Esta entrada participa en la I edición del Carnaval de Neurociencias
Los seres humanos tenemos una imperiosa necesidad de hacer que el mundo adquiera sentido. Esta fue una de las claves (ciertamente no la única) y funciones del surgimiento de las religiones. En las culturas no teístas los espíritus son los agentes causales: las enfermedades las causan “espíritus malignos” que entran en el cuerpo, los cambios en el tiempo atmosférico son cosa de los espíritus del viento o de la lluvia. En las religiones teístas son los dioses (únicos, trinos o una pluralidad de ellos) los responsables últimos de todo lo que ocurre. Incluso si no causan directamente los acontecimientos, si la gente enferma, tiene accidentes, muere o se queda embarazada es por la “voluntad de Dios”.
Hoy día muchas personas (ciertamente no la mayoría) han sustituido estas explicaciones divinas por las explicaciones que proporciona la ciencia. Hoy día, para quien lo quiera ver, poseemos una comprensión mucho más racional de cómo funciona el mundo, lo que es probablemente la causa de que la religión no ocupe el papel preeminente que solía en la mayoría de las culturas de los países desarrollados.
Sin embargo, ese ansia de dar sentido al mundo nos juega malas pasadas y tendemos a atribuir a los resultados científicos unas certidumbres que, simplemente, no existen. No es extraño leer o escuchar como, a partir de “un estudio”, se construyen una serie de conexiones que no existen con objeto de encontrar un sentido general. Dicho de otro modo, existe una necesidad cuasi-religiosa de construir una estructura explicativa, que a menudo infla y distorsiona los hechos. Esta necesidad parece ser especialmente perentoria para todo lo que se refiera al ser humano y su comportamiento.
Del mantra genético…
Hasta hace bien poco todo se explicaba con los genes. En el año 2000 los especialistas en genética porfiaban por concluir lo que se llamó “Proyecto Genoma Humano”, con la esperanza puesta en que los genes encerraban todo el espectro de la experiencia humana; muchas veces aparecían referencias al genoma como “el libro de la vida”. La esperanza, de nuevo, era que esto llevaría a una revolución en nuestra comprensión de todo lo humano: desde las enfermedades a la consciencia. Eran los años de “el gen para”, cuando se asumía que había una explicación genética para todo. Eran los genes los que hacían que una persona fuese alta, homosexual, religiosa, psicópata, inteligente, depresiva, etc.
Hoy, más de una década después de completar el proyecto, ¿se han cumplido las expectativas? Ciertamente no. Proporcionó más preguntas que respuestas; y el auge de la investigación epigenética ha venido además a complicar las respuestas a esas nuevas preguntas.
Se encontró que los humanos tenemos del orden de 23.000 genes, muchos menos de lo que se esperaba, por lo pronto la mitad que un tomate. El mapa genético no mostraba claramente qué hace que los humanos seamos diferentes de otros animales, como los chimpancés, por ejemplo. Después se supo también que la altura, por ejemplo, es un rasgo mucho menos heredable de lo que se suponía. De hecho, un resultado general del proyecto es que no existen “genes para”. Una de las grandes decepciones viene de la constatación de que la mayoría de las enfermedades comunes no tienen una base genética, por lo que los beneficios médicos del proyecto serán mucho menores de los esperados. Admítanlo o no los profesionales del asunto, el Proyecto Genoma Humano sumió a la genética humana en una profunda crisis, en el sentido etimológico del término.
… a la neurociencia omnipotente…
Pero la necesidad humana de encontrar estructuras explicativas sigue estando ahí. Como resultado el énfasis ha pasado del genoma al encéfalo. La neurociencia es tendencia y la genética es “tan de los noventa”: ahora los genes ya no son los responsables de todo sino los circuitos neuronales.
Todos los días aparecen noticias de neurociencia, como antes lo hacían de genética, en las que se identifica una actividad encefálica (general o de una o varias áreas) con lo que sea menester. Terrorismo, creatividad, apreciación estética, libre albedrío, afiliación política y prácticamente lo que se quiera (incluso estar muerto). Al igual que ocurría con los genes, la lógica perversa es: como este patrón de actividad encefálica en concreto causa la depresión (o lo falta de concentración, o la hiperactividad, etc.), en teoría podemos curar a los depresivos sencillamente alterando estos patrones, ya sea con cirugía, con fármacos o con métodos no invasivos. Esta lógica ha hecho proliferar el mercado de estas intervenciones, en la mayoría de las ocasiones con poca o ninguna base científica, no digamos ya clínica.
Pero tal y como ocurrió con los genes hay muchos problemas para explicar la experiencia humana en términos de actividad encefálica. Para empezar algo que conviene recordar continuamente: correlación no implica causalidad. Solo porque ciertas partes del encéfalo se activen más cuando leo un poema o aprecio la belleza de una ecuación matemática, ello no implica que la actividad encefálica sea responsable del sentido de la belleza o de la capacidad de abstracción que experimento. No existe nada que me impida afirmar que es la experiencia la que causa la actividad encefálica.
Llevando el razonamiento al extremo, y por mucho que un servidor esté convencido de que es así, estrictamente hablando el que la actividad cerebral produzca cualquier tipo de experiencia subjetiva es una suposición. No me estoy refiriendo a que la manipulación física o farmacológica pueda hacer que yo perciba algo que no exista, o lo perciba de forma diferente. Me refiero a lo que se llama el problema difícil de la consciencia: cómo una masa de tejido de kilo y medio es capaz de crear un yo. Asumimos que esto ocurre, pero no existe una explicación científica realmente adecuada, tan solo aproximaciones al aspecto que podría tener esa explicación.
Después está la cuestión metodológica. Existen muchos problemas de índole puramente práctica para identificar las actividades neurológicas asociadas a diferentes características de comportamiento. La mayoría de la información que se obtiene de los procesos encefálicos se basa en una tecnología de escaneado; las imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) son especialmente populares. Ocurre que, en lo que se refiere a actividad encefálica, la fMRI arroja datos mucho menos definidos y concretos, fiables en definitiva, de lo que nos gustaría. Uno de los problemas es que no mide directamente la actividad encefálica sino incrementos en el flujo de sangre. ¿Y si existe actividad encefálica relevante para lo que se estudia que no necesita un incremento en el flujo de sangre? Por ejemplo, asumiendo que los encéfalos de las personas inteligentes sean más eficientes, sus patrones de flujo sanguíneo podrían ser perfectamente diferentes a los de personas de inteligencia promedio a la hora de enfrentarse a determinada tarea.
El uso de fMRI y su popularización en las noticias nos hace olvidar a menudo que la actividad encefálica está normalmente ampliamente distribuida, que depende de redes diferentes que interconectan el conjunto del encéfalo. Digámoslo claramente, raya el absurdo señalar una sola área encefálica (o un pequeño grupo de ellas) como la responsable exclusiva de una determinada emoción o un comportamiento concreto. En este aspecto, los resultados de los electroencefalogramas, mucho menos espectaculares y llamativos para el gran público, son más representativos del funcionamiento del encéfalo en conjunto.
A todo lo anterior hay que añadir que para detectar las actividades encefálicas inusuales lo primero sería determinar la actividad en reposo de un número significativo de personas y extraer de ahí una pauta de comportamiento estándar. Suponiendo que esto existiese, que no, para estudiar cualquier patrón de actividad con algo de significación estadística habría que estudiar a un número mucho mayor de sujetos del que se suele hacer en cualquiera de estos estudios. Por si no fuese suficiente las conclusiones que se extrajesen podrían ser de difícil aplicación a una persona en concreto más allá de generalidades, habida cuenta de las diferencias tan enormes (en términos relativos) existentes entre los encéfalos humanos.
Finalmente, y no menos importante, están los sesgos de los investigadores. Este aspecto es importante en cualquier rama de la ciencia, pero en neurociencia es crítico. Los escáneres necesitan tal nivel de interpretación que es muy fácil para los investigadores (sin ningún tipo de mala intención y muchas veces inconscientemente) caer en la tentación de ver lo que favorece su hipótesis (se han hecho experimentos de enviar el mismo conjunto de imágenes a diferentes grupos de investigadores y cada uno ha visto algo diferente).
En resumen, los cimientos de buena parte de la neurociencia funcional no son tan sólidos como nos gustaría. Sin embargo, algunos periodistas y público en general abrazan la neurociencia como su nueva religión; creando estructuras explicativas donde no existen más que datos preliminares y provisionales.
…para quedarnos con la incertidumbre.
Aunque, sumergidos como estamos en esta ola de religión neurocientífica, nos cueste siquiera concebir que esto sea así, es muy posible que con la neurociencia termine pasando lo mismo que con la genética pura y dura. Al final habrá la necesidad de buscar una nueva fuente de seguridad y certeza porque la neurociencia, como el resto de las ciencias, nos hablará de posibilidades, de probabilidades a lo sumo, nunca de certezas. De nuevo nos encontraremos con la complejidad, con el caos.
Quizás, llegados a este punto, sea necesario preguntarse para qué esta necesidad de certezas, esta necesidad de crear estructuras explicativas rayanas con lo religioso en un mundo gobernado por lo que percibimos como aleatoriedad ciega. Seríamos más felices, y perderíamos menos tiempo (y dinero) en engañifas y supercherías, si aceptásemos que hay cosas que nunca llegaremos a entender del todo, bien porque se salen del ámbito de lo que la ciencia puede responder (¿por qué existe algo en vez de nada?), bien porque la ciencia solo puede hablar de correlaciones y probabilidades. Esa aceptación implica que hay huecos en lo que consideraríamos una comprensión completa; también que no hay necesidad de llenarlos.
Este post ha sido realizado por César Tomé López (@EDocet) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
jreguart
César, mi admirado César. Me has dejado de piedra. Para mi la neurología no es una religión, es una rama de la ciencia en la que los hombres estamos penetrando. Y si realmente se está haciendo ciencia con ella, es un foco de conocimiento. Y el conocimiento nos libera de nuestros propios fantasmas. O al menos los va colocando en su sitio. Contrariamente a lo que tu dices, yo creo que hay que esforzarse al máximo en rellenar todos los huecos del conocimiento. La experiencia de la humanidad nos dice que esta actitud siempre ha sido positiva.
César Tomé
¿Por qué me da la sensación de que el mensaje del último párrafo no ha terminado de llegar?
daniel
Respecto al último párrafo, me resulta extraño ya que el autor del artículo sin duda no desconoce la hipótesis evolucionista, esto es, el origen por evolución, selección natural, de las estructuras explicativas, y por tanto la necesidad, biológicamente hablando, de las mismas. Por ejemplo, Castrodeza: «Razón biológica. La base evolucionista del pensamiento».
Escéptico fundamentalista
Menuda afirmación! El descubrimiento de la electricidad ha sido bueno o malo? A ver quien se atreve a responder a eso! No hablemos ya de donde viene la financiación para la mayoría de las investigaciones, por mucho que el científico, en su pompa, se lave las manos diciendo que el investiga por curiosidad genuina. En definitiva esa última frase tuya, para cualquiera que haya estudiado algo (muy poco) de historia es tremendamente falsa. La investigación cientifica, sobre todo la moderna con su obsesión por entender, predecir, controlarlo todo ha sido y es responsable, que no culpable directo, de mucha miseria, sufrimiento y opresión a lo largo de la historia.
Lo que se menciona en los dos últimos párrafos refleja perfectamente la moda cientificista tan peligrosa que padecemos últimamente, donde como bien hace entrever César ya se puede decir que la ciencia moderna actualmente inseparable del sistema de relaciones capitalista es el nuevo armazón ideológico-religioso que sirve de justificación del desarrollo desmesurado en el que se asienta todo el sistema productivo y reproductivo actual.
Sr Cincuentón
Tomaré el guante arrojado por el Escéptico Fundamentalista:
1. El descubrimiento de la electricidad es buena ya que entre tantas cosas permite este intercambio.
2. Dices que » ciencia moderna actualmente inseparable del sistema de relaciones capitalista es el nuevo armazón ideológico-religioso que sirve de justificación del desarrollo desmesurado en el que se asienta todo el sistema productivo y reproductivo actual». Bien. dos cosas al respecto:
2.1 Discrepo con el adjetivo «religioso» aplicado a la práctica científica, es un oximoron.
2.2 Si no te gusta el papel de la ciencia en el modo productivo-reproductivo actual, piensa que carecer de cienica -aunque no te parezca ni lo quieras- condena a muerte a miles de millones de personas que sin la revolución agrícola, las instalaciones de potabilización de agua, las vacunas etc simplemente estarían muertas.
Conclusión: La ciencia -como todo lo demás en este mundo actual- está al servicio del capitalismo. No la culpes a ella por los excesos de aquél.
saludos
Raziel Tovar
Totalmente de acuerdo contigo Sr Cincuentón!
servando
Totalmente de acuerdo con el sr. cincuentón, y abundo en su línea.. Incluso los fracasos y decepciones en la ciencia siempre son un avance, del que todos y el sr. Tomé nos aprovechamos.
txanki.eus
La Ciencia intenta explicar como funcionan las cosas. La Religion va mas alla. Ni la una ni la otra tienen en cuenta una que sucede de vez en cuando- El Azar o el Caos.
Ya lo teorizo y lo escribió en una novela Asimov: se puede llegar a prever lo que harán 10.000.000 millones de personas; pero seremos incapaces de saber como reaccionara cada una de ellas en un momento determinado. (Neurociencia-La Fundación)
carolina
Me ha gustado su comentario porque abres la puerta a lo que siempre està por suceder.El gravisìmo problema del hombre su: soberbia,arrogancia y egoismo.
Jose
De vez en cuando, o más a menudo seguramente, en relación a las ciencias alguien tiene que recordarnos los riesgos y apartar el foco de las promesas. Pero los riesgos no invalidan las promesas, ni el que éstas se hayan materializado todavía significa que no estén por llegar (simplemente, podría ser que no se han calculado bien los tiempos). Esto tampoco justifica un exceso de optimismo en el momento inicial y una obsesión por las promesas y la ignorancia completa de los riesgos. Pero alguna promesa hay que hacer, o al menos alguna orientación, para que la sociedad entienda por qué la investigación les puede ser beneficiosa. Porque algún ciudadano podría argumentar que su interés en la ciencia no es satisfacer la curiosidad sino sus aplicaciones materializables, y no se me ocurre una razón para pensar que dicha postura no es legítima en una democracia moderna.
En parte puede ser razonable una respuesta social de cierto rechazo cuando años más tarde del inicio de un proyecto no se han materializado muchas de las promesas. Pero esto podría llevar a la peligrosa conclusión de que el proyecto (del genoma humano) nunca debió haberse realizado. No creo que la ignorancia sea preferible al conocimiento en ningún caso. Como dice Daniel Innerarity, «el saber aumenta la capacidad de acción de todos, no únicamente de los poderosos». Sus aplicaciones todavía tardarán en materializarse socialmente, y puede haber riesgos asociados a ellas, pero la tarea importante en que deberíamos esforzarnos más y poner el foco de atención es en lograr que su aplicación sea de acuerdo a los principios democráticos modernos, es decir, sirvan para favorecer y no perjudicar a las personas. Optar por el desconocimiento no es la solución a los riesgos que puedan estar asociados a dicho conocimiento. Eso sí, está claro que debemos aprender de los errores del pasado y comunicar esta disciplina (las neurociencias) que está ahora tan de moda de una forma que contribuya a la duda razonable y no a la creencia de que es una solución mágica a las limitaciones de nuestra naturaleza humana.
María de los Ángeles
Me quedo con los positivo: el conocimiento representa la posibilidad de mejorar, aunque implique el riesgo de actuaciones desaprensivas. Por otro lado, la búsqueda de sentido a la existencia (otra forma de expresar la necesidad de conocer) conlleva las elucubraciones que cada persona realiza para sentirse mejor. Digamos que eso es lo que se busca, el arcano de la vida: sentirse mejor. La ciencia lo intenta desde la objetividad que le permiten los hechos probados, en un continuo devenir. Las creencias, en tanto en cuento se fundamentalizan, tratan de manipular desde el nivel emocional, la amígdala, que sin duda nos ayuda a salir de los atolladeros, pero que comporta el cierre a la entrada de cualquier tipo de razonamiento, ¡vamos! que, ¿para qué tanta evolución del cerebro humano si nos vamos a quedar dando respuestas con la amígdala?
km-130
Yo prefiero ser racionalmente religioso que religiosamente racionalista
servando
Atención: «religiosamente racionalista», ¿está de moda el oximoron..? No lo veo nada práctico, realmente..
plazaeme
Bien visto y explicado. Gracias. Si hicieras un seguimiento del cuento del calentamiento global -por ejemplo, cuáles son las «pruebas», y de dónde salen- verías un reflejo espectacular de lo que acabas de exponer.
Nota: Cuento = un relato con un sentido.
La neurociencia como religión
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La neurociencia como religión | Cuaderno | Experientia docet
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La neurociencia como religión | Mi Caj&o…
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juan
El hecho de que esté escrito sin faltas gramaticales (estilo ‘este agua’) ni ortográficas (ralla por raya), hace el artículo agradable de leer y mucho más credible que otros blogs en los que pululan las faltas.
Raziel Tovar
Pienso lo mismo Juan. Gramática y estética son tan importantes como el contenido del mensaje.
Pere Vilás
Qué bien sienta, de tanto en tanto, la lectura de un artículo como este.
sublibrarian
Qué gusto da leer artículos como este. Necesitamos más divulgadores científicos como usted. ¡Adelante!
Jorge
Genial artículo, hoy en día, y al menos en psicología ocurre, se cae en el reduccionismo fisiológico de creer que cualquier conducta viene explicada por una activación neuronal, y creo que es un error.
Popurrí y Heavy metal en la segunda semana del primer neurocarnaval
[…] y en el Cuaderno de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco), en su entrada “La Neurociencia como religión” en Naukas / Cuaderno de Cultura Científica nos deja perlas como […]
La neurociencia como religión | Naukas | Cuaderno de Cultura Científica | Blog de Ana María Palos
[…] La neurociencia como religión | Naukas | Cuaderno de Cultura Científica. […]
Marcos Fernandez
Lo del kilo y medio de tejido que crea un yo, lo he leído en un famoso libro de neurociencias, el cual no rehuye en lo absoluto el importante tema de la conciencia humana. Mas éste es solo uno de los aspectos que estudia la neurociencia, y nunca he visto a científico alguno abrazar el conocimiento generado por sus prácticas como si fuera una religión; todo lo contrario, están los científicos dispuestos a reformular los conocimientos cuantas veces la evidencia lo haga necesario. Lo que escribes tiene más que ver con educadores, hombres de negocios y las masas, que requieren de nuevos conocimientos para asumirlos como paradigmas, por la fuera de los medios y del sistema educativo y económico. Fuera de eso, larga vida deseo a nuestra curiosidad por desentrañar este universo neuronal que llevamos dentro.
Pocosé
La Ciencia nunca podrá determinar porque existe el Universo y no la nada.
La Ciencia nunca podrá determinar porque existe consciecia de la autoconsciencia.
Y tras este acto de fe, cualquiera de las ciencias podrá ser considerada religión y sus metodologías meros ritos.
Lo lamento sigo careciendo de fe.
La neurociencia como religión | El Subsuelo
[…] César Tomé López https://culturacientifica.com/2014/11/14/la-neurociencia-como-religion/ […]
Ricardo Monterrey
El autor tiene claro los conceptos básicos de la ciencia así como sus limitaciones.
La ciencia como toda creación humana no es perfecta sino perfectible, como señala Mario Bunge. No obstante es la mejor forma de obtener conocimiento que poseemos en la actualidad.
Si miramos hoy el conocimiento de hace unos años en muchas ocasiones nos provoca risa lo que fue tan cierto para nuestros antecesores. De igual manera gran parte del conocimiento de hoy hará reír a los que vendrán después. Para constatar esto, tan solo tenemos que leer algunos libros como por ejemplo: «Las plantas mágicas» de Paracelso, gran sabio de su tiempo.
Luego de haber pasado miles de años tenemos que seguir diciendo: «solo sé que nada sé».
Y después en entrar en un nuevo siglo tenemos que seguir diciendo: «Soy tan solo un niño jugando en la playa, frente al mar del conocimiento».
Respecto a la polémica entre Ciencia y Religión debemos estar claros que la religión se basa en la fé y la ciencia en la evidencia empírica, pero que hasta que no se pruebe lo contrario, la existencia de Dios sigue siendo una posibilidad que la ciencia actual, ni puede asegurar ni puede negar por falta de evidencia empírica.
También debemos estar claros que hay muchas mas cosas que existen y que la ciencia actual no ha podido probar, que las que ha aceptado como válidas, provisionalmente.
Al final la religión y la ciencia a mi parecer, se complementan porque satisfacen las mismas necesidades y responden a las interrogantes universales del los humanos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cómo funciona el Universo? y ¿Para donde voy?.
Recordemos que la persona humana no es solo razón sino mucho más.
«La imaginación es más poderosa que la razón» dijo el gran científico y genio del siglo pasado.
Roberto
Pues no, no «satisfacen» las mismas necesidades y tampoco «responden» a los mismos interrogantes… La ciencia que es consciente de todo lo que no sabe y que es humilde y se autocuestiona permanentemente solo trata de usar la verdad y la realidad con evidencias para lograr esas satisfacciones. Las religiones, mitos y supersticiones usan la fantasía, el invento y la mentira desde una soberbia que sostiene ser la dueña de la única y suprema verdad última y definitiva sin posibilidad a errar. Es claro que el ser humano es más que su característica o instrumento más certero para conocer el universo, pero no es cierto que otras de sus características o condiciones sean igualmente certeras en esa tarea. Por último transcribo: » La imaginación es más poderosa que la razón» dijo el gran científico y genio del siglo pasado…… (dijo) USANDO LA RAZÓN.
tabacoarturo
Criticando la interpretación que hacen los medios de comunicación y el público en general sobre la neurociencia le haces mucho daño con tu texto a esta última. El sistema nervioso humano permanece (prácticamente) inescrutable a nuestros análisis. Es un enjambre, un caos, como bien dices. Si hay una disciplina que está en pañales, esa es la neurociencia. Haces muy mal tachándola de mito. Los neurocientíficos son los primeros y los que mejor saben cuán ciegos en la tarea de entender ese caos. Lo saben mucho mejor que tú. Tratas de mofarte de los investigadores sosteniendo que se les ha enviado en ocasiones el mismo material y han visto cosas diatintas y demuestras con ello desconocer que hay muchas disciplinas médicas en las que estas situaciones ocurren. Desde oftalmólogos a psquiatras que se comparan dos grupos de clínicos ante el mismo material y no coinciden. O remitida esa misma clínica dan un diagnóstico.
Lo peor de todo es que los que os leen a ti y a los escépticos que copáis twitter os siguen como corderitos.
César
Muy de acuerdo con todo pero reticente ante la rendición final relativa a la invitaciónd e aceptar que hay cosas que nunca llegaremos a entender. «Siempre» hay una causa por lo que siempre hay «algo». Hay que descubrirlo.
Roque
Ese pensamiento causal de la razón (ratio: que cuenta y da cuenta), no puede dar cuenta de todo en tanto que separa, divide, mide. Es un simple instrumento que no se puede confundir con lo que se quiere comprender. La comprensión decisiva no puede ser calculadora, sino fenomenológica (y en este sentido, no representable ni evidenciable con claridad científica). A eso es a lo que se refiere el autor al final del texto. Los esfuerzos científicos por encontrar los últimos fundamentos son vanos, lo que no quiere decir que su trabajo no esté justificado para otros ámbitos.
rayo
Te equivocas.
http://es.wikipedia.org/wiki/Teoremas_de_incompletitud_de_G%C3%B6del
Antonio C.
En primer lugar, agradecer una entrada tan bien redactada. Siempre resulta estimulante leer textos tan bien elaborados, aunque en esencia discrepe amistosa y profundamente de las bases sobre las que se sostiene.
El escepticismo siempre es sano, y es agradable comprobar que en esencia haces una descripción precisa de aquello que define al método científico. Pero a pesar de que describes bien sus limitaciones, temo que no puedo compartir las conclusiones a las que llegas con tanto convencimiento.
Recordemos el mítico caso de Phineas Gage, para muchos neurocientíficos el primer gran caso que nos permitió aproximarnos a los secretos del cerebro, o los interesantísimos estudios del gran Luria. Ciertamente, los correlatos son en demasiadas ocasiones la simiente de la ciencia. Pero luego están los hechos.
¿Y cuáles son los hechos? Pues los que todo profesional de la medicina conoce. Así como hemos podido comprobar que las ideas de Kepler no eran del todo ciertas pero que se acercaban a la realidad -enviando naves y sondas que han explorado los confines de nuestro sistema solar y nos han permitido constatar cuáles fueron sus aciertos y cuáles sus errores- del mismo modo hemos podido comprender hasta cierto punto cómo funciona nuestro cerebro. No pretendo insinuar que ya conocemos la VERDAD, pero sí aseguro que estamos un poquito más cerca de ella que antes. Si al final seremos o no capaces de alcanzarla, es algo que no me atrevo a profetizar.
Pero volvamos a los hechos que cualquier lector puede contrastar. Plantearé algunos ejemplos muy claros.
Como el del enfermo de cáncer al que le fue extirpado un tumor cerebral, y se le permitió elegir el idioma que estaba dispuesto a perder. Aquí servidor ha sido testigo de estas asombrosas operaciones que demuestran que almacenamos nuestro lenguaje en regiones específicas del cerebro (si bien son muchas más las áreas implicadas).
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2…355214.html
O el caso de los enfermos de Parkinson a los que se les introduce un electrodo para tratar de estimular el negroestriado y reducir los síntomas de la enfermedad. He visto in situ como un electrodo mal colocado hacía que la persona afirmara que “no se sentía ella misma”, describiendo su sensación con un lacónico “es que no soy yo”, situación que se revirtió cuando se situó el electrodo en la región correcta.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2…583641.html
O el uso de la estimulación magnética transcraneal, que permite bloquear la actividad de determinadas áreas del cerebro, hasta el punto de afectar nuestras decisiones morales…
Pero huyamos de casos tan espectaculares, y vayamos al día a día. Todos sabemos que determinados medicamentos que modulan los efectos de la neurotransmisión cerebral afectan directamente a la manera que tenemos de sentir o pensar. O las demencias: la muerte neuronal en determinadas áreas de nuestro cerebro lleva a sintomatologías específicas que nos permiten establecer diagnósticos más o menos precisos. O las isquemias o las lesiones cerebrales causadas por traumas, que pueden afectar a la memoria, a la personalidad del afectado, etc…
¿Qué viene antes, el huevo o la gallina? Una pregunta retórica que los hechos en seguida aclaran. El cerebro es una máquina biológica “diseñada” para responder a los estímulos del entorno, y la evolución natural ha llevado a que esa máquina se fuera sofisticando hasta lo que hoy podemos ver no solo en la especie humana, sino en muchos otros animales.
El pensamiento mágico es el recurso del ser humano para explicar lo que todavía no conoce. La genética y las neurociencias nos han permitido conocer un poquito mejor cómo funcionan las cosas, pero obviamente todavía no tenemos todas las respuestas. Al contrario, el conocimiento a veces parece alejarse cuando más cosas aprendemos. Pero recurrir al pensamiento mágico para rellenar esos vacío es hacerle un flaco favor al afán por conocer y descubrir horizontes nuevos.
Un saludo muy cordial, y agradezco de nuevo la entrada, que sin duda invita a la reflexión y a la sana discrepancia.
servando
Totalmente de acuerdo contigo, Antonio..
Juan Martín Otálora
Que falla relacionar ciencia con religion, ahí ya empezó pésimo. En ciencia no hay profetas ni libros sagrados, ni ritos, ni templos, menos dioses.
La ciencia no trata de darle sentido al mundo, trata de explicarlo.
El proyecto genoma humano no ha fracasado, ahí está y seguramente dará bellos frutos. Que no sean tan rápidos e inefectivos como los rezos es otra cosa.
El hecho de pensar que se tiene un tumor en alguna parte del cuerpo no me dice que las neuronas sean las responsables de ese hecho, como si podría ser por causas genéticas, tóxicas, virales e incluso multifactoriales. Es decir el encéfalo o la neurociencia no participa de dicha explicación es decir no lo explica todo. La genética sigue siendo una ciencia de hoy y de mañana. El conocimiento genera más preguntas y eso es lo bello, lo único que tiene todas las respuestas son las religiones.
Por supuesto que la experiencia causa actividad encefálica, como también la actividad encefálica causa experiencia.
Considero que si se está abusando con una terminología «neuro» como prefijo para llamar la neuro-atención de las neuro-personas y que en no pocas neuro-ocasiones se neuro-engaña con el neuro-objetivo de sacar neuro-provecho generalmente neuro-económico con el neuro-bum del neuro-momento, llevando justamente a que se mal interprete y se confunda el conocimiento con el deseo de beneficio económico y con afirmaciones sin sentido.
Por supuesto que el sesgo en los investigadores se puede presentar, recordemos son humanos. Pero para eso está la posibilidad de repetir la experiencia en cualquier parte del mundo por otros grupos de investigadores.
El capitalismo con sus bondades y pecados también juega un papel importante en lo que respecta con la producción de conocimiento, sus usos y sus abusos, no olvidemos que lo que importa es vender, la ciencia es la ciencia es algo muy diferente, es muy bella y es lo mejor que tenemos lo dijo Albert Einstein. Si existen pseudoneurocientíficos jejeje no es culpa de la ciencia o mejor de la neurociencia.
Miguel
Estimado, para opinar con solvencia hay que conocer y conocer en profundidad, es más, se necesita ser un experto. ¿Es usted neurocientífico? Por algunas proposiciones –equivocadas–pareciera que no. (Párrafos 10, 12).
La crítica por la crítica misma, no tiene sentido. Por suerte el conocimiento avanza gracias a científicos que piensan distinto a usted (muy distinto); con formas como la suya estaríamos aún el Medioevo.
Su artículo adolece de errores básicos (conceptuales, filosóficos, lógicos y de razonamiento básico).
Si bien es cierto que hay una banalización de las neurociencias, no lo es menos que el encéfalo y todo lo relacionado (que tanto denuesta) es un campo fundamental de estudio (con avances concretos y aplicables hoy). Si pensamos de entrada que no podremos darle utilidad a esos conocimientos extrapolando una dudosa afirmación, estamos perdidos.
Y no, no se entiende el último párrafo porque en sí mismo es una alegoría de la resignación. Si el ser humano no hubiese buscado certezas hoy seguiría leyendo vísceras de aves. Tiene que mirar más hacia el horizonte, es decir, hacia el futuro.
Jesús
El conocimiento es intercontextual; en alusión al título, e impulsando la acepción laxa y coloquial de religión o religiosidad —dentro del ámbito de la fe—, se puede incluir a la ciencia y a su método científico como un dogma de fe sin incurrir en ningún tipo de falacia ni sofisma.
La cuestión subyacente de la neurociencia y el genoma humano abarca de lleno al determinismo.
Así, es consistente considerar una predeterminación en la tendencia que produce un cierto mapa genético y, a la vez, aceptar abiertamente la aleatoriedad —o neguentropía— del destino que cobra nuestra vida.
El cauce de nuestra vida viene rigurosamente impuesto por la aplicación de nuestra tendencia predeterminada por nuestro mapa genético sobre el proceso cultural que atravesamos hasta que morimos, y este proceso cultural es entrópico, ya que depende de las interacciones del resto de seres humanos que evolucionan exactamente de la misma manera entrópica: 1 por 1 es 1, y entropía por entropía es entropía; la vida es caótica, como el universo.
Otro enfoque diferente radica en la inexistencia de la identidad entendida como copia exacta, por lo que ninguna tendencia en la personalidad es idéntica a ninguna, que alimentada por estímulos siempre diferentes, producen reacciones inevitablemente únicas.
Por otra parte, nuestro neocórtex (cerebro racional) está constantemente monitorizando las emociones que produce nuestro Sistema Límbico (cerebro emocional), construyendo razones que justifiquen nuestras emociones.
Una de las implicaciones de este inevitable mecanismo de superviviencia psicológica radica en que somos incapaces de percibir objetividad alguna al estar inexorablemente sujetos a equilbrar y hacer sostenibles nuestros procesos cerebrales, que son la primera y, en última instancia, único propósito. De este modo también se introduce un argumento para aceptar de manera más natural el aparente patrón caótico y aleatorio de la vida, que, a su vez, fundamenta brevemente el origen y trasfondo de las casualidades.
Dentro del ámbito de la conciencia, también se puede considerar la voluntad como elemento crítico, siendo una mera ilusión producida por el comportamiento holístico de nuestro cerebro, que nos hace percibir lo inevitable como una mera decisión que decidimos tomar, también en relación al funcionamiento de la dualidad neocórtex-límbico mencionada anteriormente.
Sería —en síntesis— como si el observar en primera persona nuestro propio determinismo nos produjese la ilusión de voluntad ante lo que, externamente a nosotros, es inevitable.
Asimismo, ya fuera del objetivismo que sostiene una realidad única para todos, e independientemente a todo anterior, la percepción de lo que es real es una construcción mental a todos los efectos y con multitud de manifiestaciones y demostraciones cotidianas que permanecen ocultas en parte por el grotesco condicionamiento mental que sufrimos con el objeto de poder integrarnos y obtener reconocimiento social y cultural en un tejido social tan complejo.
Este paradigma nos impide realizar las preguntas apropiadas para constatar estas demostraciones, que emergen cuando uno se pregunta cómo sabría qué forma tendría su cuerpo o dónde terminaría su brazo si no tuviese vista ni tacto. La respuesta es que no termina, porque la «forma» no es una propiedad de nuestro cuerpo, sino la concreción y singularización que nuestros sentidos hacen de «la realidad» para que sea estable, de forma nuevamente análoga a la dualidad neocórtex-límbico, para así generar nuestra realidad. Igualmente sirve preguntarse por las implicaciones que tiene el hecho de que todos estemos literal, rigurosa en desacuerdo sobre absolutamente todas las características de cualquier cosa.
La razón es porque nuestra naturaleza común, con sentidos comunes, singulariza nuestra realidad de forma similar, pero nunca exacta, porque esta no existe.
En conclusión, la idea de tener un mapa genético idéntico a otra persona solo tiene efectos subjetivos sin ninguna relación causal. Es nuestro propio conocimiento, cultura y costumbre de ello la que impone un marco que, a su vez, obliga a todos nuestros aparatos a adaptarse a él, delimitando nuestras posibilidades y provocando las enfermedades pertinentes que, a su vez, nos permiten establecer una lógica aparente a lo sucedido, ya que, irónicamente «es lo que cabía esperar».
Pero todo es posible, tanto en la flexible y elástica mente humana como en la de cualquier entidad; solo hay que saber entender y aplicar el contexto correcto a cada situación, que es el que nos permitirá profundizar en todas las posibilidades que, en todo momento, están disponibles.
Lo mejor de la Ciencia de 2014 en @Buhardilla | Los Mundos de Brana
[…] La neurociencia como religión […]
itziar laka
Querido César,
estupenda entrada, aunque creo que la veo tarde…tu frase de entrada: «Los seres humanos tenemos una imperiosa necesidad de hacer que el mundo adquiera sentido.» es la idea que defendí en una charla en noviembre en Mestizajes: encuentros de literatura, ciencia y arte, aunque mi figura era más carcelaria: estamos condenados al sentido. Creo que lo que nos condena es el lenguaje (y aquí barro para mi casa). Pero yendo a la chicha de tu artículo, es cierto que aún vivimos bajo el encantamiento de los métodos de neuroimagen hemodinámicos, esos que nos hacen preciosas fotos coloridas del cerebro. Curiosamente, otros métodos no fascinan tanto, quizá porque no ofrecen foto (EEG, TMS…) Hace poco twiteé un artículode Gary Marcus en el New Yorker que hablaba de esto también, y lo llamaba neursciencefiction: http://www.newyorker.com/news/news-desk/neuroscience-fiction
Creo que tienes razón y que, como pasó con los genes, este sarampión también pasará. Gracias por hacerme pasar un estupendo rato inteligente.
Nace el Carnaval de Neurociencias en lengua hispana
[…] “La neurociencia como religión“, de Cesar Tomé. […]
JoacoCantó
Me gusta el planteamiento. La ciencia es necesaria, pero la superchería científica es inseparable de la misma, ya que ésta es condición inseparable como así lo es de la condición humana, el misterio de nuestra propia existencia. Y gracias, debemos aprender a vivir con la aleatoriedad de los sucesos, seríamos menos exigentes con nuestra responsabilidad, si aceptáramos que a Dios le gustan los dados…
Xaverius
He encontrado varios aspectos del artículo decepcionantes, aunque no niego que luche contra un fenómeno real. Por partes, primero la genética y segundo la de neurología:
1 No es cierto que la genética humana esté en crisis. Es cierto que la visión simplista de «gen para» se está dejando atrás y ahora se habla de «variante para, caeteris paribus, más probabilidad de x», pero todos los rasgos que lista tienen heredabilidad(es decir, varianza fenotípica en parte explicable por la diversidad genética) https://t.co/cjJr7qXfS9 Ignoro en qué referencia se apoya para decir que la altura es menos heredable de antes estimado, pero no es cierto que «la mayoría de enfermedades no tiene base genética». Aunque las excepciones como el Parkinson se informan, el análisis a nivel de genoma sigue enseñándonos mucho sobre las enfermedades y ofreciendo posibilidades de terapia(para una recopilación reciente, véase https://t.co/IfwXZkvJjD)
Por otra parte está, como viene siendo habitual, la referencia a la epigenética. Aunque ciertamente es un factor importante e interesante, no necesariamente confunde las cosas, muchas veces es un factor más que puede añadirse como algo que explica cierto % de la varianza, normalmente menor que las diferencias genéticas o ambientales.
2 En el caso de la neurociencia, da el caso concreto de la depresión. Creo que esta revisión https://t.co/t2koA5tkSr muestra un entendimiento más que satisfactorio de cómo esta afecta al cerebro e incluye tanto una ojeada a los estudios que permiten diferenciar el cerebro de alguien que sufre de depresión unipolar de los controles con una precisión mayor al 90% como mención a cómo los fármacos revierten el «patrón de actividad»(en sus palabras) asociado a la depresión, junto a la mejora de los síntomas. Cierto, correlación no es causación, pero una correlación que nos permita hacer predicciones precisas podría ahorrar mucho sufrimiento. Siguiendo con el ejemplo, entre el 40-60% de los pacientes de depresión no responde a una psicoterapia o fármaco dado, y saber diferenciar a qué responderá o no responderá un paciente concreto podría ahorrar mucho sufrimiento y tiempo. Para una revisión sobre este tema me gustaría presentarle esto https://t.co/1egR9bm28S, que ofrece varios ejemplos además de ese, en ciertos casos predicciones mejores que las medidas conductuales.
Por último, creo que sabrá que la eficiencia metabólica del cerebro es algo que se puede medir y de hecho es mayor(para tareas de dificultad moderada) en individuos más inteligentes, así que eso sería como mucho una crítica técnicamente valida al fMRI, no a la neurociencia en general.
No solo interesa esta clase de investigación para «encontrar explicaciones» o «satisfacer la confusión que tenemos con el mundo», sino también para mejorar y personalizar nuestras terapias. En este campo la búsqueda de la certeza puede ahorrarnos tiempo y facilitar la felicidad(y también, como dice, hacer que la malgastemos) y para eso es imprescindible una divulgación exacta de lo que se puede y no puede hacer con el conocimiento actual, y creo que este artículo peca en exagerar el fatalismo hacia la segunda opción.
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Ariel Arrúa
Espectacular investigación y explicación no tengo casi nada que decir solo que, Estaré pendiente de sus nuevos descubrimientos.
Julen
Para ese viaje, no hacen falta tantas alforjas. Si lo que quieres decir es que existe Dios, sobra todo lo demás. Pero, dilo.
César Tomé
De nuevo digo que no se termina de entender el último párrafo. Hay que aceptar que nuestro conocimiento, por mucho que se investigue, es limitado.
Por ejemplo, la cuántica se usa, pero no se la entiende; se describe matemáticamente, pero hemos de admitir que no podemos ir más allá de la descripción. Con la neurociencia igual. ¿Eso significa que digo que hay un dios? Para nada. Eso no sería una explicación, porque no explica nada y habría que explicar la existencia de ese dios.
Me temo que el texto solo expone que existen limitaciones epistemológicas de base en ciencia, también en neurociencia.