a pulir, discutir y comparar los datos de ambas piaras y, fruto de ello, fue la memoria de 145 páginas titulada Investigación sobre los datos acumulados en dos piaras experimentales, que entregó a principios del verano del 74. (Se publicaría como obra póstuma en el 76).
Las primeras líneas de esta memoria reflejan muy bien el espíritu con el que encaraba sus experimentos: «El agua de un río, fluye. Su fluir obedece a fuerzas complejas, apenas conocidas. Estudiarlas, puede considerarse una investigación. Así es este trabajo. Las dos piaras que son su objeto, existen desde hace muchos años. Incluso para quien, desde su fundación ha pretendido controlarlas, para mi, el control es, a lo sumo, parcial. Estudiar los resultados es investigar en un campo en gran parte inexplorado. Lo es, en efecto, irrealizable, hoy por hoy, la cartografía citogenética, la herencia en todas las grandes especies de animales domésticos. Y no se diga cuando, como en tales especies suele ocurrir, como ocurre en estas dos piaras, el objetivo primordial implica utilidad inmediata: en el caso presente, producir animales que los ganaderos puedan usar, con aceptable probabilidad de éxito, como reproductores».
Actividades complementarias como «ilustrado criador de cerdos»
Le gustaba autodefinirse así, dentro de su habitual modestia, pues nunca fue amigo de ceremonias o reconocimientos públicos. Le llenaba de satisfacción personal el trabajo bien hecho y conseguir resultados que rubricaran sus muchas ideas e hipótesis.
Desde joven le gustaba escribir literatura y poesía. Dedicó sonetos muy buenos a muchos de sus hijos y, por supuesto, verso y prosa a su mujer. Editaba de adolescente una revista llena de artículos y dibujos suyos, de forma manual. Ya de ingeniero, y dada su gran afición a los caballos de carreras, fue corresponsal varios años (desde Inglaterra) de la revista Excelsior de Bilbao y luego, al regreso a España y con el seudónimo Aranjuez, publicó cientos de artículos en el suplemento deportivo Campeón del diario ABC, bajo el título de Molino del Turf, sobre las carreras de caballos, especialmente de Francia e Inglaterra.
Su dominio del inglés y del alemán, fruto de sus estancias en esos países y su afición a la lectura, le permitían conocer y recitar pasajes de obras de Shakespeare o Goethe, aunque le gustaban especialmente las novelas policiacas. Era un amante de la música clásica pero también le gustaban los Beatles. Asímismo admiraba a Fred Astaire, al que trataba de imitar con nuestra madre de pareja en las pocas ocasiones que tenía de asistir a algún baile en las Fiestas de Vitoria o alguna boda.
En 1946 le concedieron las Grandes Cruces de Alfonso X El Sabio y la del Mérito Agrícola y en 1958 le nombraron Officer de l’Ordre du Merite pour la Recherche et l’Invention francesa. Fue vocal, muchos años, del Patronato del CSIC.
Con motivo de congresos internacionales de Genética Animal fue homenajeado en más de una ocasión. La última, poco antes de su muerte, en el Congreso Mundial de Genética Animal aplicada a la producción ganadera de Madrid (1974), donde impartió el discurso de apertura, con el trabajo titulado Rastreador de Genes y donde, junto a 4 extranjeros, fue nombrado Miembro de Honor, aunque no acudió a recoger la medalla correspondiente, porque no le gustaban las manos que se la iban a entregar…
Tenía una cabeza privilegiada, con una memoria fuera de lo normal y una gran inteligencia. Pero fue ante todo un gran trabajador, concienzudo, perseverante y con una gran dedicación a la mejora del ganado de cerda, Large White e ibérico, que fue la gran obra de su vida, desde el punto de vista de su trabajo profesional.
Pero su obra maestra fue la escritura del libro A los colores del caballo: Guía entre la variedad de ellos y pesquisa de cómo se originan (1951). Lecostó varios años escribirlo (sobre todo en sus vacaciones en Sanxenxo,a donde iba en bicicleta desde la Misión Biológica sita a más de 25 km.)con la inspiración que le daban los eucaliptales, el mar y los cantos delas aves nocturnas. Esta obra, no solo contiene sus hipótesis genéticasmás vanguardistas, comprobadas muchos años más tarde por otroscientíficos, sino su toque personal en la cuidada escritura, en las láminasy fotografías escogidas con enorme esmero para matizar artísticamentelos contenidos científicos, en los pasajes de la literatura universal queinician cada capítulo. Es un ejemplo de exacta prosa científica sin menoscabode una gran corrección literaria. Plasmó en este libro su granafición y admiración por los caballos con su sabiduría sobre la herenciade sus variados colores.
Familia y legado
Se casó en 1936 con Mercedes Lino, pontevedresa, con la que tuvo 9 hijos, de los que estamos vivos 7. Aprovechó su viaje de novios a Inglaterra para visitar varias ganaderías de cerdos Large White, lo que indica su vocación y cómo su mujer fue su mejor apoyo, toda su vida, como complemento sostenedor de la vida familiar y protectora de su tiempo dedicado a sus investigaciones y creaciones, de manera discreta pero muy eficaz. Era casi diez años más joven y le sobrevivió casi veinte años, manteniendo siempre a la familia muy unida, a su alrededor.
Don Miguel dejó bastantes discípulos, algunos de los cuales siguieron llevando los trabajos del Dehesón del Encinar con el cerdo ibérico para surtir de reproductores selectos a ganaderos españoles. La piara cerrada Large White en Salcedo (Misión Biológica) desapareció en 1987, cuando se jubiló el ingeniero que había continuado su obra. Así es este país.
A sus hijos nos dejó una buena educación y el gusto por las cosas bien hechas, dentro de nuestras capacidades. Lo que él llamaba «vergüenza torera», hacer siempre la mejor «faena» posible. Supo compaginar la investigación enfocada a resultados prácticos en la mejora del ganado porcino, de tanto impacto económico y alimenticio para la población española, con el desarrollo de hipótesis teóricas muy innovadoras en el campo de genética animal, donde incluyó otros animales, como los caballos y los toros de lidia, por su admiración hacia estas especies.
José María Odriozola es doctor en ciencias biológicas y fue catedrático de bioquímica de la Universidad Complutense de Madrid. Presidente de la Federación Española de Atletismo y vocal del Consejo Ejecutivo de la Federación Internacional de Atletismo.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por CIC Network
Amelia Vergara
Me resultan muy interesantes, todos los artículos del Cuaderno de Cultura Científica que nos ofreces. Millones de gracias.
Juan Ignacio Perez Iglesias
Gracias a ti, Amelia, por tus palabras. 🙂
Hitos de la red #1 | Naukas
[…] Una reseña biográfica de uno de los grandes investigadores españoles de un campo no siempre bien valorado, la zootecnia: “Miguel Odriozola: un investigador adelantado a su tiempo” por José María Odriozola […]
manuel
conoci a tu padre en persona y a don Jaime tambien mi niñez la pase en el Deheson del encinar .Hoy me da pena y dolor de ver como han quedado ese paraiso personas que solo les interesa el dinero