Estos tiempos no empujan a escribir sobre cómo animar a niños y jóvenes a dedicarse a la ciencia, a ser científicos de mayores. Vivimos en un país que pierde presupuesto para la ciencia y que anima a los científicos jóvenes a que lo mejor que pueden hacer es irse al extranjero. Hace un par de años se publicó que solo el 16% volverá, quién sabe cuándo y en qué condiciones. Un país que, en un comentario publicado en Nature, se decía que estaba cometiendo un “suicidio científico” con la reducción de los presupuestos dedicados a la ciencia. Un país que, en aquellos días, dedicaba el 1.39% del PIB a la ciencia, lejos del 2% que era la media de los países de la UE. Como ejemplo nos sirve Alemania con el 2.93% del PIB para la ciencia o la Comunidad Autónoma Vasca con el 2.1% en 2013.
Sigo con el mismo asunto. Es un país en que, también hace un par de años, la Secretaria de Estado para Investigación, Desarrollo e Innovación, Carmen Vela, afirmaba en Nature que en España sobran científicos. Y que si se van unos cuantos pues estupendo, es mejor calidad que cantidad aunque no aclaraba en que datos se apoyaba para suponer que se irían los peores y se quedarían los mejores. Además, añadía que así toca a más pues serían menos con los que repartir el presupuesto. Exactamente escribe que “We need to change the number of researchers by maintaining and improving the quality of the contracts while reducing the quantity”. En fin, que con menos en el reparto, más toca.
Para terminar con esta especie de diatriba inicial me vale el informe de la COSCE (Confederación de Sociedades Científicas de España) sobre la inversión en I+D en los presupuestos para 2015. Según este documento, la inversión en ciencia y tecnología crece un 4.24% con el mayor aumento, el 64%, en investigación industrial militar, y un 1.39% en investigación civil. Según los autores del informe de la COSCE, “con estas tasas de crecimiento se necesitarían muchos años para recuperar los niveles de 2009”.
No crean que todo esto es algo que solo nos ocurre a nosotros, también se sufre en otros muchos países. Por ejemplo, y aunque nos parezca raro, también en Estados Unidos. En un estudio publicado recientemente, Ronald Daniels, Rector de la Universidad Johns Hopkins, nos cuenta como la falta de becas está llevando en Estados Unidos a que muchos científicos jóvenes estén abandonando la investigación. Y así, la edad media a la que los científicos son, por primera vez, investigadores principales en proyectos financiados con fondos públicos ha pasado de 35.7 años en 1980 a 42 años en 2013, es decir, 6.4 años más en tres décadas. O, también, el 18% de estos investigadores principales tenían menos de 36 años en 1983; ahora, en 2010, esa edad la tienen menos del 3%. Los jóvenes se han ido de la ciencia, han abandonado la investigación.
Dicho esto, y como, a pesar de todo, se debe mirar al futuro con optimismo, antes o después esto remontará y habrá que conseguir que se vuelva a la situación de hace unos años y, desde allí, seguir adelante. Pero faltará gente. Preparar un investigador no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Repasen las cifras de Estados Unidos: en la buena situación de 1980, el científico ya preparado y que consigue financiación para proyectos como investigador principal, tienen una edad media de 35.7 años. Más o menos, desde que inicia la universidad, se consigue un científico preparado con el trabajo de 15 años o más. O, dicho de otra manera, en este país no habrá científicos preparados para dirigir proyectos de investigación hasta 2025-2030, más o menos. Además, los científicos jóvenes no aparecen de la nada, hay que animar y formar a niños y adolescentes para que gusten de la ciencia, para que encuentren y sientan su sentido “mágico”. Y esto, sin más y en la situación actual, no es fácil. Pero, en Estados Unidos y visto como está el asunto, ya han empezado a buscar soluciones.
Es el grupo de Amy Adams, de la Universidad George Mason de Virginia, el que ha publicado una respuesta concreta para conseguir que niños y jóvenes gusten de la ciencia. Escriben que una de las características principales de la ciencia y que más puede atraer a niños y jóvenes, en nuestro tiempo de crisis, es la magia que parece esconder ya que creo, como decía Arthur Clarke, que toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Sin embargo, a menudo no conseguimos que esa “magia” empuje a nuestros jóvenes a la ciencia. El grupo de Amy Adams, después de su estudio, va a concluir que es la propia práctica de la ciencia la que nos hace vibrar con esa magia.
Encuestan a 149 jóvenes que participan en un taller estival de ciencias, con trabajo de laboratorio incluido, y que dura siete semanas y media. La respuesta que dan a la pregunta de qué inició su interés por la ciencia es, quizá, algo sorprendente. No son las actividades oficiales de la escuela o un buen profesor de ciencias que motive a sus alumnos. El 65.5% responde que fue por experiencias en la infancia con padres o hermanos o, también, con algún amigo con parecidos intereses. Siguen, como motivo, las clases prácticas en el laboratorio o en el campo para el 35%.
Una vez que se inicia el interés por la ciencia, para el 92.6% de los encuestados, y recordad que son participantes en un taller de ciencias, lo que mantiene y aviva su interés por la ciencia es el trabajo en vivo en investigación científica, es decir, más o menos lo que están haciendo en ese momento.
Por tanto, familia y amigos son la base del proceso de acercamiento a las ciencias por los niños y jóvenes. Y se mantiene y crece con el trabajo directo en la investigación, en el laboratorio o en el campo. Los jóvenes sienten que conocen mejor el material aprendido en clase o leído directamente en la literatura científica, identifican cuestiones de interés para investigar y son capaces de diseñar experimentos, resuelven problemas con creatividad, piensan críticamente y saben hacer un análisis científico de los temas que se plantean.
Hay, por tanto, que promover encuentros como la Semana de la Ciencia y la Tecnología o los talleres de ciencia para que provoquen ese “mágico” acercamiento e interés de los niños y jóvenes hacia la ciencia. Y, creo, deben ser actividades que atraigan también a la familia y a los amigos. Además, como antes comentaba, hay cierta urgencia en organizar estas actividades cuanto antes pues hay mucho tiempo perdido que recuperar. Todo ello si se puede y dejan que se haga.
Amy Adams incluso recomienda que, en la familia, se puede provocar el interés por la ciencia con actividades o regalos adecuados. Sirven un microscopio, un juego de química, la reconstrucción de la anatomía humana o la guía de aves de Peterson y unos prismáticos con un precio asequible. Y no voy a revelar a quien regalaron precisamente estos chismes que acabo de enumerar. Aquí se abre un amplio espacio de creatividad para los que regalan.
Para terminar y despedirme (y quizá hasta excusarme), he comentado un par de artículos con sugerencias útiles para promover vocaciones científicas entre los jóvenes y los niños. Y, añado, me han dado la excusa perfecta para desahogarme, por lo menos un poco.
Referencias:
Daniels, R.J. 2015. A generation at risk: Young investigators and the future of the biomedical workforce. Proceedings of the National Academy of Sciences USA doi: 10.1073/pnas.1418761112
Molero, J. & J. de Nó. 2014. Informe de urgencia sobre la inversión en I+D en el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2015. COSCE. Madrid. 4 pp. En http://www.cosce.org
Moro Martín, A. 2012. Spanish changes are scientific suicide. Nature 482: 277.
VanMeter-Adams, A., C.L. Frankenfeld, J. Bases, V. Espina & L.A. Liotta. 2014. Students who demonstrate strong talent and interest in STEM are initially attracted to STEM through extracurricular experiences. CBE-Life Sciences Education 13: 687-697.
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
La familia, los amigos, los jóvenes y la…
[…] Estos tiempos no empujan a escribir sobre cómo animar a niños y jóvenes a dedicarse a la ciencia, a ser científicos de mayores. […]
Juan R
Hola, pues creo que una cosa es incluir la ciencia en la formación cultural de las personas, mediante la educación reglada y mediante su aparición en otros ámbitos de la vida diaria, como la TV, museos, ferias de ciencia, semana mundial del…. etc. E incluso, como propone el autor, regalando desde pequeños juguetes que eduquen en ciencia. Pero la idea de «educar en ciencia desde las familias para obtener vocaciones científicas» me resulta trasnochada y extraída de las grandes religiones monoteístas (incluso en las formas de expresarla) de la que se pretende escapar, curiosamente mediante los mismos métodos. Es un error.
La ciencia no necesita vocaciones, ni condicionantes. La ciencia necesita buena educación desde el principio, equilibrada y a lo más aséptica posible. Para que las personas que la elijan lo hagan porque han encontrado esa emoción (que no magia, espero que nunca encuentren magia en la ciencia) y la ilusión por conocer como motor que los empuja a descubrir. Si se propone una educación integral para que las personas que se forman sean lo más libres posible o al menos con capacidad de decidir, también en las familias habría que regalar un caballete para pintor, un pentagrama y un piano, unas obras completas de Juan Ramón Jiménez…. y esperar que descubrieran la magia de la música, la pintura, la poesía….y es que claramente, a nuestra sociedad culturalmente hoy le faltan escritores, pintores, músicos de referencia etc. La ciencia es parte integral de la cultura, pero por lo mismo no se debe separar la ciencia de las otras manifestaciones creativas que forman la cultura.
Hay que tener en cuenta que no siempre lo que se promueve en los niños desde la familia tiene éxito cuando son adultos, muchos no practican la religión en la que los educaron (por acción-reacción o por haber alcanzado un criterio sobre algunas cosas en la vida), pero también muchos acabaron odiando la música (practicarla, estudiarla y ejercer de intérpretes o compositores) porque se les impuso aprender piano, y así muchos otros ejemplos.
Quizás, más allá de cargar sobre las familias el hecho de que tengamos pocos científicos, habría que cargar sobre el trato que recibe la ciencia en la educación reglada secundaria y universitaria. Los estudiantes eligen carrera casi por azar (y no hace falta un estudio, solo hay que preguntar a una muestra de los que se presentan a la selectividad, que no sé cómo se llama ahora. Y los que terminan una carrera no han tenido contacto con la ciencia real durante la carrera, los estudios de máster suelen ser una prolongación de las asignaturas del último curso impartida por los mismos profesores (salvo honrosas excepciones en pocas universidades). Los estudiantes de máster llegan a la tesis pensando que «hay un horario» y que los experimentos «salen siempre», y que «¿cuánto tengo que repetirlo?, sin aplicar pensamiento crítico sobre su propio trabajo, o sin tener la curiosidad de documentarse para intentar salvar los problemas. Simplemente porque no tienen auto-motivación, ilusión, metas, eso que es el motor del conocimiento.
Entiendo que es malo generalizar, y no todos los estudiantes en cualquiera de los niveles, secundaria, universidad, doctorado, responden a esas características y si que tienen todo lo necesario para que se desarrollen como científicos de calidad. Pero, es la mima generalización que se asume en este artículo cuando se dice que no hay «vocaciones científicas». No es real. Hay personas que quieren hacer ciencia, además el proceso es selectivo, y finalmente están y llegan los que tienen que llegar, contando incluso con los que se quedan por «desviaciones» del sistema.
Si se pretende fomentar la ciencia como parte importante de la formación de las personas para conseguir en la sociedad el pensamiento crítico, etc., y como componente necesario de la cultura que vivimos a diario, es necesario un cambio cualitativo en muchos niveles de la sociedad y la educación. Actualmente, con la aproximación de la ciencia a los medios de comunicación (radio, tv, prensa), e internet, se está consiguiendo el cambio cuantitativo que lleva a la presencia de la ciencia en los medios… pero repito, el cambio debe ser cualitativo, de otra forma se entenderá la ciencia en los medios como un programa de música pop.
Recomiendo la entretista que Luis Quevedo hace en su blog a Neil deGrasse Tyson, en la que algunas respuestas sobre educar en ciencia muestran realmente ese toque de calidad.
saludos
Rosalia Sanchez Ciganda
Un enfoque sobre la ciencia que nos hace pensar en la misma.