La Facultad de Ciencias de Bilbao comenzó su andadura en el curso 1968/69. 50 años después la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU celebra dicho acontecimiento dando a conocer el impacto que la Facultad ha tenido en nuestra sociedad. Publicamos en el Cuaderno de Cultura Científica y en Zientzia Kaiera una serie de artículos que narran algunas de las contribuciones más significativas realizadas a lo largo de estas cinco décadas.
Algunas producciones cinematográficas y su despliegue mediático han permitido que nuestra sociedad esté familiarizada con el Jurásico, ese periodo de la historia de la Tierra de hace entre 201 y 145 millones de años (ma a partir de aquí). Y yo, como geólogo, agradezco esta difusión, pero nuestro planeta presenta una gran historia de 4500 ma que podríamos considerar plenamente fascinante. La Geología, con la ayuda de las otras ciencias básicas, ha permitido conocer esta dilatada historia. Y de ella, voy a destacar la del periodo Cretácico (145-66 ma)… y os preguntaréis por qué…
Las montañas y valles de nuestro entorno, que tan acostumbrados estamos a pisar fruto de nuestra fusión ancestral con el territorio, están formadas principalmente por rocas sedimentarias que se originaron en el mar, y precisamente, las del Cretácico son las que mayor extensión presentan en el paisaje… ¡Las que más pisamos!
Geológicamente, nuestro entorno forma la región que denominamos vasco-cantábrica, donde localizamos Euskal Herria y zonas aledañas (Cantabria, Burgos,…). Este territorio se formó por el plegamiento de sedimentos y rocas que dio origen a los Pirineos; de hecho, también podemos denominarla Pirineo Occidental. Entre los periodos Triásico (hace aproximadamente 200 ma) y Paleógeno (hace aprox. 35 ma) esta región no era como la conocemos sino una amplia zona de sedimentación continental y marina comprendida entre el Macizo de Asturias al Oeste, la Sierra de la Demanda al Sur, y el Macizo de Bortziri-Aldude, al Este: la conocida por los geólogos como Cuenca (de sedimentación) Vasco-Cantábrica. Podemos imaginarla como un mar alimentado por ríos que nacían en las áreas continentales mencionadas (imagen 1).
Pero esta imagen no era estática sino que iba cambiando a lo largo del tiempo: conforme se movía la placa de Iberia respecto de la de Europa y se iba abriendo el Golfo de Bizkaia (imagen 2), el mar iba ganando extensión y profundidad progresivamente hasta el momento en el que comienza la formación de los Pirineos, elevándose la topografía y pasando a ser una zona montañosa en erosión (imagen 3).
Así, durante el Cretácico, en nuestra región, además de mares y ríos que llevaban sus sedimentos hacia zonas costeras, había deltas, playas, estuarios…, los cuales son ejemplos de lo que denominamos medios sedimentarios. En ellos vivían comunidades de seres vivos que florecieron y se extinguieron, pero que dejaron su carácter en los sedimentos y rocas. El estudio de los organismos fósiles nos ayuda a entender mejor cómo era el medio sedimentario y viceversa, ya que los condicionantes físicos (p. ej. el oleaje) y químicos (p. ej. la salinidad del agua) influyen en el desarrollo de los seres vivos y en la distribución y depósito de sedimento.
La Cuenca Vasco-Cantábrica estuvo influenciada por procesos geológicos tales como actividad de fallas, vulcanismo, expansión de las áreas marinas, entre otros. El estudio de las rocas cretácicas de nuestra región ha permitido y permite conocer como han actuado estos procesos en un periodo con muchos cambios ambientales e influenciado por una climatología subtropical.
El Cretácico se divide en intervalos de tiempo Inferior y Superior y a su vez, en intervalos menores llamados edades, los cuales usaremos para ilustrar los principales ambientes y fósiles de nuestra región.
Así, al comienzo del Cretácico Inferior (edad Berriasiense a Barremiense; hace 145-125 ma) los ríos principales drenaban las zonas de Asturias y llevaban sus sedimentos arenoso-arcillosos a un mar de poca profundidad. En las zonas costeras se desarrollaron comunidades piscícolas de teleósteos primitivos, los antepasados directos de la mayoría de las especies actuales de peces (imagen 4).
Poco después, geológicamente hablando (Aptiense y Albiense; hace 125-100 ma), el mar ocupó mayor superficie y ganó en profundidad. La actividad de las fallas aumentó de tal manera, que sobre los bloques de falla hundidos el mar presentó profundidades mayores (>200m) mientras que sobre los bloques elevados no se pasaron de 40-50 m de columna de agua. En estas zonas de menor profundidad y con menor aporte de arenas y arcillas, las asociaciones de corales, bivalvos rudistas, algas y bacterias, entre otros, indujeron una sedimentación de carbonato cálcico que hoy día forman las calizas (arrecifales y de plataforma) tan abundantes y que configuran los principales relieves en nuestra geografía: Karrantza, Anboto, Aitzgorri, Aralar, entre otros. En las zonas con mayor profundidad proliferaban los ammonites, cefalópodos de concha tabicada, que ocupaban distintos hábitats pelágicos. El vulcanismo submarino del Albiense es un fenómeno que influyó en el medio marino, con procesos tales como la introducción de metales (p. ej. hierro) y la variación de la temperatura del entorno. La abundancia de calizas con microbios (bacterias, algas,…) y la diversificación de ciertos grupos (p. ej. crustáceos decápodos-cangrejos, langostas- y ammonites; imagen 5) son hitos evolutivos que suceden en el Albiense vasco-cantábrico, aunque no se ha demostrado todavía si hubo relación con el vulcanismo.
Un gran cambio ambiental ocurre al comienzo del Cretácico Superior (Cenomaniense; hace 100-93 ma): una subida del nivel del mar permitió que éste ocupara progresivamente amplias zonas continentales en toda la región (este fenómeno se conoce como transgresión marina), llegando la línea de costa hasta más al sur de la actual Soria, y desarrollándose una sedimentación de carbonato cálcico aportado principalmente por organismos unicelulares planctónicos (algas calcáreas, foraminíferos). En las zona de Bilbao-Plencia se llegó a un máximo de profundidad del mar, que según autores, alcanzaría los 1500-2000 m durante el Coniaciense (hace 86 ma). Esta transgresión es un proceso rápido geológicamente (aprox. 15 ma) que dificultó que los seres vivos respondieran a unas nuevas condiciones con áreas marinas más extensas, cambio en las corrientes oceánicas y en la profundidad, entre otros efectos, aunque también supuso oportunidades para nuevos grupos emergentes. Como ejemplo, la mayoría de los grupos de ammonites del Cretácico inferior desparecieron al final del Albiense (99 ma), diversificándose rápidamente a partir de pocos grupos con las nuevas condiciones. Asimismo, los peces teleósteos primitivos dejaron paso a los nuevos peces óseos. Los “constructores” de arrecifes y plataformas carbonatadas (corales, rudistas) se redujeron a algunas zonas de menor profundidad hacia el sur de la región. Una nueva fase de vulcanismo tuvo lugar durante el Santoniense (86-83 ma) en las zonas de mayor profundidad.
En el Campaniense-Maastrichtiense (83-66 ma), los ríos avanzaron sustancialmente hacia el norte, posibilitando un nuevo cambio en los ambientes. En estuarios y zonas costeras con sedimentación de arenas y arcillas proliferaron los tiburones y rayas, presentando una alta biodiversidad en la región. Asimismo, en sedimentos fluviales de este tiempo se ha encontrado una diversa asociación con más de 40 especies de vertebrados continentales, entre dinosaurios, pterosaurios, cocodrilos, tortugas, serpientes, lagartos, anfibios, mamíferos y peces, constituyendo uno de los yacimientos de vertebrados del Cretácico superior más importante de Europa.
El impacto de un meteorito en Yucatán marca el final del Cretácico (66 ma) y con ello se produce una de las llamadas extinciones masivas (en la historia de la Tierra se han diferenciado al menos 7), donde desaparecieron un 76% de las especies. Este fenómeno quedó registrado en los sedimentos arcillosos de mar profundo de Sopela, Zumaia y Bidart como una fina capa de entre 1 y 7 cm de espesor con un alto contenido en Iridio que supera cien veces la concentración de la corteza terrestre; este hecho se toma como evidencia directa del impacto de un meteorito, ya que éstos presentan igualmente concentraciones muy altas.
La vida volvió a abrirse camino después del Cretácico, y también volvió a sufrir cambios. La geología nos enseña una Tierra dinámica con procesos geológicos que controlan los cambios ambientales y el desarrollo de los seres vivos. El Cretácico es una pequeño pero apasionante capítulo de la historia de la Tierra, y su registro es especialmente importante en nuestra región vasco-cantábrica. ¿A que ahora podemos “pisar” nuestro paisaje de otra manera?
Para saber más:
- Bodego, A., López-Horgue, M. A., (2018). “Geología de los Pirineos occidentales: evolución ambiental a través de sus rocas y fósiles”. Registro fósil de los Pirineos occidentales, Eds.: Badiola et al., p.35-52. Vitoria-Gasteiz. Eusko Jaurlaritza.
- López-Horgue, M. A., Agirrezabala, L. M., Burgos, J., (2018). “Los ammonoideos de Mutriku: patrimonio único a preservar”. Registro fósil de los Pirineos occidentales, Eds.: Badiola et al., p.269-271. Vitoria-Gasteiz. Eusko Jaurlaritza.
- Bodego, A., López-Horgue, M. A., (2018). “Grandes desconocidos del registro fósil: los crustáceos decápodos del Mesozoico y Cenozoico de los Pirineos occidentales”. Registro fósil de los Pirineos occidentales, Eds.: Badiola et al., p.109-116. Vitoria-Gasteiz. Eusko Jaurlaritza.
Sobre el autor: Mikel López-Horgue es profesor en el Departamento de Estatigrafía y Paleontología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU.
JD
Muy buen artículo. Gracias.
Mikel A. Lopez Horgue
Muchas gracias. Tenemos un país geológicamente increíble (además de en otros aspectos) y darlo a conocer a todos es una prioridad. Tu buena acogida nos hace seguir adelante con ello.