‘No era un curso de ciencia: era un curso de religión científica’

Matemoción

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El escritor Marcel Pagnol (1895-1974) falleció antes de terminar el cuarto volumen de sus Souvenirs d’enfance Recuerdos de la infancia–. Le temps des Amours –que completa, ya en la época de la adolescencia, La gloire de mon père, Le château de ma mère y Le temps des secrets– se publicó a título póstumo en 1977, y contiene un pequeño texto final titulado Elementos de una nueva termodinámica (Prefacio, 1930). MarcelPagnol recuerda en estas líneas a dos de sus maestros, el Sr. Cros y el Sr. Oneto –el profesor de matemáticas y el de física y química– y su manera de enseñar.

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Transcribo debajo la traducción –que he realizado yo misma, sólo están disponibles en castellano los dos primeros volúmenes de la serie– de una parte del texto dedicada a las matemáticas. Las poesías rimaban en el original francés –al menos fonéticamente– las he traducido literalmente.

[…] He recibido instrucción literaria, he hecho mis ‘humanidades’, como todo el mundo. Es decir, que con veinticinco años poseía un cierto número de diplomas universitarios, podía leer en lengua original a Homero, Virgilio, Goethe y Shakespeare. Pero creía, con toda mi buena fe, que el cuadrado de tres era seis.

Evidentemente, había seguido en el instituto cursos de matemáticas y de ciencias: pero eran cursos dirigidos a ‘gente de letras’, cursos truncados, sumarios, y que deslizaban sobre los razonamientos para llegar a fórmulas, porque éramos incapaces de seguir los razonamientos; y además no teniamos tiempo, en dos horas por semana, de aprender toda la geometría, el álgebra, la aritmética, la física, la química y la astronomía. Nuestro buen maestro, que se llamaba Sr. Cros, y que nos vendía (perdiendo dinero) cursos multicopiados, mostraba hacia nosotros mucha ternura y mucho desprecio. Cuando nos explicaba alguna bella fórmula, nos decía: ‘No puedo explicaros como se llega a ella, no lo entenderíais; pero intentad recordarla de memoria. Os aseguro que es exacta, que tiene bases sólidas.’ En suma, no era un curso de ciencia: era un curso de religión científica, era una continua revelación de ‘misterios’.

Por esta razón, diez años más tarde, abrí un día un libro de física; por esta razón lo leí entero. […]

A veces, cuando un alumno le hacía una pregunta, el Sr. Cros intentaba dar una explicación; pero rápida, ligera, deformada: sin entrar en lo intenso del argumento, y como un hombre bien educado obligado a contar una historia obscena delante de señoras. ‘Gaseaba’.

Entre las fórmulas que nos daba, algunas eran maravillosas. Declamaba, desde lo alto de su tarima:

La circunferencia está orgullosa
De ser igual a 2πR,
Y el círculo es muy feliz
De ser igual a πR2.’

Y sonreía. Como diciendo: ‘Como sois ‘de letras’, os regalo poesía’.

Después de semejante poema, nos miraba, contento y encantado, como diciendo: ‘¿Qué? ¿No conocéis éste?’ Y toda la clase, sorprendida por el orgullo de la Circunferencia, y conquistada por la completa felicidad del Círculo, expresaba su admiración por medio de largos mugidos.

El Sr. Cros golpeaba entonces su púlpito con un enorme compás de madera y decía: ‘Veamos, señores, no despreciemos en absoluto la Musa, cuando viene en ayuda de la Ciencia’.

También decía:

El volumen de la esfera,
Se haga lo que se haga
Es igual a 4/3 πR3’.

Se tomaba un tiempo –un tiempo de veinte segundos–.

Miraba a la clase, desde Yves Bourde hasta Avérinos. Después, a media voz, con el índice levantado, con el ojo medio cerrado, añadía:

‘Aunque la esfera fuera de madera’.

Daba una gran importancia a este verso final; y lo lanzaba con una especie de severidad triunfal. Pero ya no se dirigía a nosotros: hablaba a la misma Esfera. La prevenía, la alertaba; ´que a pesar de cualquier subterfugio que usara, de lo grande que fuera su mala fe; a pesar de la materia en la que se transformara, a la manera de Proteo, ya fuera llena, vacía, pesada o ligera, de acero o de grafito, de tiza, de manganeso, de cobre, de yeso, o de zinc azogado; e incluso (refugio supremo) aunque fuera de madera, no escaparía a la implacable fórmula en la que la geometría la había encerrado: estaba presa, medida, vencida, simplemente pulsando el gatillo de esta terrible arma: 4/3 πR3aunque fuera de madera –. […]

Las poesías épicas del Sr. Cros y las explosivas prestidigitaciones del Sr. Oneto me permitieron pasar mi selectividad, sin entender nada ni de matemáticas ni de física. Pero estos dos buenos maestros me habían enseñado, sin saberlo, la única cosa que podían enseñarme y que era capital: me habían enseñado el deseo de aprender.

Nota: Compré Le temps des Amours –que no conocía– tras leer la entrada L’educazione matematica di Marcel Pagnolen el blog Popinga. Por cierto, hablamos de otra obra de Marcel Pagnol en El tamaño de los tercios.

Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta universidad.

1 comentario

  • Avatar de Javier San Martín

    ¡Como me suena eso de intentar aprender las fórmulas de memoria!… Lamentablemente, tampoco aprendimos la lengua de Homero y Virgilio… Vamos, que nos hemos quedado a medias en todo. Ahora, a ver si al menos prácticamos la última frase y, aunque sea a trompicones, rellenamos los huecos.

    • Avatar de César

      Eso sucede cuando hacen la separación entre la ciencia y las humanidades. Si las dos son empresas científicas igual de válidas, pero con distintos objetivos.

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