Yo existo. O no…

Naukas

Mi existencia desde el punto de vista del universo no tiene ni sentido, ni propósito, ni necesidad.

Pero estoy en buena compañía, como dicen los ingleses: la teología más ortodoxa afirma exactamente lo mismo de Dios, asumiendo que Dios existiese, claro. Pero, ¿existo yo?

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De entrada, de existir “yo” sería un ser contingente, accidental. Podría muy fácilmente no haber existido en absoluto. Y, sin embargo, hay algo que afirma que “yo” existo.

Para saber si “yo” existo lo primero que tengo que hacer es definir a qué me refiero con “yo”, y en qué medida ese “yo” es diferente de lo que tú afirmas cuando dices “yo” refiriéndote a ti. La cuestión en términos algo diferentes sería en qué se diferencian los contenidos de mi afirmación de los tuyos, qué hace que se pueda afirmar la existencia de un “yo” y de un “tú”.

Lo anterior puede que te suene a algo confuso porque quizás ya asumes una respuesta y no ves el sentido de la pregunta. Esta respuesta que quizás presupones es que lo que hace que yo sea “yo” son los contenidos de la consciencia. Esta es la llamada aproximación psicológica, o criterio de auto-identidad. Decir “yo existo” desde este punto de vista es afirmar la existencia más o menos continua de una mezcla única de recuerdos, percepciones, pensamientos e intenciones. Lo que hace que yo sea “yo” y tú “tú” es que esas mezclas son diferentes.

Pero no es tan fácil. Piensa en un ser querido: tu madre, tu abuelo, tu hermana, tu compañero, tú mismo, e imagina que está en un estado avanzado de alzhéimer. No recuerda nada de su pasado, no reconoce a nadie de su familia y amigos, no tiene otra voluntad que la que le marca su cuidador. Ha desaparecido todo lo que acabamos de decir que caracteriza al yo, a la identidad. ¿Sigue ese ser querido siendo tu ser querido?

Veámoslo con otro experimento mental. Imagina que una red secreta de neurocirujanos sádicos te ha secuestrado. Esta organización se dedica a torturar a sus prisioneros por la noche por puro placer pero, como en el fondo se rigen por un código deontológico, antes de hacerlo borran completamente todos sus recuerdos y anulan su voluntad. ¿Te preocuparía saber que esta noche te toca a ti o pensarías que no serás el que esté en la mazmorra profiriendo alaridos de dolor, que será solo el cuerpo que ocupas ahora?

El análisis de experimentos mentales similares a estos llevó a Bernard Williams a afirmar en 1970 que el criterio de auto-identidad no podía ser una base sólida para definir el “yo”.

Entonces, si el contenido psicológico de la consciencia no es un criterio suficiente para definir el “yo” y su existencia, ¿qué nos queda? La alternativa obvia es el criterio físico. “Yo” soy mi encéfalo. Por tanto, cuando yo digo que “yo” existo estoy afirmando la existencia de algo que no llega a dos kilos de átomos organizados de determinada manera. Y ya está, ¿no?

No.

Afirmar que “yo” soy mi encéfalo también tiene sus problemas. Uno de ellos no es evidente a primera vista y tiene unos efectos devastadores sobre nuestra hipótesis. Lo descubrió Derek Parfit y es que la existencia de mi encéfalo no es un todo o nada.

Otro experimento mental nos permitirá apreciar el problema. En esta ocasión nos ha secuestrado una secta de neurocirujanos, los neurathitas. Su entretenimiento consiste en ir reemplazando partes pequeñísimas de tu encéfalo por otras perfectamente operativas e idénticas a las que sustituyen, salvo por el hecho de que son completamente nuevas. Y a ti, que sufres la operación despierto y sin dolor alguno, te van preguntando, ¿sigues siendo tú?¿y ahora¿y ahora?¿y ahora? Cuando todo tu encéfalo haya sido sustituido, ¿tú seguirás siendo “tú”? Porque si lo sigues siendo, “tú” no eres tu encéfalo porque ahora está destruido y, si no lo eres, ¿en qué momento dejaste de serlo y apareció tu nueva identidad?

¿Qué consecuencias tiene esto? Pues que lo que yo llamo “yo” no es algo con entidad propia. El “yo” es una ilusión, una ficción. No existe más allá de los estados mentales que cambian continuamente y de los elementos físicos de mi cuerpo que les dan soporte y que también cambian continuamente. El yo es el tablón de corcho que imaginamos que existe tras un montón de anuncios escritos en hojas de papel: los papeles vienen y van, las notas escritas en ellos también, pero el tablón de corcho de nuestra identidad donde creemos que se fijan no existe.

Mi existencia desde el punto de vista del universo no tiene ni sentido, ni propósito, ni necesidad. De hecho, en un sentido muy especial, yo no existo.

Este post ha sido realizado por César Tomé López (@EDocet) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

4 comentarios

  • Avatar de .Masgüel.

    El universo no tiene más puntos de vista que los que disfrutan los bichos con ojos. Tu identidad personal es real y es una ficción, como el valor de un billete de 500 €. Es el tipo de realidad que produce un relato performativo.

  • Avatar de Fernando Núñez

    Interesante tema que me ha tenido ocupado todo el fin de semana. Pero entre cerveza y cerveza, intenté pesar los siguiente:
    Definir el yo como algo físico o psíquico, no tiene sentido por separado. Creo que la definición del yo sería algo como: conjunto de estados mentales en un soporte determinado en un punto del espacio-tiempo definido. Como ese conjunto si existe o ha existido, el yo si existe. Otra cuestión es separarlos…

  • Avatar de Bellvioclark

    Mientras que la enfermedad del alzheimer es algo que podemos comprobar actualmente de manera real, con lo de la secta de neurocirujanos y su objetivo entraste en el terreno de las suposiciones y la ciencia ficcion. Falta aun para que podamos hablar de crear un encefalo artificial de forma 100% operativa, por lo que este ejemplo aun es burdo y no esclarece el fenomeno

    • Avatar de Nadie

      Creo que no entendiste, es un ejemplo muy bien utilizado, lee a Gurdjieff o krishnamurti si quieres averiguar mas de esto .. saludos

  • Avatar de Ramón mtz

    La noción del yo, pudiera, no estoy seguro, estar directamente relacionada con el estado al q llamamos conciencia, el cual considero que es un fenómeno fraccionario que fluye y ocurre a cierta frecuencia en el soporte físico q es el encéfalo de los seres vivos, tal como los 24 cuadros por segundo de una película de rollo proyectada, los hertz a los que se regenera la imagen en una pantalla de televisión, nuestra conciencia se construye momento a momento, femtosegundo a femtosegundo tal vez, y crea la sensación de continuidad del yo al alinear, al enfocar y ordenar en la dimensión temporal y mediante nuestros recursos neuroquímicos una serie de «archivos» llamense estímulos físicos, recuerdos, imágenes, sabores, etc, que escalan en complejidad al ser recombinados y pueden llegar a convertirse en el pensamiento abstracto. Así pues podría considerarse el yo, haciendo una analogía burda, como el estado indeterminado de una partícula subatómica, de un electrón, al q no puede atribuírsele ni una posición ni velocidad exacta, tal vez así es de volátil nuestra conciencia. tal vez así de intangible es el concepto del yo.

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