El entorno familiar influye de forma marcada en el desarrollo del encéfalo infantil. Los bebés tienen similares volúmenes de materia gris al nacer y en su más temprana infancia, pero al cabo de unos pocos meses de vida los que pertenecen a familias de bajo estatus socio-económico tienen menos que los de nivel medio o alto. Las diferencias no tienen relación con el peso al nacer, con la salud en las primeras semanas de vida o con diferencias en el tamaño de la cabeza en el momento del nacimiento. Y sabemos, por otro lado, que un menor volumen de materia gris está asociado con problemas de comportamiento en los años anteriores a la escolarización.
Esas son las principales conclusiones de un estudio en el que se compararon los volúmenes de materia gris en varias áreas encefálicas de bebés recién nacidos y niños y niñas de edades preescolares procedentes de diferentes familias de los Estados Unidos. En el estudio se utilizaron imágenes obtenidas por resonancia magnética de encéfalos de bebés a los que se les siguió a lo largo de su desarrollo hasta los tres años edad, aproximadamente. Los análisis de imagen se hicieron con niños y niñas de los que se disponía de información relevante para la investigación: su historial médico, que no habían sido adoptados, que no habían estado expuestos a sustancias nocivas durante el embarazo de la madre, que el parto había sido normal, que habían tenido un desarrollo normal y que en la familia no había antecedentes psiquiátricos.
Las diferencias observadas se localizaron específicamente en las áreas frontal y parietal del cerebro, con menores volúmenes de estas áreas en los niños de familias de menores recursos. El lóbulo frontal está implicado en funciones ejecutivas, tales como planificación, control de impulsos y atención. El lóbulo parietal participa en la integración de señales sensoriales y aspectos relativos a la atención visual. Además, el desarrollo del lóbulo parietal parece ser importante para la conectividad entre diferentes áreas encefálicas.
No son estos los primeros resultados que ponen de manifiesto la relación entre las condiciones en que se desenvuelve el desarrollo temprano ligadas al nivel socioeconómico familiar y la posterior salud y capacidad de adaptación de los niños. Al parecer, que el volumen de determinadas áreas dependa de las circunstancias ambientales en las que se han desenvuelto los individuos tiene que ver con el establecimiento en ellas de diferente número de conexiones sinápticas, así como con diferencias en la producción de tejido de soporte (capilares sanguíneos y glía).
La variable de referencia utilizada para determinar el estatus socioeconómico fue el volumen de ingresos con relación al denominado “nivel de pobreza federal”, que varió desde un 4% de esa referencia hasta valores que lo cuadriplicaban. En los Estados Unidos, un 19% de las personas viven por debajo de ese nivel. Los autores del trabajo no han tratado de establecer relaciones causales concretas, porque el estatus socioeconómico lleva emparejado muchas otras condiciones ambientales, como el nivel cultural o educativo de los padres, el estilo de vida, la calidad de la alimentación, el ruido, la incidencia de enfermedades infecciosas, el ambiente familiar u otros. Es muy posible que sea alguno de esos factores o determinada combinación de ellos lo que dé lugar a los efectos observados.
Conviene tener en cuenta que los criterios utilizados para seleccionar a los niños y niñas incluidos en los análisis conducen, de hecho, a atenuar las diferencias que cabría esperar, pues es sabido que los factores de exclusión (del estudio) están sobrerrepresentados en las personas de bajos recursos económicos. Por lo tanto, las conclusiones obtenidas en este trabajo deben considerarse conservadoras. Las diferencias reales son, con toda seguridad, de magnitud superior.
Los resultados obtenidos en este y otros trabajos son importantes por lo que aportan al conocimiento de la naturaleza humana y, más concretamente, a la forma en que el desarrollo neurocognitivo se puede ver condicionado por factores ambientales. Pero a nadie se le escapa que pueden, también, tener implicaciones en términos de políticas públicas, principalmente con las iniciativas orientadas a mejorar el capital humano.
Fuente:
Jamie L. Hanson, Nicole Hair, Dinggang G. Shen, Feng Shi, John H. Gilmore, Barbara L. Wolfe, Seth D. Pollak (2013): Family Poverty Affects the Rate of Human Infant Brain Growth. PLoS ONE 8(12): e80954. doi:10.1371/journal.pone.0080954
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Angelica parra
Es muy logico la explicacion acerca del ambiente en el que nacen los niños y como esto afecta significativamente en su desarrollo.
Excelente aporte.
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