No es fácil ser una sanguijuela, ser uno de esos seres escurridizos que se alimentan succionando la sangre de los mamíferos a los que se adhieren. Y no lo es porque pueden llegar a pasar varios meses en ayunas desde que se alimentan de un individuo hasta que vuelven a encontrar otro al que poder extraer su sangre. Por esa razón han desarrollado adaptaciones especiales que les permiten ahorrar energía en esos intervalos tan prolongados entre comida y comida.
Como resulta que las sanguijuelas son animales ectotermos, animales cuyo calor corporal procede casi en su totalidad del ambiente, no son capaces de regular su temperatura corporal y por esa razón, varía con la temperatura ambiental. Por esa razón, su metabolismo también varía dependiendo de los cambios térmicos del ambiente. El problema es que, de esa forma, si la temperatura se eleva en exceso, su metabolismo también lo hace y, como consecuencia, su gasto energético, también. Experimentalmente se ha comprobado que ejemplares de la especie Hirudo verbana mantenidos en condiciones de ayuno en el laboratorio prefieren, si se les da la opción, agua a 13ºC en vez de a 21ºC. Esa diferencia de 8 ºC es importantísima, pues el nivel de gasto metabólico que corresponde a cada una de esas dos temperaturas es muy diferente. Lo más probable es que ese comportamiento que, como se ha dicho, se ha observado experimentalmente en el laboratorio, sea también el que adoptan las sanguijuelas cuando se encuentran en masas de agua naturales, donde pueden darse diferencias importantes de temperatura en función de la profundidad, la velocidad de la corriente, la insolación diferencial de las zonas, etc. En definitiva, lo más probable es que las sanguijuelas opten por aguas más frías si llevan una temporada sin haber tenido la fortuna de succionar la sangre de algún -no tan afortunado- huésped.
Las cosas son muy diferentes después de haber comido. El volumen de una “ración” típica de una sanguijuela es enorme en términos relativos, ya que llegan a ingerir volúmenes equivalentes a diez vez el volumen propio. En esas condiciones el metabolismo se les dispara: llega a ser hasta seis veces más alto tras la alimentación, por efecto de las actividades propias de la digestión, absorción y asimilación de la sangre ingerida. En esa situación las bajas temperaturas son inconvenientes, ya que el frío limita de manera sensible la capacidad para desarrollar cualquier tipo de actividad, incluidas las necesarias para procesar el alimento. Por esa razón, tras alimentarse las sanguijuelas prefieren aguas más cálidas, más que aquéllas a las que se encuentran antes de alimentarse, cuando llevan una buena temporada en ayunas. Al permanecer a temperaturas más altas, la sangre se procesa más rápidamente y se retira antes del aparato digestivo y, de esa forma, antes recuperan también su volumen y forma originales, lo que les permite recuperar sus hábitos normales de movimiento y de vida en el menor tiempo posible.
Eso de ser ectotermo tiene sus ventajas -es relativamente barato vivir-, pero también sus desventajas -uno se encuentra bastante a merced de los cambios exteriores de temperatura-, pero si de una sanguijuela se trata, esas complicaciones, como hemos visto, se acrecientan. Nadie dijo que ser una sanguijuela fuera fácil.
Referencia:
Ann M. Petersen, Wendy Chin, Kara L. Feilich, Grace Jung, Jessica L. Quist, Jasmine Wang & David J. Ellerby (2011): “Leeches run cold, then hot” Bioloy Letters 7: 941–943
Este post ha sido realizado por Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) y es una colaboración de Naukas.com con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
No es facil ser una sanguijuela
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Brulay
En mis paseos por las pistas de cemento del campo, si veo lombrices pasándolo mal al intentar cruzarlas, les echo un cable llevándolas a la hierba fresca, a la hojarasca o al barro, lo que haya, y eso que hacen todo lo posible para escapar, retorciendo enérgicamente su cuerpo cubierto de mucosa. Un día me encontré a una sanguijuela de buen tamaño y me la metí al bolsillo para echarla a una regata que me quedaba cerca. Qué cosa, fue echarla y aparecer una rata que la cogió y desapareció con ella casi como si estuviera esperando lo que iba a pasar. Esta anécdota me ha recordado el título del artículo que, por otro lado, me ha encantado leer.
Albert
Ja, ja, encantado de conocerte Brulay, creía que yo era el único chiflado que mientras pasea al perro iba salvando lombrices de tierra de quedarse secas al sol cuando cruzan los senderos, 🙂
No es fácil ser una sanguijuela
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¿Caliente o frío? | General | Zoo Logik
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Hitos en la red #35 | Naukas
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