Dice Julio Quesada que el personaje Guillermo de Basquerville de El nombre de la rosa de Umberto Eco ilustra bien el carácter del pensamiento anglosajón y su diferencia con el continental. Los argumentos del monje británico se fundamentan en la lógica, la experiencia y el humor que brota de la mezcla de escepticismo y tolerancia que impregna el pensamiento británico y que siglos después daría lugar al empirismo. Habría, pues, que remontarse al siglo XIII para encontrar las raíces de esa corriente filosófica en la Universidad de Oxford y en las figuras de Roger Bacon y Guillermo de Ockham (el de la navaja o principio de parsimonia) y el origen de la distinción entre las dos filosofías, la anglosajona y la continental.
El empirismo fue la corriente filosófica propia de la Ilustración británica que (sigo citando a Quesada) se caracterizó por los siguientes elementos:
- El saber proviene de la experiencia y se produce gracias a la capacidad de abstracción.
- El entendimiento carece de ideas innatas.
- Los límites del conocimiento humano comienzan con el lenguaje.
- La crítica del nexo causal de la inducción.
- Constitución empirista de la ciencia y crítica de la metafísica.
- Configuración teórica del liberalismo filosófico y político, en tanto que equilibrio entre la buena comunidad y el buen individuo, haciendo hincapié en los derechos de éste frente a la colectividad.
En la línea que va de Roger Bacon a David Hume, pasando por Guillermo de Ockham y Francis Bacon, John Locke (1632-1704) ocupa un papel crucial. Se le considera el padre del liberalismo clásico y el principal filósofo empirista. Ejerció una gran influencia sobre la epistemología y la filosofía política posteriores, y sus escritos tuvieron incluso reflejo en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Le dedico esta anotación en exclusiva dentro de la serie sobre la relación entre ciencia y democracia, porque no fue fruto de la casualidad que el principal teórico del liberalismo político e inspirador de los principios que rigen las sociedades democráticas modernas fuese, además, el principal filósofo empirista y hubiese mantenido una estrecha relación con los científicos que impulsaron de modo decisivo la ciencia moderna en sus inicios.
Locke estudió en Christ Curch (Oxford) y tras recibir los grados de bachelor (1656) y de master (1658), fue profesor de Griego y Retórica en esa misma universidad. Más tarde volvió a Oxford a estudiar Medicina, donde obtuvo el grado de bachelor en 1674. En 1666 conoció a Lord Anthony Ashley Cooper, Primer Conde de Shaftesbury, quien había acudido a Oxford a ser tratado para curar una infección hepática. Locke impresionó a lord Shaftesbury, y éste convenció al filósofo para que se incorporara a su séquito. El conde era un político prominente y uno de los líderes del movimiento liberal (whig) que acabaría por provocar la caída de los Estuardo y la llegada al trono de Guillermo de Orange tras la Revolución gloriosa de 1688, con la consiguiente implantación de la monarquía parlamentaria en el Reino Unido tras la aprobación de la Carta de Derechos en 1689.
Tras instalarse en Londres, recuperó sus estudios de medicina bajo la tutela de Thomas Sydenham, quien ejerció una gran influencia sobre él, algo que resulta evidente en su Ensayo sobre el entendimiento humano. Los conocimientos médicos de Locke fueron sometidos a prueba con ocasión del agravamiento del estado de salud de Shaftesbury por culpa de su infección. Tras aconsejarle ser intervenido quirúrgicamente para librarle del quiste, tuvo la fortuna de que su paciente y patrón sobreviviera, lo que hizo que su crédito aumentase en mayor medida aún.
John Locke llegó a ser miembro de la Royal Society, donde se relacionó con los científicos más importantes de la época, como Robert Boyle, Thomas Willis, Robert Hooke e Isaac Newton.Su fama se debe, sobre todo, a su Dos tratados sobre el gobierno civil (1690) y el Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). Locke ejerció una influencia enorme en la filosofía política posterior, y en particular en el liberalismo político. Enunció, expresamente, el principio de la separación de poderes (entre el legislativo y el ejecutivo). Y fue, por todo ello, una figura de referencia para muchos personajes posteriores, como Voltaire o Thomas Jefferson, entre otros muchos. Era tal la influencia que ejerció sobre este último, que llegó a escribir lo siguiente: “Bacon, Locke y Newton… los considero los tres hombres más grandes que han vivido nunca, y los que han sentado las bases de esas superestructuras que se han levantado en las ciencias físicas y morales”.
Fue también considerado el apóstol de la tolerancia. Aunque conviene precisar que, a su juicio, esa tolerancia admitía algunas, significativas, excepciones. Así, una iglesia no puede ser tolerada por el estado si sus miembros están adheridos a otro poder terrenal. Es la Iglesia Católica lo que Locke tiene en mente en este caso, aunque no es éste el único grupo al que se le niega la tolerancia; los ateos son igualmente rechazados: “No han de ser tolerados aquellos que niegan a Dios. Promesas, pactos y juramentos que son el cemento de unión de la sociedad humana, no pueden tener vigencia alguna para un ateo. La ausencia de Dios… disuelve todo.”
La influencia de Locke fue también enorme en el terreno de la epistemología. El Ensayo sobre el entendimiento humano marca el comienzo de la concepción moderna del yo, de la consciencia y de la subjetividad. Para él no existen las ideas innatas y todas nuestras ideas, todos los materiales del conocimiento, provienen de la experiencia. Muchas de las nociones contenidas en el Ensayo (como el énfasis en la observación y en la teoría corpuscular de la materia, el ataque a la escolástica, o el lugar de la razón en la religión) pueden encontrarse también en contemporáneos menos sobresalientes. Pero él fue su portavoz más prominente.
Junto con su amigo y colega de la Royal Society, Isaac Newton, se erigió en una de las figuras capitales de la Ilustración. Locke ha sido celebrado por su juiciosa y sobria razonabilidad, y por su insistencia en que las opiniones tienen que ser cuidadosamente sopesadas en sus méritos por cada uno de nosotros, con independencia de lo que los otros digan, en particular de los que tienen la mayoría o la autoridad. Ese escepticismo queda perfectamente reflejado en la sentencia: “El ensayo tentativo y el examen han de fijar su precio a la verdad”. El Ensayo es destacable por su modestia y su tolerancia para con la ambigüedad. Mientras la mayor parte de los filósofos precientíficos trataron de construir vastos sistemas que pretendían explicarlo todo, Locke se conformaba con establecer hechos acerca de cuestiones específicas.
Una característica de Locke, que trascendió de él a todo el movimiento liberal, es la carencia de dogmatismo. Toma unas cuantas certezas de sus predecesores -nuestra propia existencia, la existencia de Dios y la verdad de las matemáticas-, pero siempre que sus doctrinas difieren de las de sus antecesores, su efecto es mostrar que la verdad es difícil de averiguar, y que un hombre razonable debe sostener sus opiniones con ciertas dosis de duda. De hecho, resulta significativo que sus principales obras consistan en análisis de los límites, del conocimiento en el Ensayo y del gobierno en los Tratados.
Como hemos visto antes, John Locke cultivó el estudio y la práctica de la medicina y siguió las teorías de Thomas Sydenham (autor de Methodus curandi febres) con quien estableció una intensa colaboración. Antes de trabajar con Sydenham había trabajado con Robert Boyle y fue la influencia de éste la que condujo a basar su filosofía natural en la física corpuscular de tipo mecanicista. No es, por supuesto, fruto de la casualidad que el pensador que propugnó los principios políticos que rigen las sociedades democráticas modernas, fuese además el autor de una obra capital en la historia de la epistemología, y que formase parte del núcleo de pensadores y filósofos de la naturaleza que dieron impulso decisivo a la ciencia moderna. De hecho, esa interrelación es algo que el propio Locke llegó a explicitar en el prefacio de su Ensayo sobre el entendimiento humano donde señala que el objeto de su análisis filosófico no se entiende al margen de la ciencia y de su relación con científicos como Boyle, Sydenham, Huyghens y Newton.
Bibliografía consultada:
Timothy Ferris (2010): The Science of Liberty: Democracy, Reason, and the Laws of Nature Harper
Julio Quesada (2011): Otra historia de la filosofía Ariel (2ª edición)
Bertrand Russell (1946): History of Western Philosophy Psychology Press
Dick Taverne (2005): The March of Unreason. Science, Democracy and the New Fundamentalism
Roger Woolhouse (2005): John Locke En: Enciclopedia Oxford de Filosofía (Ted Honderich, ed.) (2ª edición)
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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