Dime, golondrina, ¿dónde vives en invierno?… En Asia, en casa de Petrus

Naukas

En 1995 un equipo de ornitólogos de Argentina comenzó una campaña de anillamiento y catalogación de un grupo de aves migratorias llamadas playeros rojos (Calidris canutus). Dieciocho años después, se encontró un ejemplar aún vivo. Tras realizar los cálculos de sus movimientos y viajes, los científicos se quedaron con la boca abierta.

Libro dedicado a B95
Libro dedicado a B95

Aquel pequeño playero, al que llamaron B95, había volado a lo largo de su vida una distancia equivalente al trayecto de la Tierra a la Luna. Más de 450.000 kilómetros en migraciones desde la Patagonia en el Polo Sur hasta el Polo Norte. Los viajes de B95 se enseñan en las escuelas y lo han convertido en el protagonista de un documental de la BBC y hasta de un libro titulado “Un año en el viento con el gran superviviente, B95

Cada año más de 50.000 millones de aves alzan el vuelo y comienzan su migración en busca de climas y tierras más propicias. Pensadlo por un momento, cincuenta mil millones, se dice pronto… Y aunque vivimos en un mundo repleto de de GPS, de satélites y de las más increíbles tecnologías, no creáis que sabemos tanto sobre las rutas y movimientos de estos grandes viajeros.

Llega el invierno, despegan rumbo al horizonte y lo cierto es que desconocemos las rutas de la mayoría de las aves, no podemos decir exactamente cómo se orientan, no sabemos cómo logran con pasmosa precisión volver a sus mismos nidos año tras año…

Dónde van es sin duda una de las preguntas que ha intrigado al ser humano desde tiempos inmemoriales. Verlos desaparecer durante meses y encontrarlos de nuevo al año siguiente ha despertado la curiosidad desde hace miles de años y ha originado las más estrambóticas respuestas.

Por ejemplo, en la Grecia Clásica Aristóteles zanjó esta eterna cuestión afirmando que las golondrinas se escondían en invierno bajo el fango y el lodo de los lagos, para despertar y regresar en la primavera siguiente. A pesar de lo alocada que pueda parecernos ahora, esta suposición se mantuvo durante miles de años y es que ni siquiera uno de sus más afanados estudiosos, Gilbert White, aún en pleno siglo XVIII sabía realmente si las golondrinas migraban o hibernaban.

Golondrina anillada por el grupo de voluntarios Hyla
Golondrina anillada por el grupo de voluntarios Hyla.es

Muchas de estas dudas se mantuvieron durante siglos porque hasta hace relativamente poco a nadie se le ocurrió una idea tan simple como brillante: colocar una anilla en una de las patas del pájaro.

En la Edad Media parece que existió un curiosísimo precedente, recogido en un Códice de un prior de un monasterio alemán del siglo XIII. Según recoge este documento, uno de sus paisanos apasionado de la observación ornitológica resolvió atar un pequeño pergamino en una de las golondrinas que anidaban en su tejado en el que se podía leer:

Dime, oh golondrina, ¿dónde vives en invierno?

A la primavera siguiente, la golondrina regresó con la sorprendente respuesta:

En Asia, en casa de Petrus

Esta deliciosa anotación en aquel códice medieval tan solo se puede considerar como una anécdota puesto que en realidad hasta casi el siglo XX no se “inventó” el anillamiento científico como ahora lo conocemos.

El nacimiento de esta técnica de estudio ornitológico tiene un nombre y un año: Hans Cornelius Mortensen, un profesor de medicina y zoología que en 1899 adosó a 164 estorninos unas pequeñas anillas metálicas con una inscripción numerada y la dirección de su casa en Viborg, Dinamarca.

El éxito de esa primera hornada de estorninos animó a Mortensen a mejorar las anillas (las confeccionaba él mismo con aluminio) y a ampliar sus experimentos a otras especies como gaviotas o patos, descubriendo por primera vez el lugar de destino de varias aves migratorias.

La idea de este maestro danés se extendió hasta convertirse en la mejor manera que tenemos hoy en día de estudiar la migración de las aves. En España se utilizó por primera vez en 1930 cuando se anillaron 53 ejemplares de cigüeña blanca.

Cien años después de aquel primer anillamiento por parte de H.C. Mortensen las técnicas han mejorado incluyendo dispositivos electrónicos y se han aprovechado nuevas tecnologías como el seguimiento por satélite.

Dos aficionados del grupo Volcam anillando un ejemplar
Dos aficionados del grupo Volcam anillando un ejemplar

En la actualidad se anillan en Europa alrededor de cuatro millones de aves cada año de las que solamente se recuperan unas 90.000. El porcentaje puede parecer bajo pero la información que nos proporciona es muy valiosa.

Alrededor de todo el mundo se han organizado estaciones de anillamiento, cada una de las cuales tiene un código numérico diferente para localizar exactamente dónde y cuándo se anilló el pájaro. Estos puntos de catalogación, anotación y estudio de aves están regidos en su inmensa mayoría por aficionados que dedican su tiempo, su esfuerzo y sus conocimientos a dar respuesta a esta recurrente pregunta milenaria.

En sus viajes no conocen fronteras por ello el anillamiento científico, el almacenamiento en un archivo general y el seguimiento pormenorizado de cada ejemplar en cada punto del planeta representan uno de los ejemplos de colaboración internacional más notables y desinteresados de la Ciencia.

Las aves representan uno de los indicadores básicos en un ecosistema. Conocer sus trayectos migratorios en zonas concretas y comprobar su estado, su salud y el aumento o disminución de su número es fundamental para establecer el estado de conservación de un determinado hábitat.


Sobre el autor: Este post ha sido realizado por Javier Peláez (@irreductible) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.


Referencias y más información:

Algunas de las anécdotas e historias que aparecen en este artículo las descubrí en el magnífico podcast Cienciaes.com de mi buen amigo Ángel Rodríguez Lozano en su entrevista al tristemente fallecido doctor en biología y anillador experto D. Francisco Hernandez Carrasquilla. Para ampliar información sobre este fascinante tema os recomiendo echarle un vistazo a este completo manual para el anillamiento científico. También podéis encontrar más datos en este PDF de Seomonticola.org. Si además queréis participar (recordad que la inmensa mayoría de anilladores son aficionados) podéis entrar en la Sociedad Española de Ornitología – Birdlife. La historia de B95 podéis leerla completa en Cuaderno de Ciencias.

6 comentarios

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  • Avatar de Guillermo

    No entiendo lo de «anécdota» poque hasta el siglo XX no se usase científicamente el anillado.
    Una vez creada la idea (que es lo que se comenta en el códice)… la ejecución no me parece necesite un desarrollo técnico imposible, como para ser descartado con el endeble argumento comentado.
    Si bien me parece muy improbable, pero solo eso… no imposible.

  • Avatar de Julio

    Muy interesante.
    Un apunte, el Playero Rojo en España es denominado Correlimos Gordo, nombre por el que seguro es más conocido entre algunos lectores.

  • Avatar de Ahmed

    Estoy interesado a descubrir más en el mundo de la golondrina….. Porque es el título de mi novela «el regreso de la golondrina» y me gustaría empezar la ,hablando de la golondrina. Gracias

  • Avatar de Juan Pablo Blasco Pinilla

    Ruego si alguien de la explicación,es normal que desaparezcan del cielo de Zaragoza en Agosto?..O son problemas de falta de alimentos,insectos,sus movimientos?
    Ya he comprendido por que vi golondrinas en Calpe Alicante en Diciembre.

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