Flatulencias, también llamadas pedos

Ciencia infusa

Alguien me pregunto un día
¿Qué es un pedo?
y yo le conteste muy quedo:
el pedo es un pedo,
con cuerpo de aire y corazón de viento
el pedo es como un alma en pena
que a veces sopla, que a veces truena
es como el agua que se desliza
con mucha fuerza, con mucha prisa.

Francisco de Quevedo, Poema al Pedo.

Diccionario de la Lengua: Pedo. Ventosidad que se expele del vientre por el ano.

Diccionario Médico de la Universidad de Salamanca: Flatulencia. Mezcla de gases que se expulsa por el ano con un sonido y olor característicos: está producida por bacterias y levaduras simbióticas que viven en el tracto gastrointestinal de los mamíferos, y por partículas aerosolizadas de sus excrementos.

flatulencias

Tenemos gases atrapados en el cuerpo y la mayor parte de ellos los reabsorbemos parcial o totalmente. Sin embargo, en el tubo digestivo, y sobre todo en el intestino, tenemos gases, sintetizados en su mayor parte durante el proceso de digestión, que son expulsados por el ano. Son ventosidades o flatulencias o, si se quiere, pedos. Algo que todos conocemos y de lo que se habla, o escribe, poco, incluso por científicos y divulgadores. Las hay de dos tipos, en general, unas son suaves, controladas y sin ruido, con poco volumen de gases, y otras son fuertes, sonoras y repentinas, con poco control y mucho gas. Todos los animales expulsan gases de su sistema digestivo, incluyendo invertebrados como algunos gusanos, insectos y hormigas, así como aves, peces, reptiles y, por supuesto, mamíferos.

Fue nada menos que el eminente fisiólogo francés de principios del siglo XIX François Magendie quien, en 1814, hace algo más de 200 años, analizó con detalle los gases intestinales en hombres sanos. Para ello utilizó un material de estudio que, desgraciadamente, abundaba en su época, los ejecutados en la guillotina. Encontró oxígeno, dióxido de carbono, hidrógeno, sulfuro, y sospechó la existencia de metano. En cuanto a la presencia de estos gases, los datos más actuales confirman los hallazgos de Magendie.

Los gases tienen su origen en tres procesos: en parte son gases tragados al tomar el alimento; otra parte es dióxido de carbono que procede de la digestión ácida en el estómago; y, finalmente, las bacterias del intestino actúan y se nutren de los alimentos que allí llegan, y en ese proceso, sintetizan hidrógeno, metano, productos con azufre y otros compuestos.

Estos gases de origen bacteriano suponen las tres cuartas partes de las flatulencias. Debido al contenido muy denso, por la reabsorción de agua, que llena el intestino, los gases no se difunden y se acumulan en burbujas. Según el alimento avanza por el intestino grueso, se densifica cada vez más. Las burbujas se mantienen aisladas entre el alimento digerido hasta llegar al ano donde se liberan al exterior, con los típicos ruidos y olores. Llevan entre el 23% y el 80% de nitrógeno que es ingerido con el alimento; entre el 0.1% y un 2.3% de oxígeno, también ingerido; del 0% al 26% de metano, de fermentación bacteriana; del 0.06% al 29% de dióxido de carbono que viene de bacterias, ingerido y de la digestión en el estómago; y del 0.06% al 47% de hidrógeno producido por bacterias; y, además, trazas de sulfuro. Por encima del 5% de metano y del 4% de hidrógeno, estos gases ya son inflamables. Hay quien propone que el mejor sistema de controlar las flatulencias, es decir, es prenderlas fuego y eliminarlas.

La solidificación del contenido intestinal es el precio fisiológico a pagar por la potente reabsorción de agua en este último tramo del intestino. Esa solidificación del alimento es la que impide, como hemos visto, la difusión y dilución de los gases.

En el tubo digestivo, en situación normal, hay una cantidad relativamente pequeña de gas, entre 100 y 200 mililitros, con una producción diaria entre 500 y 1500 mililitros. Y, también, en condiciones normales, hay entre 8 y 20 evacuaciones anales de gas al día, o sea, de flatulencias, con de 5 a 375 mililitros de gases cada uno. La eliminación de gases excesiva u olorosa puede plantear un problema importante personal y social y, en concreto, laboral.

Hay, se calcula, unos 100000 billones de bacterias en el tubo digestivo, pertenecientes a entre 500 y 1000 especies. Entre ellas están las metanógenas, pertenecientes al grupo Archaea y esenciales para el funcionamiento del intestino. Estas Archaea, con el hidrógeno producido por otras bacterias, sintetizan metano de carbohidratos del alimento que nuestro intestino no es capaz de digerir. El metano no es tóxico y solo es molesto si se acumula en el intestino, para terminar expulsado en las flatulencias. Además, metano e hidrógeno son inodoros aunque, ya hemos visto, son inflamables e, incluso, si hay suficiente cantidad, pueden explotar. Ya hay bibliografía sobre estos incendios y explosiones provocados por los gases intestinales.

El hidrógeno también interviene, con otro grupo de bacterias, en la síntesis de compuestos de azufre que son los causantes del mal olor de las flatulencias. Parecen vías excluyentes y, si se produce metano, no hay sulfuros y viceversa. Por ello, hay flatulencias malolientes y flatulencias inodoras, aunque todas ellas pueden ser más o menos ruidosas.

En la mayoría de los casos se puede controlar la evacuación de gases intestinales por cambios en la dieta. Hay que recordar que el volumen y clase de los gases producidos depende de la dieta y, también, del tipo de bacterias que colonicen el intestino. Se deben evitar los alimentos que proporcionan sustratos a las bacterias intestinales, sobre todo para sintetizar metano, hidrógeno y sulfuros, los dos primeros por el volumen de gases y el último por el mal olor. Por ejemplo, hay que dosificar las legumbres, sobre todo las alubias, con gran cantidad de carbohidratos que son digeridos por las Archaea que producen metano; algunas verduras como las coles, las alcachofas o las coles de Bruselas; frutas como los plátanos o las ciruelas; el pan integral; y , en general, el exceso de fibra que es donde se encuentran los carbohidratos que son el alimento de las bacterias intestinales. Vale con una semana de control de la dieta para que se noten los cambios.

Las alubias tienen mala fama y, en parte, con razón. En un estudio de 2011, se alimenta a voluntarios con dos tipos de alubias, pintas y negras, y zanahorias cocidas como control. Al final de la primera semana de seguir esta dieta, el 50% de los que han comido alubias pintas ya notan un aumento de flatulencias mientras que solo lo declaran el 19% de los que comen alubias negras. Incluso en la segunda semana notan las flatulencias los voluntarios que se alimentan con zanahorias cocidas. A las ocho semanas de dieta, solo el 6% de los que comen alubias declaran un aumento de flatulencia.

Quizá como final de este texto sobre flatulencias y pedos merece la pena tratar de una serie de investigaciones que varios grupos están llevando sobre malos olores y explosiones de gas en recintos cerrados. Por ejemplo, en la cabina de un avión de pasajeros durante un viaje de larga duración. La climatización de la cabina en vuelo es un circuito cerrado de aire que se filtra y se controla su temperatura. Si hay muchas flatulencias los gases se acumulan en ese circuito y no se eliminan. Los investigadores han propuesto varias estrategias para evitar estas acumulaciones. En primer lugar, es obvio, aguantar. Pero no es fácil y quizá, hay quien se descuida o se duerme o, incluso, sabemos que las turbulencias en el vuelo pueden provocar las flatulencias descontroladas en algunos pasajeros. También se puede descuidar la persona con problemas y dejar escapar los gases. A veces no hay otro remedio. Piensen que es el piloto el flatulento y supongan que aguantar le hace perder la concentración en su labor de pilotar. Hay que relativizar y dar prioridad a lo importante: mejor un buen pilotaje que las mínimas molestias de ruidos y olores desagradables.

Esto de los lugares cerrados y las flatulencias llevó en los sesenta y setenta a investigadores de la NASA a probar diferentes dietas para los astronautas y a comprobar si ayudaban o evitaban la producción de metano e hidrógeno en los gases intestinales. Recuerden que son gases inflamables y explosivos y que la cabina de aquellas naves era pequeña, muy pequeña. Desde luego, las alubias son un alimento a evitar por los astronautas.

Para acabar, debemos recordar que el metano es un gas con un potente efecto invernadero y, por tanto, un gas que causa el cambio climático. Después del dióxido de carbono, es el segundo gas en importancia. Ya está demostrado que el 20% del metano que llega a la atmósfera proviene del ganado vacuno pero, no debemos culparnos por nuestra producción de metano y vertido por las flatulencias pues, en las vacas, el 90% del metano se expele en forma de eructos debido a su peculiar tubo digestivo.

Referencias:

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Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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