En Silicon Valley (California) se encuentran las mayores corporaciones de tecnología del mundo, hasta tal punto que Silicon Valley se ha convertido en el metónimo para el sector de la alta tecnología (a la manera de Hollywood para el cine). Marcan tendencias a escala global: moda, estilo de vida, pensamiento… Incluso alimentación. La última idea feliz que ha triunfado en Silicon Valley es la de beber «agua cruda», agua sin tratar y sin analizar.
Siendo justos, ya existía en el mercado agua sin tratar que se embotella directamente extraída del manantial. Es el agua mineral natural que todos conocemos y que podemos comprar por unos 30 céntimos el litro. Sin embargo, si un agua no se trata, o se trata mínimamente, es porque no lo necesita. Periódicamente se analiza su composición química y biológica para determinar si es segura. Si no se analiza, sencillamente no se puede vender.
En cambio, el «agua cruda» (raw water), aunque también es agua sin tratar como la mineral, no se analiza. Ahí está la diferencia fundamental: no sabes qué estás bebiendo, si es agua segura o no. La comercializan embotellada, a una media de 6 € el litro (20 veces más que el agua mineral natural), empresas como Live Water, en Oregón, y Tourmaline Spring, en Maine. Zero Mass Water, en Arizona, es una empresa que instala en los hogares sistemas para captar agua de la atmósfera y evitar así beber agua del grifo. Liquid Eden, en San Diego, ofrece, entre otras opciones, agua libre de flúor y libre de cloro, según publicaba recientemente The New York Times.
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Los supuestos beneficios del agua cruda son disparates
Los absurdos motivos que han llevado a que estas empresas generen ingresos comercializando agua cruda son de naturaleza muy diversa. Apuntan a la desconfianza en la calidad del agua que sale del grifo, principalmente por los compuestos de cloro y flúor que se agregan durante el tratamiento, sustancias a las que les atribuyen efectos tóxicos sin parangón e incluso la conspiranoica idea de que esas sustancias sirven para volvernos dóciles y controlarnos. Otros alegan que el agua corriente contiene restos de medicamentos y fitosanitarios capaces de producirnos enfermedades. Algunos creen que durante el filtrado se eliminan minerales beneficiosos y probióticos saludables. Otros hablan de disparates mayores, como que el agua cruda ayuda a los chacras y está impregnada de energías de piedras preciosas.
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Potabilización del agua: uno de los mayores progresos en salud pública de la historia
En 1997 la revista Life publicó que «la filtración de agua potable y el empleo de cloro es probablemente el avance en salud pública más significativo del milenio».
A lo largo de la historia hemos ido desarrollando métodos cada vez más eficaces para garantizar la seguridad del agua que consumimos. Hay registrados métodos para mejorar el sabor y el olor del agua 4.000 años antes de Cristo. Se han encontrado escritos griegos en los que se hablaba de métodos de tratamiento de aguas por filtración a través de carbón, exposición a los rayos solares y ebullición.
En el antiguo Egipto el agua se decantaba. Se dejaba reposar en vasijas de barro hasta que precipitasen las impurezas, quedándose con la parte superior del agua. También añadían alumbre para favorecer la precipitación de las partículas suspendidas en el agua.
A principios del siglo XIX algunas ciudades ya contaban con sistemas de abastecimiento de aguas y filtrado. Sin embargo, estos métodos eran insuficientes. Algunos agentes patógenos sobrevivían tras estos tratamientos.
En 1854, el médico británico John Snow, descubrió que el cólera era causado por el consumo de aguas contaminadas con materias fecales, al comprobar que los casos de esta enfermedad se agrupaban en las zonas donde el agua consumida estaba contaminada con heces. La OMS publicó un monográfico en el que se contabilizaron seis pandemias de cólera en el siglo XIX que se cobraron la vida de millones de personas en todo el mundo.
En 1908 se emplearon compuestos de cloro por primera vez como desinfectantes primarios del agua potable de New Jersey. La cloración causa alteraciones en la pared celular de las células bacterianas. Las deja indefensas, de modo que disminuyen sus funciones vitales hasta llevarlas a la muerte, por lo que son incapaces de producir enfermedades. Estos compuestos clorados, que bien pueden utilizarse como gas cloro, hipoclorito o dióxido de cloro, son oxidantes. Esto hace que además sean germicidas, eliminando mohos, algas y otros microorganismos además de bacterias.
Antes de la llegada de la cloración para el tratamiento de agua potable la gente se contagiaba fácilmente de enfermedades mortales como el cólera, la fiebre tifoidea, la disentería o la poliomielitis. Actualmente conocemos otros muchos oxidantes con cualidades similares, como los halógenos, el permanganato o el ozono.
Hoy en día, en las estaciones de tratamiento de agua potable (ETAP) se realizan los procesos necesarios para que el agua natural procedente de embalses y otras captaciones se transforme en agua potable. En ellas se llevan a cabo procesos físicos, químicos y biológicos complejos capaces de lograr un agua segura, con buen olor y sabor. Además de tratar el agua, ésta se analiza periódicamente, es decir, se mide su calidad y su composición química y biológica.
Sin lugar a duda, el tratamiento del agua ha sido uno de los mayores avances en salud pública de la historia. Ha salvado una cantidad ingente de vidas. Rechazar el tratamiento del agua es rechazar el progreso. Es rechazar la salud. Incluso es rechazar un derecho humano fundamental.
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El agua potable es un derecho humano fundamental
El 28 de julio de 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró que el acceso al agua potable segura y limpia y al saneamiento era un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los demás derechos humanos. Además, expresó su profunda preocupación por el hecho de que casi 900 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso al agua potable. Esta carencia provoca la muerte de 3,5 millones de personas cada año. El doble de fallecimientos que se producen por accidentes viales y casi el triple de los ocasionados por el VIH.
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Un problema inventado del primer mundo.
La escasez de agua potable y de saneamiento es la causa principal de enfermedades en el mundo. El 42% de los hogares carece de retretes y una de cada seis personas no tiene acceso a agua potable.
La mortandad en la población infantil es especialmente elevada. Unos 4.500 niños y niñas mueren a diario por carecer de agua potable y de instalaciones básicas de saneamiento. En los países en vías de desarrollo, más del 90% de las muertes por diarrea a causa de agua no potable y la falta de higiene se producen en niños y niñas menores de cinco años. Preguntadles a sus familias qué opinan del agua cruda, si están preocupados por los probióticos, por el control mental por cloración o por los chacras del agua.
La moda de beber agua cruda sólo la pueden seguir aquellos que cuentan con una nevera llena, buena cobertura sanitaria y, sobre todo, agua corriente potable. Ellos son los que lideran el movimiento antiprogreso, los que no tienen nada que temer y con insultante esnobismo, se lo inventan.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
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