Los geladas son unos primates catarrinos que viven en el norte de Etiopía. Por si lo desconocían, sepan, queridos lectores, que tanto ustedes como un servidor también somos primates catarrinos. Pero nuestro parentesco con los geladas no es muy próximo; son parientes cercanos de los babuinos, a los que físicamente se parecen mucho.
Hace pocas semanas se ha descubierto que no huyen cuando merodean entre ellos lobos etíopes, como habrían hecho ante la presencia de otros depredadores similares -como perros salvajes, por ejemplo-, ni los lobos atacan a los geladas jóvenes, como habrían hecho con otras presas de tamaño similar –como por ejemplo, cabritos y corderos-. Los lobos etíopes se mueven con tranquilidad dentro de las manada de geladas sin que éstos tengan aparentemente nada que temer.
Ese comportamiento fue observado por casualidad por unos investigadores que estudiaban la forma de vida de este singular primate. Los investigadores pensaron que la armonía entre lobos y geladas quizás obedecía a que para aquéllos era más ventajoso dejar a éstos en paz que intentar prepararse un almuerzo a base de gelada. Siguieron observando a la manada de primates y se dieron cuenta, en primer lugar, de que los lobos etíopes merodeaban entre los geladas al mediodía, que es cuando sus principales presas –roedores- se encuentran más activas y, después, que a esos lobos no se les daba mal la caza. Decidieron entonces seguir a algunos lobos a lo largo de todo un día y contar las presas que cazaban; y resultó que cuando estaban fuera de las manadas de geladas sólo atrapaban una cuarta parte de las presas que perseguían, mientras que dentro llegaban a cazar dos terceras partes. Estaba claro, por lo tanto, que tenían mucho más éxito cuando cazaban roedores entre los primates. Los investigadores no saben a qué obedece esa gran diferencia, pero sospechan que los geladas “despistan” a los ratones y que al huir de los lobos, no se desenvuelven con la misma facilidad que en ausencia de los monos. El caso es que para los lobos resulta muy buen negocio dejar en paz a los geladas y dedicarse a cazar roedores. Toda esta historia ha tenido mucha repercusión porque se cree que la domesticación de los lobos por parte de otra especie de primates catarrinos –o sea, por la nuestra- pudo haber ocurrido de forma similar, empezando con una convivencia de la que ninguno salía perjudicado y al menos uno de los dos salía claramente beneficiado.
Pero esa no es la única peculiaridad interesante de esos primates. Resulta que un gelada macho puede engañar a otro, consciente de estar haciendo lo que no debe y tratando de que no se note; eso sí, si el engañado se entera, castiga al tramposo. Es lo que ocurre cuando un macho no dominante consigue copular con una hembra; para que el dominante no se entere, silencia sus habituales gritos de emparejamiento. Pero eso sí, si el dominante se entera del engaño, lo castiga atacándolo físicamente. No es el único mamífero no humano del que sabemos que “sabe que engaña”, pero es quizás el que lo hace de forma más sofisticada.
Y por último, los geladas son los únicos mamíferos no humanos que “conversan” y para ello utilizan un amplio repertorio de vocalizaciones complejas. Se suelen sentar en grupos y se dirigen unos a otros, de manera que los que “escuchan” prestan atención de forma ostensible al que “habla”. Para no ser sino unos babuinos, en ciertos rasgos tienen un parecido asombroso con sus primos lejanos catarrinos, o sea, con nosotros mismos, con ustedes y con un servidor.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
——————————–
Este artículo fue publicado el 16/8/15 en la sección con_ciencia del diario Deia